Esta nota bien podría comenzar por un sarcasmo: "Daniel Ortega busca amigos. Para apresarlos".
Una ex guerrillera, un coronel retirado, un sociólogo veterano sandinista y un ex magistrado de la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua. Todos ellos tienen dos cosas en común: en algún momento de sus vidas fueron cercanos a Daniel Ortega y ahora mismo son perseguidos por su régimen.
El 4 de noviembre de 1967, Oscar René Vargas le salvó la vida a Daniel Ortega. Vargas, en ese tiempo un muchacho de 20 años y uno de los pocos miembros del movimiento guerrillero Frente Sandinista, acudió ese día junto a su hermano Adolfo al rescate de unos guerrilleros que permanecían escondidos en un barrio de Managua. La Guardia de Somoza realizaba un operativo de búsqueda del grupo que pocos días antes había asesinado a uno de sus sargentos. Entre el grupo estaba Daniel Ortega.
Los guardias capturaron en una casa de seguridad a cuatro guerrilleros y, según se supo, los fueron a ejecutar a la orilla de lago de Managua. Los hermanos Vargas llegaron en dos vehículos a la casa donde se refugiaban Daniel Ortega e Iván Turcios y los rescataron antes que los militares dieran con ellos. "Oscar René me salvó la vida" habría reconocido en alguna ocasión Ortega.
Vargas, sociólogo de profesión, fue designado embajador de Nicaragua en Francia en los primeros días del regreso de Ortega al poder. Sin embargo cayó en desgracia con el régimen tras una entrevista que brindó al diario La Prensa. Durante la actual crisis que vive Nicaragua, Vargas fue incluido en una lista negra y huyó a Costa Rica ante la posibilidad de ser capturado y enjuiciado por sus opiniones contra el régimen.
En una vieja fotografía aparece un grupo de guerrilleros sandinista. Fue tomada en Panamá en 1978. Entre ellos está Daniel Ortega y a la par un muchacho descamisado: Carlos Brenes. Brenes es coronel retirado del Ejército de Nicaragua, fue homenajeado como héroe en los años ochenta y ahora está confinado desde hace ocho meses a una celda de máxima seguridad, acusado de terrorismo por el régimen del hombre que lo abraza en la foto.
"Solo lo dejan salir de su celda una vez cada 15 días durante 15 minutos. El es un hombre de 66 años, muy enfermo. Tengo miedo que pueda morir en esa celda", dice angustiada una familiar que no quiso que mencionáramos su nombre por seguridad.
Otro de los que aparecen en la vieja fotografía es el general en retiro Joaquín Cuadra, ex jefe del Ejército, quien define así a su antiguo subordinado: "Carlos Brenes fue destacado guerrillero del FSLN y fundador del Ejército. Fue tratado por la dictadura somocista como delincuente, luego como héroe de la revolución y ahora nuevamente como delincuente. Es penoso y triste".
Dora María Téllez es una legendaria guerrillera sandinista. Fue miembro del comando que se tomó en agosto de 1978 el Palacio donde funcionaba el Congreso, y a los 22 años dirigió un frente de guerra con aproximadamente tres mil hombres y mujeres a su cargo. Téllez manejaba una ametralladora 30 en la única acción guerrillera de combate en la que participó Daniel Ortega, en octubre de 1977. Durante la revolución fue relativamente cercana al líder sandinista. Aun cuando Téllez se separó de Frente Sandinista, en una entrevista dijo sentir cariño por Ortega.
Ahora Téllez vive en la clandestinidad desde hace un año. Teme ser apresada. La propaganda oficialista la coloca como la dirigente omnipresente de todas las protestas contra el régimen de Ortega. Su casa ha sido allanada, ha enfrentado campañas de desprestigio y, según dice, han registrado unos 30 vuelos de drones por su casa, a pesar de que ella se encuentra escondida en otro lugar.
"El cariño se murió hace tiempo", dice ahora. "El afecto tiene un límite. Daniel Ortega es un personaje despreciable".
La renuncia del magistrado Rafael Solís fue una bomba en enero pasado. Solís es padrino de bodas de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Durante casi 20 años fue "el hombre" de Ortega en la Corte Suprema de justicia y en buena medida el artífice del truco legal con que Ortega justificó su inconstitucional reelección en 2011.
En su carta de renuncia, dirigida a Ortega y Murillo, argumentó: "Siempre creí que la sensatez y la cordura se podía imponer en ustedes y proceder a una negociación política que permitiera el adelanto de las elecciones y algunos de los otros puntos planteados por la oposición pero la realidad ha demostrado todo lo contrario y verdaderamente un Estado de Terror con el uso excesivo de fuerzas parapoliciales o aun de la Policía misma con armas de guerra, han sembrado el miedo en nuestro país y ya no existe derecho alguno que se respete, con las consecuencias inevitables de la instalación y la consolidación al menos de una dictadura con caracteres de monarquía absoluta de dos reyes que ha hecho desaparecer todos los Poderes del Estado, dejando al mismo Poder Judicial al que yo pertenezco reducido a su más mínima expresión".
La carta se conoció el 10 de enero, cuando ya Solís estaba en Costa Rica iniciando un exilio en el que todavía se mantiene. "No pienso echar pie atrás", dice.
Daniel Ortega ha sido un hombre de pocos amigos. Durante los siete años que pasó en prisión, construyó su pequeño y principal círculo de amigos. El grupo de Los Ocho, les dicen. De ellos solo quedan cuatro vivos.
Carlos Guadamuz fue uno de Los Ocho, y el más intimo amigo de Ortega. Esa amistad "a sangre" como solía llamarla Guadamuz, se rompió en 1996, cuando fue el candidato a alcalde de Managua por el Frente Sandinista y Ortega le negó el respaldo. Guadamuz y Ortega se conocieron desde niños en el barrio, entraron juntos al Frente Sandinista y compartieron prisión. Durante los años ochenta, Guadamuz estuvo a cargo de la radio oficial y se le veía como un representante personal de Daniel Ortega. El rompimiento con Ortega significó para Guadamuz su caída en desgracia y, para muchos, su posterior asesinato.
En febrero del 2004, un matón esperó a Guadamuz a la entrada de la televisora donde hacía un programa de crítica ácida y lo balaceó frente a su hijo adolescente. La rápida reacción del menor permitió la captura del pistolero, quien sin embargo fue tratado con guante de seda por la justicia nicaragüense. Condenado a 21 años de prisión, salió a los cuatro años a gozar de régimen de convivencia familiar, entre otras razones, por el "estrés carcelario" que sufría.
Para Óscar René Vargas, "la mutación política de Ortega ha sido como el cambio de piel de una serpiente. Cuando el animal ha crecido, la vieja piel que estorba debe ser abandonada. (Solo) conserva la forma de su último ocupante".
Ni Vargas, quien una vez le salvó la vida a Ortega, ni Rafael Solís, su padrino, piensan por ahora regresar a Nicaragua. No hay condiciones, dice Vargas. Ambos confían sí en que como resultado de la negociación con la oposición, se llegue a un acuerdo que dé garantías de regreso a los exiliados. "Pero eso no se vislumbra tan cerca con el diálogo estancado como está", piensa Solís.
Dora María Téllez prometió nunca irse de Nicaragua. "Al costo que sea", afirma.
Vargas teme que lo apresen si regresa, Téllez que la maten si sale de la clandestinidad. "Tal vez no echarme presa. Pero si matarme. Es lo más barato. Que salga un loco, al estilo Carlos Guadamuz. Ellos son expertos en eso", dice.
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