El capitán Jair Messias Bolsonaro es por sobre todo un gran provocador. No tiene filtro. Lanza al aire lo que piensa sin importarle a quien lastima. En una entrevista con la revista Veja afirmó que la dictadura chilena de Augusto Pinochet, que mató a más de 3.000 personas "debía haber matado a más gente". También elogió al presidente peruano Alberto Fujimori como un "modelo" por su autogolpe. Aseguró que sería "incapaz de amar a un hijo homosexual" y que en ese caso preferiría que "muriera en un accidente". De una colega parlamentaria dijo que "no merece ser violada: es muy fea". Cree que los negros "no sirven ni para procrear". Afirmó que es "favorable a la tortura" y llamó a la democracia "de mierda".
Cuando le preguntaron cuál sería su primera medida si llegara a la presidencia respondió que no tenía "la menor duda de que cerraría el Congreso y de que daría un golpe el mismo día". En otro momento pidió el fusilamiento del entonces presidente Fernando Henrique Cardoso. Por supuesto, desde siempre defiende a la dictadura brasileña (1964-85) y dice que fue "una época gloriosa". Y su máxima actuación la tuvo durante la votación en el Congreso, donde es diputado desde 1991, de la destitución de Dilma Rousseff. Cuando le tocó votar, Bolsonaro hizo un homenaje al coronel Brilhante Ustra, el responsable de las torturas sufridas por la presidenta en 1970.
Más allá de todas éstas barbaridades, Bolsonaro era tomado hasta hace poco como un personaje folklórico, un diputado aislado de la ultraderecha que le gustaba lanzar insultos sin mirar a quién. Pero ahora, se convirtió en el candidato que de no poder presentarse el ex presidente Lula da Silva a las elecciones de octubre como se prevé, podría alcanzar la presidencia de uno de los cinco países emergentes más importantes del planeta. La última encuesta de Ibope, le da a Lula un 33% de la intención de voto. Pero en un escenario sin el ex presidente, Bolsonaro aparece primero con el 17 %; seguido de la ex ministra Marina Silva, con 13 %; el socialdemócrata Ciro Gomes, 8 %; y el ex gobernador de San Pablo Geraldo Alckmin, 6 %. El 22% de los electores dice que anulará su voto. La elite política de Brasilia tiene esperanzas de ir a una segunda vuelta en la que creen que cualquier otro candidato más centrista podría derrotar a Bolsonaro. Pero por ahora, el capitán tiene el camino despejado para llegar al Planalto.
Bolsonaro es el primer oficial retirado de las fuerzas armadas con la posibilidad de tener una candidatura viable desde el regreso a la democracia. Y asegura que si llega al poder se rodeará de otros militares. Dijo hace poco que nombraría a varios generales en su gabinete "no porque son generales, sino porque son competentes".
Conceptos peligrosos en un momento en que la fe en la democracia está en uno de sus puntos más bajos de la historia reciente de Brasil, sobre todo después de la destitución de la presidenta Rousseff en 2016 y las revelaciones de los escándalos de sobornos que involucran a los principales partidos políticos. Una encuesta de Latinobarómetro indica que solo el 13% de los brasileños están satisfechos con el estado de su democracia, la cifra más baja entre los dieciocho países en los que se hizo el estudio. El sondeo también arrojó que solo el 6% de los brasileños respalda al gobierno de Michel Temer, muy por debajo de otros en la región que también son muy impopulares como los de Venezuela y México. Pero las Fuerzas Armadas quedaron fuera, en buena medida, de esas críticas. Según otra encuesta de Datafolha del año pasado el 80% de los brasileños sigue teniendo confianza en sus militares.
Y no faltaron en los últimos tiempos manifestaciones a favor del regreso de los uniformados al poder y la mano dura para combatir el creciente narcotráfico. Los primeros llamados públicos para una intervención militar los corearon en las calles de Río de Janeiro grupos de ultraderecha durante las manifestaciones masivas de 2013 contra el gobierno de Rousseff. Desde entonces, esas consignas fueron ganando adeptos. Incluso, se escucharon durante el paro de transportistas que paralizó al país durante más de una semana en mayo. "Es un grito de desesperación en contra de la corrupción", dijo al Journal do Brasil Luciano Zucco, un joven teniente coronel que pidió licencia del Ejército para postularse a una diputación estatal. Aunque Zucco aclaró que se opone a un golpe militar: "La intervención debe darse por medio de los votos".
El general Eduardo Villas Bôas, jefe del Ejército, también dijo en un discurso reciente que quienes hablan de intervención militar "no entienden el espíritu democrático que reina en todos las cuarteles". Incluso, Dilma Rousseff, que fue prisionera y torturada por el régimen militar y que considera que su destitución fue un golpe de Estado, dijo que le sorprendería que los generales intenten cualquier maniobra golpista. "Los generales que conocí como Presidenta no se dejarían seducir por este tipo de aventuras de una intervención", dijo en una entrevista. "Hay muchas personas que intentan crear las condiciones para esto pero, por mi parte, no lo creo".
Pero la realidad es que 90 militares retirados son candidatos de algún tipo en estas elecciones. Todos se presentan como una barrera de contención ante la corrupción y la delincuencia. Y no faltan las declaraciones golpistas. El general Bôas, el comandante del Ejército, escribió un Twitter en abril en el que decía que los militares "repudiamos la impunidad", en referencia a la posibilidad de que los jueces le otorgaran la libertad al ex presidente Lula da Silva mientras apela una condena de 12 años por corrupción. El general retirado Eliéser Girão Monteiro, quien es candidato a gobernador del estado de Río Grande do Norte, pidió un juicio político a los integrantes de la Corte Suprema por la liberación de políticos sentenciados por corrupción.
Antonio Mourão, otro general retirado de cuatro estrellas, dijo a The New York Times que a ninguno de sus pares le gusta la idea de romper con el orden democrático, pero aclaró que la agitación social podría forzarlos a actuar si se frenan las acciones judiciales contra los políticos o aumenta la violencia. "Queremos adherirnos al Estado de derecho tanto como sea posible", dijo Mourão. "Pero no podemos permitir que el país caiga en el caos".
Bolsonaro promete "enderezar" el país, pero tiene dificultad para demostrar eficiencia en la gestión. Desde que entró a la Cámara de Diputados en 1990, apenas un proyecto de su autoría fue convertido en ley. Fue en 1996 y la iniciativa prorrogó beneficios fiscales para el sector de la informática y la automatización. En casi tres décadas como diputado, nunca presidió comisiones o lideró una bancada. En el área de la Seguridad Pública, que es su principal bandera, nunca presentó un proyecto. Otra iniciativa de castración química de violadores, duramente criticado por feministas, movimientos sociales y científicos, que presentó en 2013, todavía está esperando el dictamen en la Comisión de Justicia.
El diputado ya pasó por cuatro partidos y ahora es candidato por un quinto, el Social Liberal. El Partido Social Cristiano (PSC), que tiene un electorado evangélico conservador, y donde militó por diez años lo considera demasiado ambicioso y extremista. Muchas veces las fotos los muestran muy cercano a otros diputados de las bancadas evangelista y de la bala, formada por defensores del derecho a estar armados, pero no tiene ningún liderazgo sobre ellos.
Cuando fue candidateado para presidir la cámara en febrero de 2017, tuvo cuatro votos de los 513 diputados. Bolsonaro es famoso por moldear su discurso al gusto de la platea de turno. Es considerado un buen orador y mejor improvisador. A pesar de haberse declarado un "católico fervoroso", aceptó ser bautizado en el río Jordán, en Israel, por el pastor de la Asamblea de Dios, Everaldo Pereira, a su vez presidente del PSC y candidato presidencial en 2014. En ese año, Bolsonaro fue reelegido con la mayor cantidad de votos de cualquiera de sus colegas cariocas con 464.000 votos. Algunos lo llaman el Trump brasileño, pero en realidad sus posturas se encuentran bastante más a la derecha que las del presidente estadounidense.
El capitán Bolsonaro de la división de Paracaidistas apareció por primera vez en las noticias en 1987. La revista Veja lo señaló como el autor de un plan para hacer explotar bombas en varios cuarteles en protesta por los bajos salarios. Cuando fue citado por el entonces ministro del Ejército, Leônidas Pires, negó cualquier participación en el complot. A la semana siguiente la revista publicó las pruebas que lo implicaban: un croquis dibujado por el propio Bolsonaro de cómo colocar bombas en el acueducto de Guandú, en Río, y un segundo diseño que mostraba la localización de otros objetivos dentro de instalaciones militares. Se tuvo que presentar ante un Consejo de Guerra formado por tres coroneles. Dos pericias indicaron que él era el autor de los planos y otras dos lo descartaron. Sólo lo pudieron condenar por mentir durante el proceso. La evaluación del consejo fue que padecía "excesiva ambición en realizarse financiera y económicamente, revelando con ello una conducta contraria a la ética militar".
Un año más tarde pasó a la reserva y fue elegido concejal de la legislatura de la ciudad de Río. Poco después se presentó por primera vez como candidato a diputado y ganó la banca. Todos sus primeros discursos estaban dirigidos a los militares. En general, sus proyectos tratan la remuneración y otros beneficios para las Fuerzas Armadas, la liberalización de las reglas para el uso de armas y el endurecimiento de penas para los criminales, a menos que fueran cometidos por agentes de seguridad o para defender el patrimonio privado.
Con el tiempo, sus tres hijos mayores siguieron sus pasos y hoy ocupan puestos parlamentarios. Carlos Bolsonaro es concejal de Río de Janeiro, Flávio, diputado estatal de Río de Janeiro y Eduardo, diputado federal por San Pablo. Todos militan en el mismo sector que el padre y defienden sus posiciones más extremistas. El ex capitán se casó tres veces y tiene 5 hijos. Su actual esposa es Michelle de Paula Firmo Reinaldo que había sido nombrada como su secretaria en el Congreso pero tuvo que renunciar ante la acusación de nepotismo
Bolsonaro es también un fenómeno en Internet. De los actuales presidenciables es el más exitoso en Facebook con 4,3 millones de seguidores. En Twitter, acumula más de 450.000 seguidores y en Instagram otros 446.000. Además las redes sociales están abarrotadas de páginas y perfiles de "Bolsonaro al Planalto" Y tiene una enorme red de jóvenes conservadores que apenas ven una crítica al candidato responden con una andanada de mensajes. Además de trolls que difunden "la palabra" permanentemente en todas las redes, blogs y chats.
Salvo por el hecho de que por estar respaldado por un solo partido tendrá muchos menos minutos de publicidad gratuita en televisión que sus contrincantes de centro, parecería que el ex militar tiene grandes posibilidades de entrar en una imprevisible segunda vuelta. Será cuando los brasileños tendrán que decidir el dilema que plantea Bolsonaro: el regreso al "orden y progreso" ya expresado por los militares en los más de veinte años de dictadura o encontrar un candidato de consenso que restablezca la confianza en la democracia y repare la grieta que divide al país.