Hace diez días, esta iglesia no estaba llena de feligreses, sino de estudiantes. A eso de las 15 horas del viernes 13 de julio, los estudiantes abandonaron la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua), ante una ofensiva militar ejecutada por fuerzas parapoliciales del régimen.
Decenas de estudiantes que mantuvieron ocupada las instalaciones de la universidad pública más grande del país durante dos meses y cinco días se refugiaron en el templo, ubicado en una zona residencial de clase alta y construido entre 2004 y 2006. Hasta ahí fueron perseguidos y durante 15 horas la iglesia fue atacada con un intenso volumen de fuego.
En la nave principal, donde este domingo se desarrolló una misa de desagravio presidida por el cardenal Leopoldo Brenes, los estudiantes se ubicaron debajo de las bancas, en el piso, para evitar el impacto de los tiros que provenían desde la calle. Otra parte de jóvenes, incluyendo los heridos, médicos voluntarios y periodistas, permanecieron pecho a tierra en la casa cural, adonde se llega cruzando el parqueo, dentro de la propiedad eclesiástica que está cercada con malla ciclón.
En este último sitio se encontraba el padre Erick Alvarado, vicario de la parroquia, quien concelebró la eucaristía de desagravio. "Había alrededor de 70 jóvenes apiñados en el piso, estábamos sin energía eléctrica", relata.
A algunos los conocía de cara, cuenta el cura de 38 años que en este octubre cumplirá tres años de haberse ordenado como sacerdote. "Tenían dos meses de estar ahí", dice refiriéndose a la barricada levantada en la esquina de la iglesia, que ahora ya no está. "Algunos buscaban confesión de vez en cuando", agrega.
En una ocasión, cuenta una de las colaboradoras más cercanas del cura Alvarado y del párroco de la iglesia, el padre Raúl Enríquez, celebraron una misa en la calle, cerca de las barricadas levantadas por los estudiantes.
"Les fui a preguntar si querían participar, varios dijeron que sí. Uno de ellos dijo que iría pero que no era católico, así que le dije que se sentara conmigo", cuenta la señora. El joven que entonces accedió a ir a misa sin ser católico fue el que asesinaron los parapoliciales la madrugada del sábado 14. "¡Era el Chino!, ¡si era un niño!", dice sobre Gerald Vásquez, quien recibió un disparo en la cabeza cuando se enfrentaba a los paramilitares desde las barricadas y agonizó en la casa cural ante la mirada impotente y los gritos de sus compañeros.
"Algunos jóvenes en la desesperación hacían llamadas a sus padres, se despedían, pero lo que mas dolió fue el momento en que murió este joven, Gerald, en la casa cural. Ver a todos desesperados, llorando, sin poder hacer nada, él con la masa encefálica expuesta, ¡y sin poder hacer nada!", relata el padre Alvarado. En la misa de este domingo se ofreció una intención por Gerald y por su compañero Francisco José Flores, quien también cayó herido mortalmente durante ese ataque.
La agresión a la iglesia Jesús de la Divina Misericordia duró 15 horas. Luego de las primeras horas de disparos, la noche del viernes 13 de abril, y gracias a las gestiones del nuncio Waldemar Stanilaw Sommertag se logró que el Gobierno deje salir a los heridos que estaban en el templo. Con ellos también salió el periodista estadounidense Joshua Partlow, del Washington Post, quien había llegado a cubrir el ataque a la UNAN-Managua y se quedó atrapado junto con los estudiantes. Las demás personas pudieron evacuar hasta la mañana del sábado, también por gestiones del nuncio y de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN).
La noche del viernes 13, la UNAN fue tendencia mundial en Twitter, más de 100.000 tuits sobre el ataque se escribieron en esa red social. El secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Paulo Abrão, solicitó insistentemente el cese del ataque y que dejaran sacar a los heridos, y señaló que días atrás los estudiantes atrincherados habían expresado su intención de desalojar el recinto.
En iguales términos se refirió esa misma noche el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, y el secretario general de la OEA, Luis Almagro.
El 15 de julio el Washington Post dedicó su noticia principal al ataque contra esta iglesia. Pictoline realizó una historieta basada en la crónica escrita por Joshua Partlow que se compartió más de 8.000 veces.
"En medio de las balas uno no piensa en la muerte, piensa en su familia: ¿Cómo les irá sin mí? ¿Les causará dolor?… Se tira al piso y espera el "trac, trac, trac" interminable de las ráfagas", escribió el periodista nicaragüense Ismael López, quien también se quedó atrapado en el templo, en una crónica publicada en el portal de la BBC Mundo titulado "Nicaragua: cómo fue vivir más de 15 horas bajo el asedio de fuerzas paramilitares en una iglesia llena de estudiantes".
Durante esas horas el padre Alvarado intentó rezar. "Tenía el rosario en mi mano, intentaba rezar y no podía, además de miedo tenía un dolor en el corazón, pero contemplaba la imagen de Cristo crucificado y le decía: 'Señor, Señor, me entrego a tu voluntad. Pensé que iba a morir y me entregué al Señor. Que fuera su voluntad'", relató a Infobae.
Las huellas: los balazos
La única luz que esa noche y madrugada quedó encendida en todo el templo estaba en la capilla donde se encuentra la hostia consagrada. Una lucecita pequeña que funciona con baterías porque el servicio de energía eléctrica fue cortado. En esta capilla es donde mejor se observan las huellas del ataque: balazos en los cinco ventanales, hoyos de distintos tamaños en las paredes, en la imagen de Jesús de la Divina Misericordia e, incluso, en el sagrario.
Mientras afuera, en la nave principal, el cardenal Leopoldo Brenes, realizaba la cuarta misa en desagravio (los católicos realizan misas en desagravio para pedir perdón por las ofensas y cuando ha sido profanado algo considerado santo), dentro de la capilla, tres feligreses se arrodillaban ante la imagen que tiene tres impactos de bala. Esta no será restaurada. Los agujeros de la pintura "representan el sufrimiento del pueblo", dijeron los curas a los periodistas el 21 de abril, cuando volvieron a dar misa después los ataques, informó El Nuevo Diario.
Después de que el cardenal Leopoldo Brenes junto con el nuncio llegaron a la iglesia la mañana del sábado 14, tras negociar con el Gobierno la salida de las personas atrapadas, los estudiantes salieron en buses hacia la catedral de Managua, y personas cercanas a la iglesia llegaron al templo para ayudar, entre ellos, el sacristán Ervin Francisco Cuadra, quien recuerda un panorama de desolación. "Había sangre en la casa cural, en el templo encontramos vidrios, casquillos de bala, hoyos en las paredes a causa de los balazos", detalla.
Esta mañana de domingo los feligreses cantaron y rezaron. El cardenal insistió: "Las palabras feas que nos puedan dar, no las respondamos con otra palabra fea. Nicaragua está dividida y sufre por la división".
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