Un profesor de filosofía brasileño explicó por qué Bolsonaro ganó la primera vuelta

Gustavo Bertoche Guimarães publicó en sus redes sociales un texto autocrítico titulado "¿De dónde surgió el Bolsonaro?" que se viralizó, incluso, más allá de las fronteras de Brasil

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Jair Bolsonaro el domingo pasado, después de votar: obtuvo una clara ventaja en la primera vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas (AFP)
Jair Bolsonaro el domingo pasado, después de votar: obtuvo una clara ventaja en la primera vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas (AFP)

Dos días después de que Jair Bolsonaro se impusiera sobre Fernando Haddad, el candidato del PT, el profesor de filosofía Gustavo Bertoche Guimarães decidió compartir en sus redes sociales sus reflexiones sobre el triunfo del candidato que es acusado de "machista", "homofóbico" y "racista".

Profesor de Introducción a la Filosofía y de Métodos y Técnicas de Investigación en la Facultad de Educación y Letras de la Universidad de Iguaçu (UNIG), este doctor en Filosofia por la Universidad Estadual Estado de Río de Janeiro realizó un descarnado diagnóstico sobre el Partido de los Trabajadores (PT) y la izquierda brasileña que rápidamente se viralizó tanto por redes sociales como por servicios de mensajería como WhatsApp.

A la pregunta "¿De dónde surgió Bolsonaro", Bertoche responde: "de nuestra propia incapacidad de hacer la necesaria autocrítica". El académico explica que el del domingo fue un voto "antiizquierda", "antisistema" y "anticorrupción".

A continuación, la traducción del posteo completo del profesor Gustavo Bertoche Guimarães.

¿De dónde surgió el Bolsonaro?

Lo siento, amigos, pero no es de un "machismo", de una "homofobia" o de un "racismo" del brasileño. La inmensa mayoría de los votantes del candidato del PSL no es machista, racista, homofóbica ni defiende la tortura. La mayoría de ellos ni siquiera son bolsonaristas.

Bolsonaro surgió de aquí mismo, del campo de las izquierdas. Surgió de nuestra incapacidad para hacer la necesaria autocrítica. Surgió de la negativa a conversar con el otro lado. Surgió de la insistencia en la acción estratégica en detrimento de la acción comunicativa, lo que nos llevó a demonizar, sin intentar comprender, a los que piensan y sienten de modo diferente.

Es, incluso, lo que estamos haciendo ahora. Mi Facebook y mi WhatsApp están llenos de ataques a los "fascistas", a aquellos que tienen "manos llenas de sangre", que son "machistas", "homofóbicos", "racistas". Sólo que el elector medio de Bolsonaro no es nada de eso ni se identifica con esos defectos. Las mujeres votaron más a Bolsonaro que a Haddad. Los negros votaron más a Bolsonaro que a Haddad. Una cantidad enorme de gays votó a Bolsonaro.

Fernando Haddad junto a Dilma Rousseff al lanzar oficialmente su candidatura a presidente. Para Bertoche, esa candidatura muestra que la izquierda “no aprende de nuestros errores” (Reuters)
Fernando Haddad junto a Dilma Rousseff al lanzar oficialmente su candidatura a presidente. Para Bertoche, esa candidatura muestra que la izquierda “no aprende de nuestros errores” (Reuters)

Amigos, estamos equivocando el blanco. El problema no es el elector de Bolsonaro. Somos nosotros, del gran campo de las izquierdas.

El elector no votó a Bolsonaro porque él dijo cosas detestables. Él votó a Bolsonaro A PESAR de eso.

El voto a Bolsonaro, no nos engañamos, no fue el voto a la derecha: fue el voto antiizquierda, fue el voto antisistema, fue el voto anticorrupción. En la cabeza de mucha gente (aquí y en los Estados Unidos, en las últimas elecciones), el sistema, la corrupción y la izquierda están ligados. El voto de ellos aquí fue el mismo voto que eligió a Trump allá. Y los pecados de la izquierda de allí son los pecados de la izquierda de aquí.

Bolsonaro tuvo los votos que tuvo porque evitamos, a toda costa, mirar nuestros errores y cambiar la forma de hacer política. Nos quedamos atrapados en nombres intocables, incluso cuando demostraron su falibilidad. Adoptamos el método más podrido de conquistar mayoría en el congreso y en las asambleas legislativas, por haber preferido el poder a la virtud. Corrompimos los medios con anuncios de empresas estatales hasta el punto en que los medios pasaron a depender del Estado. Y expulsamos, o llevamos al ostracismo, todas las voces críticas dentro de la izquierda.

¿Qué hemos hecho con Cristóvão Buarque?

¿Qué hemos hecho con Gabeira?

¿Qué hicimos con Marina?

¿Qué hemos hecho con el Hélio Bicudo?

¿Qué hemos hecho con tantos otros menores que ellos?

Los que no concordaban con nuestra vaca sagrada, los que criticaban los métodos de las cúpulas partidistas, fueron callados o tuvieron que abandonar la izquierda para continuar teniendo voz.

Mientras tanto, nos engañábamos con los éxitos electorales, y nos convertimos en un movimiento de la élite política. Perdimos la capacidad de comunicarnos con el pueblo, con las clases medias, con el ciudadano que trabaja 10 horas al día, y pasamos a engañarnos con la creencia en la idea de que toda movilización popular debe ser estructurada de arriba hacia abajo.

La propia decisión de lanzar a Lula y a Haddad como candidatos muestra que no aprendemos nada de nuestros errores -o, lo que es peor, que ni percibimos que estamos equivocando, y ponemos la culpa en los demás. ¿Dónde están las convenciones partidarias lindas de los años 80? ¿Dónde están las corrientes y tendencias lanzando contra-pre-candidatos? ¿Dónde están los debates internos? ¿Cuándo fue que el partido pasó a tener un dueño?

Gustavo Bertoche, profesor de filosofía (Facebook)
Gustavo Bertoche, profesor de filosofía (Facebook)

En suma: las izquierdas envejecieron, enriquecieron y se olvidaron de sus orígenes.

Lo que nos quedaba fue la creación de slogans que repetimos y repetimos hasta que pasamos a creer en ellos. Sólo que esos eslóganes no prenden en el pueblo, porque no corresponden a lo que el pueblo vive. No basta con llamar al elector de Bolsonaro "racista", cuando ese elector es negro y decidió que no vota nunca más al PT. No basta con decir que la mujer no vota a Bolsonaro para la mujer que decidió no votar al PT de ninguna manera.

No, amigos, Brasil no tiene 47% de machistas, homofóbicos y racistas. Calificar a los votantes de Bolsonaro de todo eso no va a resolver nada, porque el engaño no va a prender. El elector medio del tipo no es nada de eso. Él sólo no quiere que el país sea gobernado por un partido que tiene un dueño.

Y no, no está habiendo una disputa entre barbarie y civilización. El bárbaro no disputa elecciones. (Ah Hitler disputó, etc. ¿Usted ha leído Mein Kampf? ​​Yo sí. Está todo allí, ya en 1925. Lo siento, amigo, pero chistes y frases imbéciles NO SON Mein Kampf. ¿Dónde está su capacidad hermenéutica?).

Hay una ola Bolsonaro, pero podría ser una ola de cualquier otro candidato anti-PT. Yo sospecho que Bolsonaro surfea en esa ola solo porque es el más antipetista de todos.

Y la culpa del surgimiento de esa ola es nuestra, exclusivamente nuestra. No sólo es nuestra, como continuará siendo hasta que consigamos hacer una verdadera autocrítica y traer de vuelta a nuestro campo (y para nuestros partidos) una práctica verdaderamente democrática, que es algo que perdimos hace más de veinte años.

Hablamos tanto en defensa de la democracia, pero no practicamos la democracia en nuestra propia casa. ¿Es que olvidamos su significado y transformamos también la democracia en un mero lema político, en que lo que es nuestro es automáticamente democrático y lo que es del otro es automáticamente fascista? Es hora de utilizar menos las vísceras y más el cerebro, amigos. Y los slogans hablan a la bilis, no a la razón.

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