Luis Felipe López Calva, sobre la pérdida de productividad
A comienzos de la década de 2000 el concepto de Cooperación Sur-Sur, es decir el intercambio de tecnologías, recursos y conocimientos entre países en vías de desarrollo, cobró una enorme popularidad en América Latina en tiempos en que fuerzas políticas de centroizquierda triunfaban en las urnas en diferentes países, las políticas de integración regional avanzaban y se alcanzaban fuertes reducciones de pobreza y desigualdad en el contexto del boom de los precios de los commodities.
Diez años después, la tendencia comenzó a girar: el crecimiento económico se desaceleró hasta casi frenarse en muchos países, la pobreza y la desigualdad volvieron a crecer y muchos gobiernos, aquejados por sospechas de corrupción y mal manejo de las finanzas públicas, perdieron elecciones frente a fuerzas de centroderecha, más alejadas de la Cooperación Sur-Sur.
Sin embargo, la iniciativa, que cuenta con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se mantiene vigente y tuvo su cumbre global esta semana en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, reuniendo a 190 cancilleres y un total de 1.500 participantes 22 sesiones plenaria.
López Calva, sobre las diferencias ideológicas en América Latina
El economista mexicano Luis Felipe López Calva, director regional del PNUD, llegó a la capital argentina, donde hace 40 años se lanzó precisamente el Plan de Acción de Buenos Aires (PABA), para participar del evento global, y durante la visita dialogó con Infobae sobre los desafíos de la Cooperación Sur-Sur, los problemas que afectan a América Latina y las "trampas de ingresos medios".
-Se ha resaltado la importancia de tener una clase media con seguridad económica como motor del crecimiento económico. ¿Cómo ve la situación actual en nuestra región cuando parece que ha habido cierto retroceso en el crecimiento de esta clase media?
-Hay que tomar una perspectiva de mediano plazo. La región tuvo un ciclo económico muy positivo a partir del 2002, y se lograron cosas muy importantes como una reducción de la pobreza y un incremento de la clase media. Sin embargo desde el 2013 algunas instituciones comenzaron a señalar que este crecimiento no era sostenible porque había un amplio porcentaje de la población que se consideraba vulnerable. Y esto es lo que vimos desde el 2016, un año muy malo para la región, y esta gente vulnerable ha vuelto a caer en la pobreza.
López Clavo, sobre las posibilidades de cooperación de Argentina, el anfitrión de la última cumbre Sur-Sur
-¿ Y qué se puede hacer en materia de cooperación, cuál podría ser el eje para volver a la senda del crecimiento de la clase media?
-Hay tres cuestiones que caracterizan muy claramente a la región. Es una región de crecimiento económico mediocre, con alta desigualdad y muy vulnerable a choques relacionados con eventos climáticos. Entonces existe esta idea de trabajar en cómo mejorar la productividad, para resolver el problema del crecimiento. Cómo mejorar la inclusión, para resolver la desigualdad. Y cómo hacer a los países y hogares más resilientes a estos choques, mediante mecanismos más activos de protección social y con el desarrollo de mercados. Esto requiere de gobiernos efectivos.
-Ya que ha mencionado a la productividad, se entiende que ésta se ha estancado en la primera década del nuevo siglo a pesar de las inversiones en capital humano y físico. ¿Por qué cree que ocurre esto, especialmente en nuestra región?
-Voy a dar una visión que empieza a ser un consenso. La productividad es muy importante para sostener el crecimiento a largo plazo. La hemos enfocado siempre desde una perspectiva de inversión en infraestructura y educación, y yo creo que todo eso se ha hecho. Pero hay un problema de creciente informalidad, de empresas productivas que no crecen, empresas no productivas que se mantienen. Las empresas son muy pequeñas. Hay un tema de restricciones al crédito y cuestiones institucionales, que no permiten que las empresas puedan crecer. Entonces hay un tema microeconómico de la productividad, que deberíamos estar resolviendo de manera mucho más clara.
También debemos darnos cuenta de que las políticas de inclusión muchas veces tienden a reforzar esos mecanismos. Por ejemplo, todos los gobiernos reaccionan tratando de brindar protección no contributiva a grupos en la informalidad. Eso puede terminar resultando en un subsidio a la informalidad, de manera que entramos en una pequeña trampa. Y eso es parte de lo que en general se llama la "trampa de ingreso medio".
-¿Con respecto a la agenda 2030, cuál es su diagnóstico sobre el estado de implementación en América Latina y cuál cree que serán los ejes en los próximos años, teniendo en cuenta las tensiones entre crecimiento económico y cuidado del medio ambiente, y entre impulso de los derechos humanos y crecimiento de las expresiones políticas extremistas?
-La agenda 2030 es fundamentalmente un acuerdo político entre todos los actores globales. Es un documento muy importante. El mundo ha tratado de pasar de un equilibrio basado en ideologías, que dominó la parte final del Siglo XX, a un equilibrio basado en ideales. Y en realidad esta agenda es un acuerdo global.
Esta agenda se vuelve menos efectiva si no hay una apropiación nacional y local. Las cosas ocurren en sociedades concretas. Argentina, México y Colombia está tratando de incorporar estas agendas en sus planes nacionales.
Esto enfrenta restricciones, y una de estas es que vivimos un momento de polarización política, y eso hace más difícil llevar a estos consensos. Yo creo que este proceso de polarización política está asociado, aunque no totalmente explicado, a la desaceleración económica. También hay una desconfianza hacia las instituciones que hace más difícil llegar a estos consensos.
-Sobre el tema de la transición desde equilibrios de ideologías a equilibrios de ideales, ¿cómo se puede avanzar en la cooperación teniendo en cuenta que en nuestra región hay tantas diferencias ideológicas entre los gobiernos, pensando por ejemplo en el Socialismo del Siglo XX en Venezuela y Bolivia?
Es una de las razones por la que el acuerdo de la agenda 2030 tiene un gran valor, porque precisamente a lo que llama ese acuerdo firmado por todos los actores es que independientemente de las ideologías hay un conjunto de aspiraciones sociales a las que todos los estados se deben comprometer. Porque hacen viable la sostenibilidad no sólo económica, sino social, de los entes políticos.
Esto es importante porque hay una tema de falta de cohesión social que se está dando. En Latinoamérica hemos enfrentado durante mucho tiempo lo que se ha llamado contratos sociales fragmentados.
Entonces yo creo que repensar y reconectar a los distintos grupos en torno a objetivos comunes es una tarea central. Por ejemplo cuando hablamos de servicios sociales, ¿cómo mejoramos la experiencia que el ciudadano tiene en su interacción con el estado? Si a nivel individual los ciudadanos tienen una mejor experiencia, y se recupera la capacidad de confianza, volvemos a la dirección correcta una vez más.
-¿Qué expectativas tiene en torno a los resultados de esta cumbre de cooperación Sur-Sur, en tiempos en que el concepto parece haber sido puesto en duda, cuando hay una fuerte crisis regional en torno a Venezuela y ante la desconfianza que hay de la población con el Estado?
Un punto de partida como región, aunque sea una conferencia global, es que hay que reconocer que en la región se pierde la perspectiva histórica frente a los problemas muy serios de polarización. Vayamos a Latinoamérica hace 40 o 50 años, cuando fue la primera reunión. Latinoamérica estaba en un situación de gobiernos autoritarios, en muchos casos de dictaduras, con indicadores sociales muy deteriorados. Hoy, independientemente de los problemas que tenemos, estamos en una región que ha adoptado a la democracia, una sociedad que ha tenido logros sociales importantes. ¿Cómo podemos avanzar?
La conferencia Sur- Sur consolida un nuevo paradigma, porque tenemos una concepción de la cooperación en la que los países más avanzados o rico ayudan a lo menos avanzados. Esto es realmente reiterar experiencias en las que lo países del sur global se han convertido también en proveedores no sólo de recursos sino de conocimientos y experiencias que pueden compartir para que lo otros gobiernos puedan ser más efectivos. Hay una nueva noción de solidaridad y asociación entre iguales.
Acabamos de venir de una reunión en donde mostramos ejemplos de cooperación de argentina con los países del caribe, en áreas de salud, gobernanza, avances científicos, atención a desastres. Estamos aprendiendo muchos los unos de otros.
-Al respecto, qué puede hacer en materia de cooperación Sur-Sur un país como Argentina, que no ha podido controlar la inflación ni salir de la recesión, a diferencia de sus vecinos?
Todos sabemos del problema macroeconómico que tiene Argentina hoy, pero no es sólo hoy, es estructural: de volatilidad y caídas periódicas en los ciclos macro. Creo que estamos en uno de esos. Independientemente de eso, hay que decirlo también con claridad, en una perspectiva de largo plazo los países de Latinoamérica ven mucho que aprender de la Argentina en temas sectoriales, en innovación en políticas públicas, productividad agrícola, investigación en salud y provisión de servicios de salud, en el sector educativo, en el combate a la corrupción. Independientemente de este ciclo más de la crisis estructural que enfrenta la argentina, los países de la región están viendo al país como una fuente de conocimiento muy importante para sus políticas públicas.
-¿Y qué puede esperar Argentina de otros?
Yo creo que Argentina se puede beneficiar muchísimo, de ahí la importancia de que sea el anfitrión de esta reunión. Muestra no sólo el compromiso con la cooperación desde un punto de vista de lo que Argentina puede mostrar, muestra también una voluntad de aprender de otros, que ha sido muy clara en las reuniones que están ocurriendo, donde hay un noción compartida de que la cooperación se ha vuelto un camino de dos vías, no sólo en una dirección.
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