(Enviado especial a Brasilia) Jair Bolsonaro rescata su relación personal con Mauricio Macri, apuesta a la flexibilidad del Mercosur, sólo apoyará la vía diplomática ante la posible detención de Juan Guaidó en Venezuela y rescata su estrategia geopolítica frente a Estados Unidos e Israel. El presidente del Brasil cumplirá cien días en el Palacio del Planalto y está satisfecho con su gobierno. Sabe que hay fuertes internas políticas en su gabinete y que su imagen positiva cayó en las últimas semanas. Pero Bolsonaro cree en Dios y asegura que Dios ilumina a Brasil y a su gestión como líder del país más poderoso de la región.
Macri y el Mercosur
Bolsonaro fue militar y diputado nacional. Tiene poco experiencia en política exterior y cede la iniciativa a su canciller Ernesto Araújo, un diplomático de carrera que admira a Donald Trump y conoce a fondo la lógica multilateral del Mercosur.
Bolsonaro no inició su agenda internacional con un viaje a Buenos Aires para ratificar la relación bilateral con Argentina y la continuidad del Mercosur. Al contrario, eligió a Estados Unidos e Israel, y propuso una "flexibilización" del organismo multilateral que une las aspiraciones económicas de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
En un presidente que desea recuperar el concepto de Brasil como imperio regional, causó cierta batahola en el primer piso de Balcarce 50. Bolsonaro conoce esos murmullos críticos y explica en detalle las razones de su viaje a Washington y Jerusalén. Para el presidente del Brasil, Trump y Benjamín Netanyahu son dos líderes poderosos que pueden ayudar a su país, tras una debacle económica que fija en la asunción de Dilma Rousseff. Y por eso –dice en la intimidad del poder-enfiló hacia América del Norte y Medio Oriente.
Bolsonaro asegura que mantuvo una muy buena reunión con Macri en Brasilia y que eso quedó registrado cuando ambos presidentes comentaron su vida personal y sus familias ensambladas. En ese encuentro, Bolsonaro y Macri coincidieron en cuestionar la crisis en Venezuela y en la voluntad de aggiornar el Mercosur frente a una agenda global que es compleja y muy inestable.
Durante su gira por Estados Unidos, el presidente brasileño acordó con Trump permitir el ingreso a su país de 750.000 toneladas de trigo. Esa decisión política fue leída por ciertos funcionarios de Macri como una flexibilización tácita del Mercosur, porque excluyó a sus tres socios y ponía entre paréntesis una preferencia arancelaria que protegía a determinados comodities de la región.
En el Planalto, ayer a la tarde, explicaron el sentido político y multilateral de esas controvertidas 750.000 toneladas de trigo: se trata de una obligación de Brasil con la Organización Mundial de Comercio (OMC) que nunca antes había sido cumplida por los antecesores de Bolsonaro. Fue más una señal de cercanía con la Casa Blanca –argumentaron—que un retroceso táctico en el fortalecimiento del Mercosur.
En este contexto, Brasilia apoya todas las gestiones de Macri para cerrar un acuerdo bilateral entre el Mercosur y la Unión Europea (UE). Bolsonaro instruyó a su ministro de Economía, Paulo Guedes, para que cierre una sola propuesta con Argentina, Paraguay y Uruguay –había diferencias intrabloque—y le ordenó que se ponga a disposición del presidente argentino.
En el Planalto hay mucha expectativa respecto al acuerdo bilateral con la UE y consideran clave la visita que Macri hará a París para encontrarse con su presidente Emmanuel Macron. "Estamos a menos de una milla –afirmaron ayer en la capital de Brasil-, y depende más de la voluntad de Macron que de la influencia de (Ángela) Merkel".
Bolsonaro asume que tiene una asignatura pendiente con su visita de Estado a la Argentina, pero aún no decidió cuando se encontrará con Macri en Casa de Gobierno. Puede ocurrir que suceda en mayo o poco antes de la cumbre del Mercosur que se desarrollará en Santa Fe. El canciller Araújo viaja en estos días a Buenos Aires y tratará con el ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Faurie, la probable fecha de reunión bilateral entre Macri y Bolsonaro. Mercosur-UE, la Triple Frontera, los carteles de la droga y Venezuela son los temas que abordaron –en principio—ambos jefes de Estado.
Trump y una ofensiva militar en Venezuela
Bolsonaro está alineado con Trump, pero su agenda internacional tiene límites domésticos. Si Nicolás Maduro apresa al presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, Bolsonaro sólo avalará una ofensiva diplomática en los organismos multilaterales (OEA y ONU) y en foros de consulta (Grupo Lima y Prosur). No hay espacio político en Brasil para apoyar una invasión militar financiada y liderada por el Pentágono.
Sin embargo, el presidente brasileño considera que Maduro no cometerá el error de apresar a Guaidó. Evalúa que los asesores cubanos rechazan esa hipótesis y que sólo jugaran al desgaste de Guaidó y su ofensiva para iniciar una transición democrática en Venezuela.
Bolsonaro asume que la eventual captura de Guaidó será leída en la Casa Blanca como una provocación y afirma que el status quo en Venezuela complica las posibilidades de la oposición y favorece al régimen populista, pese de los cortes de luz, el hambre en las calles y la presión internacional. Para el Planalto, Maduro sobrevive por la decisión de Rusia, China y Cuba, y ese apoyo es difícil de revertir por Guaidó que aún no logró que la elite militar deserte del Ejército Bolivariano y marche rumbo al Palacio de Miraflores.
En este escenario, Bolsonaro analiza que la vía diplomática prosperará si Xi Jinping, Vladimir Putin y Trump se involucran personalmente. El presidente brasileño hace una apuesta a la creación de una mesa de negociación protagonizada por China, Rusia y Estados Unidos, además de ciertos representantes del Grupo Lima –Argentina, Brasil y Colombia—para diseñar una agenda de transición que proteja los intereses de las tres potencias y asegure una transición democrática lo menos traumática posible.
Bolsonaro cumplirá 100 días en el Palacio del Planalto. Está satisfecho por su gestión, aunque los sondeos de opinión exhiben su caída en la imagen pública: mala o pésima (31,2%), regular (32,4%) y buena o excelente (30,5%), según un sondeo de Atlas Político que ayer era comentado en las cercanías del presidente brasileño.
Bolsonaro, como ya se sabe, cree más en Dios que en las encuestas.