Más desesperación incluso entre los más desesperados, un sueño más grande entre los que sueñan, y mayores peligros en una odisea ya de por sí peligrosa. Esas circunstancias rodean a los 112 miembros de la comunidad LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales) que formaban parte de la caravana migrante, decidieron separarse debido a la discriminación sufrida por parte de algunos de sus miembros, y ahora aguardan su oportunidad ante un gran muro que para ellos representa las puertas del cielo.
Su historia comenzó a casi 5 mil kilómetros de distancia del albergue donde se encuentran actualmente, en Tijuana, aguardando el momento de presentar sus solicitudes de asilo. Se encuentran casi ocultos, temerosos de sufrir nuevos ataques como los que ya han sufrido por su doble condición de migrantes -una gran mayoría es de Honduras al igual que el resto de la caravana- y de disidencias sexuales.
Todos tienen en común el hecho de que, además de huir de la pobreza y la violencia de sus países, han decidido dejar sus hogares como consecuencia de que allí no podían vivir su identidad de género ni su orientación sexual. Pero las cosas no resultaron muy distintas para ellos cuando comenzaron su marcha.
"El colectivo LGTB se terminó separando de la caravana porque sufrió un brote de violencia en su contra, que incluyó burlas, discriminación, bullying y agresiones de todo tipo. Varias chicas trans incluso denunciaron en las redes sociales que fueron abusadas sexualmente por miembros de la caravana".
Quien habla es Rihanna Ferrera, directora de Cozumel Trans, una organización con sede en Honduras enfocada en la defensa y promoción de los derechos del colectivo LGTB, y que en este momento está ayudando a quienes forman parte de la caravana a llegar a salvo a Estados Unidos.
En una conversación con Infobae, Ferrera detalló que muchas de las chicas trans que ya llegaron a Tijuana salieron de Honduras disfrazadas de varón, y que en Ciudad de México decidieron abandonar los disfraces. "En ese momento comenzó para ellas la pesadilla".
Pese a que la caravana ha servido a las cerca de 7 mil personas que la conforman como una especie de protección, además de haber construido a su alrededor un verdadero hecho político que ocupó los titulares de los diarios mundiales durante las últimas semanas, no fue lo mismo para el centenar de personas LGTB.
"Hay una diáspora LGTB"
La migración forzada en Honduras existe hace más de 15 años. Junto con Guatemala y El Salvador, los otros dos países de origen, su población es la responsable del 8% de las solicitudes de asilo en el mundo, pese a que representan apenas el 0,4% de la población global. Esto se debe a la combinación de pobreza, violencia extrema y falta de oportunidades que se ha sostenido durante décadas.
"En ese contexto, los compañeros y las compañeras LGTB se iban del país, pero a cuentagotas. Ahora, por primera vez han decidido hacerlo en grupo: se nos dispararon los pedidos de quienes quieren emigrar, fue totalmente diferente al pasado, explotó", explica a Infobae el activista Abraham Banegas, quién también está colaborando con la caravana desde la ciudad de Tegucigalpa.
Admite que estas personas también sufren abusos y discriminación dentro de la caravana, y aclara que son conscientes de estos peligros: "Sobre todo las chicas trans y los chicos gays que son más visibles por no tener una apariencia masculina, están preparadas y preparados para sufrir discriminación, incluso violencia física".
¿Cómo se explica, entonces, que elijan exponerse a todos esos peligros? "La cuestión es que para este colectivo es tan imperante abandonar Honduras, que lo arriesgan todo. Es una cuestión de supervivencia".
Y agrega: "El movimiento LGTB en Honduras está desapareciendo como consecuencia de esta diáspora; quedarse aquí es arriesgar la vida todos los días".
Según las organizaciones especializadas, 308 personas LGTB fueron asesinadas en Honduras por crímenes de odio en el periodo entre 2009 y 2018. Sin llegar a la muerte, lo cierto es que las posibilidades laborales para este colectivo son nulas: no existen en el país antecedentes de ninguna persona trans que haya ingresado a un puesto de trabajo en una empresa privada o en una dependencia estatal.
Mientras tanto, el gobierno de Juan Orlando Hernández prepara una reforma del Código Penal que suaviza las penas para los crímenes de odio, como los motivados por la transfobia. En efecto, el actual artículo 321, que penaliza la discriminación por orientación sexual e identidad de género hasta con prisión, podría cambiarse por uno que apenas implique multas económicas. "Este código va a implicar un nuevo retroceso", asegura Banegas.
"Hace una semana una persona fue asesinada en Tegucigalpa de 20 tiros en la cara. Honduras no reconoce la figura del crimen de odio, pero es exactamente lo que son, crímenes de odio", relató por su parte Rihanna.
Los especialistas atribuyen esta realidad a una férrea oposición del gobierno a reconocer los derechos del colectivo, sumado a manifestaciones de las iglesias católica y evangélica hablando abiertamente de los y las trans como ciudadanos de tercera o cuarta clase. "Todo esto fomenta y profundiza la violencia contra las personas LGTB porque les da argumentos y hasta un respaldo a quienes atacan a la comunidad", afirma Banegas.
La esperanza
Pese a todo, en el grupo que aguarda su oportunidad para cruzar la frontera persiste la esperanza de que su vida puede cambiar, y parte de su ilusión tiene que ver con que su sueño tiene antecedentes.
Es que hace medio año otro grupo del colectivo LGTB -compuesto por nueve mujeres trans y dos varones gays- viajó hasta la frontera con Estados Unidos, logró cruzar y en este momento se encuentra viviendo el sueño americano.
Fergie Anderson, una hondureña que llegó al país hace seis meses, tiene 26 años y está estudiando inglés y cosmetología, es una de ellos. En sus ratos libres, colabora desde su nuevo hogar con quienes están intentado seguir sus pasos.
"Desde aquí nosotras trabajamos en la recepción. Eso quiere decir darles información a quienes están del otro lado del muro y, fundamentalmente, obtener familias patrocinadoras. Es casi como una adopción: son quienes te dan vivienda y te ayudan a que te adaptes y a que estudies. Es fundamental para conseguir el asilo contar con una familia patrocinadora", explica Anderson.
Además, ella y otras compañeras asesoran a quienes están en camino para que sepan cómo tramitar el pedido de asilo: "Al final siempre los terminan aceptando, porque el asilo es un derecho que tienen como comunidad trans".
Es cierto: el estatuto de los refugiados establecida en la Convención de Ginebra de 1951 reconoce a la persecución "por razones de género u orientación sexual" como uno de los motivos del asilo político.
Abraham Banegas también es optimista, pero tiene sus reparos. "El peligro de que no las dejen pasar existe, y ellas lo saben. Son muy conscientes de los riesgos. Pero es cierto que las mujeres trans tienen casi garantizado su asilo, a diferencia de los hombres gays, por ejemplo, o las lesbianas. Mundialmente se trata de un grupo muy vulnerable".
"Las organizaciones, tanto en EEUU como en Honduras, tenemos la obligación de informarles que existe la posibilidad de que, una vez que tramitan la solicitud de asilo, pasen entre tres a seis meses detenidos", agrega Ferrera.
Depende por ejemplo de las cartas de apoyo que reciban, de las organizaciones que las representen y también de sus patrocinadores. "Una vez que entregan la documentación, el juez les pregunta si tienen una familia patrocinadora, y ahí empieza un proceso que puede durar varios meses".
Todo esto no anula el sueño que representa para ellos Estados Unidos. "En Honduras esta gente no tiene nada, no hay oportunidad de trabajo, no hay posibilidad de estudio, todos los derechos están restringidos por su identidad y expresión de género. Y hacen todo esto porque están persiguiendo su sueño, quieren una oportunidad", concluye Banegas.
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