El empresario brasileño Ricardo Bellino sabe reconocer un buen negocio cuando lo ve. Después de vivir en Miami más de diez años decidió mudarse al otro lado del Atlántico, a Portugal, donde un mercado inmobiliario en auge y los incentivos fiscales atraen a un número creciente de brasileños acaudalados.
El multimillonario, de 53 años de edad, que hizo su fortuna en el negocio de las modelos, compró una casa el año pasado en un exclusivo complejo cerca de Lisboa, donde planea sus próximos negocios. En Portugal, Bellino se beneficiará de una tasa fija de impuestos sobre la renta del 20% y podría tener derecho a una pensión libre de impuestos cuando se jubile.
"Era una oportunidad de vivir en un paraíso fiscal que no es una isla en el Caribe", dijo Bellino, cuyo abuelo era portugués. "Estamos en Europa, en un país que ha estado experimentando un renacimiento en los últimos años".
Portugal introdujo los incentivos fiscales hace diez años a fin de atraer extranjeros ricos al país del sur de Europa. En 2012, un año después de solicitar un rescate internacional, la nación de 10 millones de habitantes comenzó a ofrecer permisos de residencia a los no europeos que comprasen propiedades inmobiliarias por un valor de más de 500.000 euros (US$560.000).
Los incentivos de Portugal para los inmigrantes ricos contrastan con las medidas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de limitar la inmigración, aunque la semana pasada, propuso un sistema "basado en el mérito" con el objetivo de favorecer a los inmigrantes con aptitudes especiales.
En Portugal, el auge del turismo y las propiedades siguió a los incentivos a la inmigración y contribuyó a impulsar la economía en su mayor crecimiento en casi veinte años en 2017. También provocó malestar entre los portugueses, que quedaron excluidos del mercado de la vivienda conforme la nueva demanda impulsaba los precios
Los franceses, que tienen una de las cargas fiscales más altas de los 34 países desarrollados, fueron los principales compradores internacionales en Portugal en 2017, y representaron el 29% de la inversión extranjera en el sector inmobiliario, según la Asociación de Agentes y Profesionales del Sector Inmobiliario de Portugal. Los brasileños, que hablan portugués, ocuparon el segundo lugar, con el 19% de la inversión extranjera total, seguidos de los británicos, con el 11%, y los compradores chinos, con el 9%.
Los brasileños están ganando terreno rápidamente y ya son los mayores inversores extranjeros en propiedades en la capital, Lisboa, en el sur, y Oporto en el norte.
"Están comprando casas en todas partes", dijo Luis Lima, responsable de la asociación de agentes con sede en Lisboa. "Estos brasileños son completamente diferentes a los que venían a Portugal en el pasado. Pertenecen a una clase social más alta".
Potencia colonial
Mientras que la inmigración entre Brasil y Portugal, su antigua potencia colonial, ha fluido en ambas direcciones según los auges y declives económicos, los brasileños acaudalados han preferido durante décadas al joven, moderno e internacional Miami. En Portugal veían un país melancólico, nostálgico de su glorioso pasado. Esa caracterización queda reflejada en el amor portugués por el fado, un género musical nacional lleno de pérdida y tristeza que contrasta con la samba brasileña, con una influencia más africana.
"Vine a Portugal por primera vez en la década de 1970 y me sorprendió la pobreza que había", dijo Claudio Madureira, un jubilado brasileño de 70 años que se mudó a Portugal el año pasado tras cerrar su compañía de construcción. "Mis recuerdos de Portugal eran como imágenes en una pantalla de televisión en blanco y negro".
Refugio seguro
Todo eso comenzó a cambiar después de que Portugal completara su programa de rescate internacional en 2014 y un auge turístico y de bienes raíces transformase a ciudades enteras con hoteles boutique, restaurantes con estrellas Michelín y apartamentos y tiendas de lujo enfocados al turista internacional. Los incentivos fiscales y la percepción de que Portugal es un lugar seguro (ocupó el cuarto lugar en el Índice de Paz Global de 2018) fueron la guinda del pastel para muchos brasileños.
Brasil es uno de los países con índices de homicidios más altos del mundo, con una media de 175 muertes diarias en 2017, según el Foro Brasileño de Seguridad Pública, una organización no gubernamental que recaba datos sobre delitos. Los índices de delitos violentos han caído desde 2018, un avance que comenzó antes de la elección del presidente Jair Bolsonaro, aunque eso no le ha impedido atribuirse el mérito. Tampoco ha convencido a muchos brasileños para que regresen.
"He perdido la esperanza de que las cosas mejoren en Brasil", dijo Madureira, que ahora juega al tenis entre semana con otros expatriados brasileños en Cascais, una ciudad costera cerca de Lisboa.
Fuente: Bloomberg