En un comunicado, los presidentes "condenan todo tipo de violencia y alientan al Gobierno y al pueblo de Nicaragua a retomar el diálogo nacional coordinado por la Conferencia Episcopal, con el objetivo de consensuar una solución pacífica a la grave crisis y apoyar los esfuerzos de cooperación a nivel de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), para la investigación y esclarecimiento de los hechos de violencia".
Asimismo, subrayan la importancia de "fomentar la paz, restablecer el clima de convivencia pacífica, respetar la institucionalidad democrática y garantizar el derecho de la ciudadanía a manifestarse". Para concluir, los mandatarios expresan su solidaridad con los familiares de las víctimas de los hechos de violencia.
Nicaragua está sumida en la crisis política más violenta desde la década de 1980, cuando Ortega también era presidente.
Las protestas contra el mandatario, que lleva once años en el poder, y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, comenzaron el 18 de abril pasado por unas fallidas reformas a la seguridad social, y se convirtieron en una exigencia de renuncia con acusaciones de abuso y corrupción. Hasta el momento, ya se registraron más de 160 muertos.
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