La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos fue creada por una resolución de la Asamblea General de la ONU el 20 de diciembre de 1993. Es uno de los cargos más críticos de las Naciones Unidas, ya que tiene la misión de promover la defensa de los derechos humanos en el mundo, lo cual puede incomodar a muchos países que no tienen todos los papeles en regla.
América Latina ha estado muy asociada a esta oficina desde su nacimiento, y no sólo por la larga historia de crímenes de lesa humanidad cometidos en sus naciones. El primer alto comisionado fue el diplomático ecuatoriano José Ayala Lasso, que ocupó el cargo entre 1994 y 1997. En 2002 le tocó al brasileño Sérgio Vieira de Mello, que murió al año siguiente en un atentado en Irak.
Michelle Bachelet se convirtió el 10 de agosto pasado en la tercera latinoamericana nombrada al frente del organismo. La Asamblea General la confirmó por aclamación a propuesta de António Guterres, el secretario general. Ninguna otra región del planeta tuvo más de un representante.
Es una muy buena noticia para América Latina contar con una persona que conoce profundamente la situación de los diferentes países
Bachelet ya tiene experiencia en las altas esferas de la diplomacia mundial: entre 2010 y 2013 fue la primera directora ejecutiva de ONU Mujeres. Pero la exposición y la responsabilidad de esa dependencia no es comparable a la que tendrá a partir del 1 de septiembre, cuando reemplace al príncipe jordano Zeid Ra'ad al Hussein.
A diferencia de sus predecesores latinoamericanos, su gestión se desarrollará en un contexto de mucha tensión regional, principalmente, por las crisis en Venezuela y Nicaragua. Para Bachelet será especialmente difícil navegar en esas aguas, porque hasta hace pocos meses era una protagonista de esta trama, como presidenta de Chile (2006 — 2010 y 2014 — 2018). Las expectativas que despierta y las posibles impugnaciones que deberá enfrentar serían impensables para un diplomático de carrera del que nadie sabe demasiado.
Su propia región, un gran desafío para Bachelet
"Es una muy buena noticia para América Latina contar con una persona que conoce profundamente la situación de los diferentes países. Va a poder darle el énfasis que se requiere a los problemas de la región. No es que los altos comisionados anteriores no se hayan pronunciado, pero el hecho de que ella provenga de aquí le permite comprender mejor la complejidad de nuestras naciones. Los temas de Venezuela y Nicaragua, y las restricciones a la libertad de expresión, están a la orden del día y esta oficina se va a acercar mejor a ellos", explicó Elizabeth Salmón, directora ejecutiva del Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Universidad Católica del Perú, consultada por Infobae.
Si bien no fue su prioridad, Al Hussein estuvo muy pendiente de la región en estos años. "La situación de los derechos humanos de los venezolanos es lamentable", declaró en un comunicado emitido en junio, en el que denunciaba la crisis humanitaria, la escasez de bienes esenciales y la represión gubernamental.
Al mes siguiente se refirió a Nicaragua. "La violencia y la represión observadas desde que comenzaron las protestas en abril son el producto de la erosión sistemática de los derechos humanos a lo largo de los años, y ponen en evidencia la fragilidad general de las instituciones y del Estado de Derecho", sostuvo.
Pero no sólo se abocó a estos fenómenos, que son tan graves que no pueden pasar desapercibidos en el mundo. En su informe anual, al hablar de América Latina, mencionó su "consternación" con el controversial indulto que recibió el año pasado el ex presidente peruano Alberto Fujimori, condenado por haber cometido crímenes de lesa humanidad.
Es una incógnita cómo abordará Bachelet estos temas. Como presidenta de Chile fue mucho más moderada que Al Hussein y que su sucesor en La Moneda, Sebastián Piñera, que en reiteradas ocasiones condenó sin contemplaciones al gobierno de Nicolás Maduro.
"Tuvo una posición intermedia", afirmó Daniel Martín Palacios, profesor de la Escuela de Sociología de la Universidad Central de Chile, en diálogo con Infobae. "No defendió a rajatabla a Venezuela, pero tampoco adoptó una postura de condena previa como otros países o como Piñera. De todos modos, no es que no hizo nada. Su gobierno les dio asilo a cinco jueces del Tribunal Supremo venezolano que habían sido nombrados por la Asamblea Nacional y que estaban siendo requeridos por Maduro. Como alta comisionada tendrá otra misión, que le va a exigir avanzar más en esas definiciones, y no dudo que lo va a hacer".
Tener alguien que conoce bien la región la hace más vulnerable a los ataques de politización
Sus antecedentes pueden jugarle en contra. Los sectores de la dirigencia política chilena y latinoamericana más críticos con el chavismo cuestionaron mucho esa moderación que la caracterizó como jefa de Estado. Así que la van a mirar de reojo en su nuevo rol. Cada cosa que diga será escudriñada obsesivamente.
"Es la contracara de la ventaja —dijo Salmón—. Tener alguien que conoce bien la región la hace más vulnerable a los ataques de politización. Al Hussein tampoco era inmune, y en Perú fue muy atacadao. Pero el argumento era que no tenía idea de lo que hablaba. Con Bachelet será que está politizada, que es una mujer de izquierda, con intereses particulares. Será una cuestión que ella tendrá que enfrentar. Esperemos que ese no sea un elemento que la reprima o que modifique su posición sobre ciertos temas".
Esa discusión será mucho más intensa en Chile que en cualquier otro lugar, por la centralidad política de Bachelet en el país. Los sectores socialdemócratas y de centroizquierda celebraron su nombramiento casi como un triunfo, por haber sido víctima de la dictadura de Augusto Pinochet y por su trayectoria política. Lógicamente, sus adversarios reaccionaron de manera opuesta.
"Al interior de Chile, la derecha le ha estado exigiendo a Bachelet que se pronuncie sobre los problemas de derechos humanos en países que están bajo regímenes de otro signo político, como Cuba o Venezuela. Al ser una figura importante para la centroizquierda, este cargo aparece como un reconocimiento, así que para la derecha va a ser importante disminuirla. Entonces, tendrá que hacer un trabajo diplomático importante para ir navegando", dijo Palacios.
Un desafío adicional por su carácter de ex presidenta será lidiar con aquellas cuestiones que ella misma no supo resolver cuando le tocó gobernar. Será criticada tanto por hacer mención a esos problemas como por omitirlos.
"En Chile también hay elementos pendientes —continuó Palacios—. La relación con los pueblos originarios, por ejemplo, que tampoco está resuelta en Argentina. Es un tema muy importante, en el que los estados están en deuda, incluso los gobiernos de la Concertación y con Bachelet como presidenta".
Mucho más que América Latina
"Quienes piensen que Bachelet va a privilegiar a América Latina en sus nuevas funciones, no la conocen bien. Ella va a prestar atención a todas las regiones del mundo donde ocurran conflictos, violencia política, terrorismo de Estado y violaciones a los derechos humanos. Sin favoritismos de ningún tipo, su sentido de responsabilidad seguramente la obligará a intervenir de inmediato en diversas latitudes. Obviamente, como buena pediatra, priorizará y atenderá las urgencias", dijo a Infobae Hugo Rojas, profesor de sociología del derecho en la Universidad Alberto Hurtado, de Chile.
Más allá de las elevadas expectativas —favorables o negativas— que hay en América Latina con la designación de Bachelet como alta comisionada, sería ingenuo pensar que su gestión girará en torno a la región. El mundo tiene demasiados problemas, algunos muy graves. Las guerras en Medio Oriente y en el Norte de África, y la tragedia de los refugiados en el Mediterráneo, son algunos ejemplos obvios.
Además, tendrá que hacer equilibrio entre las distintas potencias mundiales, en un momento en el que están en aumento las tensiones entre Occidente y Oriente, e incluso entre los socios occidentales. "Las organizaciones internacionales de derechos humanos están dando cuenta de las dificultades que atraviesan por las presiones de Estados Unidos, Rusia y China. Es una tarea bastante difícil, y a ese ámbito le va a destinar buena parte de su gestión", dijo Palacios.
Por otro lado, es muy probable que Bachelet avance con una agenda que es transversal a todas las regiones del mundo y que demanda cada vez mayor atención: la igualdad de género. Su compromiso con esa causa es, sin dudas, una de las razones por las que Guterres la nominó.
"Creo que debe cumplir una función esencial en su primer año de mandato —dijo Salmón—. En el marco de los órganos de derechos humanos de la ONU no existe paridad de género. A pesar de que el secretario general hace hincapié en mejorar la situación de la mujer, y de que en 2017 hizo un esfuerzo importante en los altos cargos, lo cierto es que no hay paridad en muchas dependencias. Por ejemplo, hay buena representación femenina en los comités para los derechos de la mujer y del niño, pero no en otros. Hay una estigmatización".
Quienes piensen que Bachelet va a privilegiar a América Latina en sus nuevas funciones, no la conocen bien
Algunos casos son notables. En el comité de la ONU sobre los derechos de los migrantes hay sólo tres mujeres sobre un total de 14 miembros. En el de las personas con discapacidad hay sólo una sobre 18. En lo que respecta a la docena de mandatos especiales creados por el Consejo de Derechos Humanos para supervisar ciertos países en problemas, apenas cuatro están a cargo de mujeres.
"Mi expectativa personal es que Bachelet, que fue directora de ONU Mujeres, y que habló siempre de la equidad de género como una herramienta para un mundo más justo, lo considerará como uno de los primeros temas a tratar. Para que la organización no permita que en ningún nivel se produzcan estas disparidades, porque la igualdad de género es un derecho humano", concluyó Salmón.
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