Hablaron del cerebro: el cerebro y la realidad, el cerebro y la creatividad, el cerebro y las ideas, el cerebro y la locura. Jugaron con los cerebros de los más de 200 espectadores que poblaron el auditorio: los engañaron y los manipularon. Lo desentrañaron, lo escudriñaron y lo graficaron. Dijeron que pesa 1,3 kilos promedio, que el del hombre es más pesado que el de la mujer porque las mujeres suelen tener un físico más liviano que los hombres. Informaron que una cabeza tiene más neuronas que personas el mundo, 86 mil millones, o tantas estrellas como hay en la galaxia y suficientes kilómetros de fibras nerviosas para circundar la tierra más de una vez.
El cerebro fue el protagonista principal de la conferencia que llevaba su nombre. "Neurociencias: Art, Brain & Creativity" (arte, cerebro y creatividad) fue la segunda jornada de la edición número 31 del Simposio de los Amigos Argentinos y Uruguayos de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Desde diferentes ángulos, vertientes y enfoques lo desmenuzaron para instruir al auditorio de la sala de conferencias del Grand Hotel de Punta del Este sobre sus misterios.
Eilon Vaadia es profesor emérito del Edmond and Lily Safra Center for Brain Sciencies de la Universidad Hebrea de Jerusalén y varias cosas más que enumera su currículum. El centro de neurociencia que fundó y preside desde 2009 tiene recreado en su fachada las conexiones cerebrales. Privilegió ese dato para comenzar su exposición, como si la ilustración contribuyera a comprender su fascinación y desdén por el órgano más incierto del cuerpo humano.
"Todo proviene del cerebro y de estas criaturas que se llaman neuronas. El amor, las palabras, los miedos, el arte. Las neuronas y los circuitos que forman producen nuestra creatividad, nuestra locura, nuestras emociones", expresó. Contó que conserva esperanzas de entender cómo todas las neuronas se comunican entre ellas y prometió que algún día podrá la humanidad comprender la profundidad del cerebro: "No todavía, pero lo vamos a poder entender".
Centró su ponencia en la relación del cerebro con sus construcciones abstractas. Recurrió a refranes de Albert Einstein, uno de los fundadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén, para introducir su presentación. "Lo más precioso que podemos experimentar es el misterio" y "la lógica te lleva de A a B, pero la imaginación a todas partes", pronunció el científico y recuperó el profesor.
Vaadia lo parafraseó para ahondar en el concepto de la creatividad: "La hipótesis general de nuestro estudio explica que el cerebro no distingue la realidad tal cual es y está construido para no identificar la realidad que lo perturba. En ese sentido, la creatividad no es necesaria porque es linda y divertida, sino para la supervivencia". A través de ensayos cortos y didácticos, el público presente pudo comprobar lo que el profesor exponía. "Su cerebro los engaña -aseveró-. No acepta ver la realidad sencillamente porque no ayuda a sobrevivir. La realidad no es necesariamente lo que ustedes quieran creer". Bastó con advertir, luego de sus experimentos, que dos baldosas eran del mismo color o el significado de un audio incoherente.
La falta de percepción real puede ser divertida, como en estos juegos mentales, o no tanto. "También puede ser muy peligroso porque no estoy viendo la realidad como es: puedo estar loco o puedo estar siendo creativo. La creatividad es el otro polo de la locura", dijo y miró a la doctora María Roca, coordinadora científica, subdirectora del Departamento de Neuropsicología de INECO e investigadora Independiente del CONICET, quien minutos antes había organizado su conferencia en virtud a la creatividad y la enfermedad mental, la genialidad y la locura.
Intentó desmitificar esa concepción que asocia las grandes mente con cierta manía o demencia o trastornos de la personalidad. Ejemplificó con casos legítimos (Alfonsina Storni, Vicent van Gogh y Robin Williams por citar algunos locos brillantes) y develó motivos que conducen a la generalización del fenómeno: el sesgo confirmatorio que prefiere ignorar la información de base ("hay un montón de locos que son genios pero hay un montón de locos que no lo son", adujo Roca) y el sesgo de la disponibilidad, un ejercicio espontáneo de la mente que organiza y prioriza recuerdos más fáciles de memorizar que otros ("el cerebro trae más rápido a los locos que eran genios y no a los locos que no lo eran", aclaró).
"Hay un montón de gente creativa que tenía un problema mental, psiquiátrico o neurológico. Pero desde mi punto de vista más científico debo decir que no es que muchos de los genios tienen enfermedades mentales, sino que muchas de las personas tienen enfermedades del cerebro, de la mente, del pensamiento, del afecto. Porque como decía Diego, nuestro rol como científicos no es divulgar mitos, sino realidades", explicó la doctora.
Diego había dicho eso hacía minutos. Es Golombek, doctor en Biología, profesor titular de la UNQUI e investigador superior del CONICET. Fue el primer expositor de la noche. Abordó el cerebro casi sin definirlo. Comenzó su exposición con un llamado a la comunidad: "Cuando uno piensa en ciencia no piensa en cosas que le pasan a uno. Pero la ciencia también es pensar por qué hacemos lo que hacemos, por qué decidimos lo que decidimos, por que nos emocionamos. La ciencia como algo que nos pasa. Porque cuando estamos comiendo en la playa, lo que nos pasa alrededor también es ciencia".
Pidió tratar de mirar el mundo científicamente: no como un "plomo", como si la ciencia le quitara la magia a las cosas. Extrajo una estrofa de una canción de Fito Páez para presentar su teoría: "Pareces una flaca de exactas, explicando lo que no hay que explicar". Según su visión, lo que deben hacer los científicos para desarticular su perfil académico se divide en tres actos: contar lo que hacen, participar en actividades formativas con la comunidad y estrechar lazos con divulgadores, periodistas.
Habló de la ciencia de la creatividad, la ciencia de las ideas. "Existe la creatividad pero es necesario estar preparados para eso", reflexionó. Aseguró que para encontrar ese momento disruptivo es obligación haber trabajado y haberse obsesionado con un concepto; que para recibir la inspiración es menester mirar el mundo desde una óptica diferente -vivir en otro país fue su alegoría-, aburrirse o ir en contra del reloj, de las cuestiones establecidas.
Concluyó su disertación con un frase de Emily Dickinson, una célebre poeta que vivió aislada en su habitación y murió tras un cuadro severo de depresión, una genia con rasgos de locura. Golombek dijo que una de las mejores descripciones del cerebro no provino de la ciencia más exacta, sino del arte más abstracto. "El cerebro es más ancho que el cielo y más profundo que el mar", era el verso que recitó y que se leía en las pantallas del simposio.
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