En octubre de 2018, fuerzas de seguridad paraguayas frustraron con éxito dos intentos de liberar a "Marcelo Piloto", un líder local de la banda criminal brasileña Comando Vermelho (CV), de la Agrupación Especializada de Policía Nacional, una fuerza de policía civil en Asunción. La sofisticación de los planes, que incluían un coche bomba y armas de guerra, ilustra la evolución de la amenaza de la delincuencia organizada transnacional en Paraguay. Al mismo tiempo, el desbaratamiento exitoso de los intentos, logrado con la colaboración de la Fuerza de Operaciones Policiales Especiales, muestra el progreso que las fuerzas de seguridad paraguayas han logrado en la lucha contra el crimen organizado.
El 15 de agosto de 2018, Mario Abdo Benítez asumió la presidencia de Paraguay, junto a un gabinete de figuras políticas conocidas y nuevas cuyo trabajo ha comenzado a dar resultados en organizaciones como la Secretaría Nacional Antidrogas (SENAD) y la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero o Bienes (SEPRELAD), dirigida por María González.
El gobierno de de Abdo Benítez hereda una serie de desafíos de seguridad preocupantes, incluyendo la amenaza de la organización guerrillera Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), los crecientes desafíos de las organizaciones criminales transnacionales CV y Primeiro Comando da Capital (PCC), con sede en Brasil, y la necesidad de limpiar instituciones profundamente corruptas cuya reforma será clave para enfrentar exitosamente esos desafíos. R. Evan Ellis, profesor e investigador para América Latina del Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos, reflexiona sobre estos asuntos en el último número de la revista Military review. Los conceptos más importantes de ese artículo se transcriben a continuación.
LOS DESAFÍOS DE SEGURIDAD DE PARAGUAY
Durante la mayor parte de la administración anterior, el gobierno paraguayo ha considerado al EPP, un grupo de entre treinta y cincuenta miembros cuyo objetivo es derrocar al Gobierno de Paraguay e instaurar un gobierno de corte marxista-leninista, como la principal amenaza para la seguridad de la nación. Por su parte, Estados Unidos ha concentrado sus esfuerzos en las actividades ilícitas de la Triple Frontera, definida por Ciudad del Este, en el Paraguay; Foz de Iguazú, en Brasil, e Iguazú, en la Argentina. El enfoque de Estados Unidos en la región se centra en las personas afiliadas a la organización terrorista de Oriente Medio Hezbollah y otros grupos terroristas.
Vinculada a estos grupos violentos, Paraguay suministra aproximadamente el 50% de todo el consumo de marihuana en Sudamérica, con la mayoría de sus exportaciones dirigidas a Brasil, Argentina, Uruguay y Chile. La importancia estratégica de Paraguay se deriva de su posición en el centro del continente sudamericano -a través del cual fluyen variedades de drogas tanto lícitas como ilícitas, dinero, personas y otros bienes- y de los grupos criminales asociados a esos flujos.
El violento asalto comando a Prosegur en Ciudad del Este en abril de 2017 por una banda de más de 50 ladrones afiliadas al PCC, el intento de construir un largo túnel para liberar a los más de ochenta miembros del PCC en la prisión de Pedro Juan Caballero y los dos intentos (fallidos) de liberar al líder de la CV, Marcelo Piloto, muestran el surgimiento del crimen organizado transnacional como un importante desafío de seguridad para Paraguay.
Una de las barreras a la lucha contra el crimen organizado que debe enfrentar el gobierno de Abdo Benitez es la negligencia de las fuerzas de seguridad. La grave situación de la policía paraguaya, por ejemplo, se puso de manifiesto con la suspensión en noviembre de 2018 del vicejefe de la organización, Luis Cantero, acusado de aceptar un soborno de USD 70.000.
Más allá de la policía, el gobierno paraguayo entrante hereda fuerzas armadas poco preparadas para llevar a cabo sus obligaciones por dificultades fundamentales con su estructura, doctrina, equipamiento y entrenamiento. La gravedad de la situación queda ejemplificada por la incapacidad del Ejército paraguayo para encontrar y eliminar al EPP, un pequeño grupo insurgente que opera desde hace muchos años en los departamentos poco poblados de San Pedro y Concepción. Los ataques del EPP se han cobrado más de sesenta vidas desde el surgimiento del grupo en 2008, a pesar de ser superados por el ejército tanto en número de combatientes como en recursos materiales.
Las dificultades de las fuerzas armadas incluyen la necesidad de adquirir o modernizar su equipamiento, pero el ejército paraguayo tiene pocas expectativas de hacerlo más allá de las donaciones que puedan recibir de sus países aliados. El presupuesto total de defensa paraguayo para 2018 fue de USD 280 millones, y aproximadamente el 80% del presupuesto se destinó a gastos de personal y jubilaciones, mientras que aproximadamente la mitad del presupuesto de adquisiciones se gastó en artículos no militares, como suministros de oficina.
La capacidad del ejército paraguayo para reformarse institucionalmente y responder a los desafíos que se le presentan se ve aún más obstaculizada por una serie de problemas estructurales. Para empezar, el ministro de Defensa de Paraguay no está en la cadena de mando de las fuerzas armadas y desempeña un papel más bien de asesor del presidente, lo que limita su capacidad de efectuar un cambio. El ex ministro de Defensa, general Bernardino Soto Estigarribia, renunció al cargo (en el que ocupó durante el gobierno de Cartes) en noviembre de 2018, supuestamente en parte por la falta de autoridad que se le otorgó en esa capacidad. El Congreso paraguayo ha discutido una ley para incluir al Ministerio de Defensa Nacional en la cadena de mando, pero aún no se ha propuesto un proyecto de ley específico.
El camino que el gobierno de Benítez pretende tomar para reformar las fuerzas armadas paraguayas con el fin de combatir más eficazmente al EPP y otros grupos armados aún no está claro. El nuevo gobierno aún no ha proporcionado la visión institucional que definiría tales roles y reformas, ni ha propuesto cambios legales específicos que faciliten dichos cambios.
DESAFÍOS MATERIALES Y DE CAPACITACIÓN DEL EJÉRCITO PARAGUAYO
Más allá de cuestiones de organización y de funciones, cada uno de los servicios militares de Paraguay enfrenta serios desafíos de material y entrenamiento.
En cuanto a las fuerzas de infantería, el ejército paraguayo cuenta oficialmente con aproximadamente 14.000 efectivos que perciben un salario, aunque la afluencia de reclutas está limitada por un elevado número de exenciones legales, un factor que el gobierno de Benítez ha indicado que tiene la intención de abordar.
En cuanto a vehículos y sistemas de armas, Paraguay cuenta con un pequeño número de semirremolques y tanques M3 y M4 de la era de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, muy pocos, o ninguno, de los tanques tienen armas funcionales y, en el caso de los que las tienen, gran parte de la munición del tanque es de una antigüedad tal que ya no es fiable y es potencialmente peligrosa de usar. Paraguay también cuenta con un número limitado de vehículos de reconocimiento EE-9 Cascavel y EE-11 Urutu blindados para el transporte de personal, de fabricación brasileña.
Ubicado en el centro de América del Sur, Paraguay es un nexo para los flujos criminales de drogas, bienes, dinero y personas en el continente
Si bien la situación de la armada paraguaya es algo mejor que la del ejército, se enfrenta al reto de proporcionar una presencia limitada a lo largo de los ocho mil kilómetros de ríos navegables de la nación. La Armada paraguaya cuenta con una flota de aproximadamente 170 pequeñas embarcaciones de aluminio para operar en los ríos y un número menor de embarcaciones más grandes, incluyendo su buque insignia, el P-05 Itaipú (adquirido a Brasil en la década de 1980), que es lo suficientemente grande como para embarcar un pequeño helicóptero y tres embarcaciones interceptoras Croq-15 relativamente rápidas.
La armada paraguaya también tiene una modesta capacidad de aviación, incluyendo un helicóptero ligero Esquilo, que se utiliza ocasionalmente en operaciones contra contrabandistas, y seis pequeños aviones Cessna confiscados a narcotraficantes. En cuanto a la Fuerza Aérea, Paraguay cuenta con interceptores de Tucano de dos a cuatro años de antigüedad que aún se encuentran en operación y que podrían ser utilizados para responder a vuelos detectados de narcotráfico. Los planes para adquirir seis aviones adicionales, posiblemente aviones de combate KT-1 coreanos, Super Tucanos brasileños o Wolverines AT-6 estadounidenses, se han dejado de lado por falta de recursos.
POSIBLES SOLUCIONES
El grave estado actual de muchas de las instituciones de seguridad del país no necesariamente refleja el nuevo gobierno del país, sino que es una indicación de cuánto trabajo queda por hacer. Ubicado en el centro de América del Sur, Paraguay es un nexo clave para los flujos criminales de drogas, bienes, dinero y personas en el continente, lo que lo hace un jugador clave en el control de esos flujos y sus consecuencia correspondientes.
Si bien el gobierno paraguayo enfrenta dificultades significativas para responder a los crecientes desafíos del terrorismo y la delincuencia organizada del EPP, es importante que Estados Unidos mantenga su compromiso constructivo con el país y amplíe tanto su nivel de atención como su compromiso con sus socios paraguayos, siempre y cuando sigan progresando en la lucha contra la corrupción y se comprometan a respetar las instituciones y los procesos democráticos.
Con respecto a la reforma militar, Estados Unidos debería emplear sus recursos y su influencia con el gobierno paraguayo para alentarlo a llevar a cabo su reestructuración militar, elaborar un libro blanco de defensa actualizado, una política y estrategia de seguridad nacional. Aún más importante, Estados Unidos debe ayudar al ejército paraguayo a desarrollar un sistema de planificación para aplicar los recursos limitados de una manera racional y transparente para satisfacer las necesidades identificadas, así como para adquirir y mantener esos recursos a lo largo del tiempo.
Durante demasiado tiempo, Paraguay ha recibido poca consideración por parte de Washington, excepto por la preocupación de este último por las actividades de un pequeño número de delincuentes y terroristas en la zona de la Triple Frontera. Sin embargo, Paraguay se encuentra en el centro de los flujos lícitos e ilícitos que conectan el continente. Lo que sucede en Paraguay con esos grupos y flujos criminales tiene el potencial de afectar negativamente la dinámica y el bienestar de sus vecinos. Si conectar al continente a través del comercio y la diplomacia es lo que busca, entonces Estados Unidos tiene mucho que ganar si ayuda al país a desarrollar su sistema de defensa.
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