Jair Bolsonaro siente que hizo añicos los preconceptos: realizó una histórica visita de estado a Washington D.C. donde además de entrevistarse a solas con Donald Trump para sellar acuerdos estratégicos, dio por tierra con la genética regional de mirar con recelo y hasta con culpa a la principal potencia del mundo. Aceptó, gustoso, caminar por la alfombra roja que le tendieron.
Lo hizo con su particular estilo: saltando la protocolar diplomacia, sonriendo casi siempre y haciendo lo que le dictaba su voluntad. Fue invitado a descansar en la Blair House, frente a la Casa Blanca, un privilegio al que acceden contados mandatarios mundiales. Hasta visitó en Langley, Virginia, las oficinas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) algo impensado para cualquier mandatario regional que busque la condescendencia del establishment intelectual latinoamericano.
El mismo periplo que a Bolsonaro le fue ofrecido en el germen de su mandato a Mauricio Macri. Los Estados Unidos, durante la administración de Barack Obama, habían visto en el líder argentino al hombre capaz de ocupar el rol de aliado estratégico en América Latina. El antagonista del chavismo en decadencia. Sin embargo, el precario momento económico lo sacó del juego.
Durante su gira, Bolsonaro y Trump establecieron un gran acuerdo para combatir la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. El presidente brasileño se erigió así en el principal aliado de los Estados Unidos para derrocar al chavismo. Si hasta incluso no descartó -como negaba reiteradas veces hasta hace horas- una posible intervención militar a su país vecino. "Hay ciertas cuestiones que si se divulgan dejan de ser estratégicas. Así pues, esos temas si se discuten, no se pueden divulgar. Algunas medidas no pueden hacerse públicas", dijo al ser consultado sobre esa alternativa.
Pero no sólo eso: también se comprometió a dar lucha a dos amenazas internacionales más, las que representan Irán y China, aunque en diferentes ámbitos, en América Latina.
Como contrapartida Bolsonaro logró que la Casa Blanca promocionara a su país como aliado extra OTAN. Esto le permitiría tener un estatus especial que le abre la puerta a la entrega de artículos excedentes para la defensa y la coordinación de maniobras conjuntas. Por su parte, Trump consiguió una contribución muy esperada por parte de su par brasileño. Los Estados Unidos podrán lanzar satélites desde una base situada en Alcântara, en Maranhão. Será un acuerdo comercial que redundará en millones de dólares para Brasil, sin ceder su soberanía ni su espacio aéreo, según se informó.
Es que el mismo convenio podría mantenerse al mismo tiempo con otros países que pretendan realizar similares tipo de pruebas sin que el gobierno norteamericano pueda oponerse. El mismo contrato había sido rechazado una y otra vez tanto por Lula da Silva como por Dilma Rousseff. Nuevos vientos.
Trump y Bolsonaro compartieron una reunión de trabajo y un almuerzo, luego del cual se mostraron ante la prensa y despacharon elogios recíprocos. Además de los avances en materia de seguridad y ciencia, también proyectaron un plan tendiente a aumentar el comercio bilateral. Como era de esperarse, incluso se discutió la posibilidad de flexibilizar las visas de turismo, algo que Brasil ya hizo al eliminar esa exigencia hace pocas horas. John Bolton, asesor de la Casa Blanca para Asuntos de Seguridad Nacional, dijo estar "orgulloso" de los acuerdos alcanzados y llamó a Brasil "un nuevo socio estratégico y fuerte".
Brasil y Estados Unidos "nunca han estado más cerca" dijo Trump luego de reunirse con su par sudamericano. Es que la última década estuvo marcada por reiterados desplantes por parte del gigante latino en sintonía con la ola chavista que contagió a varios de los caudillos regionales.
Además, Brasil consiguió un gran apoyo por parte de Trump para unirse a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), algo que elevaría su nivel de comercio a nivel mundial y podría significar un gran salto en su impulso económico y social. "Apoyo su esfuerzo para unirse", resumió el presidente norteamericano al ser consultado sobre la posible candidatura del país latinoamericano para ser parte del foro.
De resultar positivo su ingreso a la OCDE, Brasil estará en condiciones de defender sus puntos de vista con mayor poder en un organismo que reúne a 36 naciones con las economías más ricas. Esto podría otorgarle mayor presencia en el Banco Mundial o en el Fondo Monetario Internacional (FMI), un lugar clave para el otorgamiento de créditos.
Al abandonar el país, Bolsonaro se mostró satisfecho por lo que cree que fue una cumbre histórica, pero sobre todo, estratégica. "Dejamos los Estados Unidos con la sensación de la misión cumplida. Vamos a cooperar para el bien de nuestros pueblos", dijo. Lo hizo sabiendo que su gira pudo haber escandalizado al sector más progresista de la política de Brasilia. Aquel que prefiere darle la espalda a Washington por cuestiones más cutáneas que racionales. Pero ese es, también, el sector que menos le interesa al presidente brasileño.
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