Apenas habían pasado unos días desde que el papa Francisco se disculpó públicamente con las víctimas de abuso del mayor cura pedófilo de la historia chilena cuando una nueva bomba de tiempo amenaza con cimbrar a esta institución.
Los implicados son los hermanos maristas, una congregación religiosa -cuyos miembros hacen votos de castidad, pobreza y obediencia y no son considerados sacerdotes porque no pueden impartir los sacramentos- que tuvo en su seno a violadores cuyas víctimas dicen recordar encierros, el cuerpo adolorido y manos que les pasaron encima sin su consentimiento. Según han denunciado, estos religiosos los abusaban y luego les achacaban la responsabilidad de sus actos. Por eso los niños callaron y en algunos casos tardaron más de 40 años en hablar. Pero ahora que lo hicieron, la Iglesia católica vuelve a verse acorralada.
Y así, mientras Francisco terminó de escuchar en el Vaticano a los afectados por el sacerdote Fernando Karadima y 31 obispos chilenos están por iniciar una audiencia con él para enfrentar el escándalo que persiguió al pontífice durante su visita a Chile en enero pasado, los señalamientos contra los maristas se cuelan hasta la prensa chilena.
Hubo abuso sistemático con múltiples abusadores en el tiempo dentro de la congregación y afuera de la congregación
El caso encabezó los titulares locales en agosto de 2017, cuando la jerarquía de su congregación denunció a uno de los suyos, Abel Pérez, por abusar y violar a 14 menores de edad en dos colegios. La indignación creció dentro y fuera de Chile porque estos sacerdotes tardaron siete años en poner a Pérez a disposición de la justicia pese a que él mismo había revelado sus abusos en 2010. Según dijo, las agresiones fueron cometidas entre 1970 y 2008, lo que permite suponer que al menos un caso aún puede ser llevado ante la justicia.
En Chile los delitos por abuso sexual prescriben a los diez años a partir de sucedido. Sin embargo, la prescripción no avanza si se interpone una denuncia.
Luego de que la congregación admitiera los abusos, nuevos agredidos revelaron a la opinión pública los horrores que vivieron y declararon que fueron víctimas de abuso sexual de parte de profesores, guías scout y confesores. En marzo y abril pasados, ocho agredidos presentaron dos querellas contra diez personas: seis maristas, un cura capuchino y tres sacerdotes católicos.
Eneas Espinoza, de 44 años, dice que fue agredido por primera vez a los seis años y precisó a The Associated Press que Jorge Franco, de 55, pronto presentará otra denuncia. Asimismo, hay otros cuatro en el proceso de reconocerse como víctimas y ocho siguen una terapia, con lo que podrían alcanzarse 21 demandantes en total.
Según Espinoza, otras 15 personas admitieron ser víctimas pero no quieren exponerse públicamente ni denunciar. "Las razones de ello son muchas: temor a las reacciones sociales, familiares, estigmatización", explicó. También hay temor de que las denuncias se entiendan como un ataque a la congregación o a la Iglesia. "Acá no se trata de eso".
Juan Pablo Hermosilla, abogado de algunas víctimas, dijo a la AP que conoce al menos unos 20 casos de abusos, aunque cree que podría haber más.
Es una situación sin precedente
"Es una situación de abuso sistemático en el cual hay múltiples abusadores en el tiempo dentro de la congregación y afuera de la congregación", dijo el jurista. "Es una situación sin precedente".
AP intentó reiteradamente conversar con abogados y directivos de la Congregación, pero uno de sus voceros, Héctor Villena, respondió: "en estos días la Congregación ha decidido no hacer declaraciones".
La mayoría de los abusados se dieron a conocer públicamente después de la visita a Chile del papa Francisco en enero, quien provocó malestar cuando se enteraron de que el pontífice recibió en la Nunciatura Apostólica al ex vocero marista Mariano Varona, quien ha sido acusado de encubrir a Pérez por siete años.
El escándalo siguió al caso Karadima, que no ha dejado de darle dolores de cabeza a Francisco desde su visita a Chile, cuando desató la ira de miles de chilenos al desestimar acusaciones contra Juan Barros, obispo de la diócesis sureña de Osorno, por haber encubierto a Karadima. Incluso un cardenal cercano al papa se molestó por la manera en la que trató a las víctimas y para descomprimir la situación designó en febrero al arzobispo Charles Scicluna, considerado el mejor investigador de abusos sexuales del Vaticano, para escuchar testimonios sobre Barros. Y, aunque estaba fuera de su mandato, Scicluna también escuchó a un grupo de ex alumnos que hablaron sobre pedófilos maristas.
Scicluna, según los afectados por esa congregación, los instó a perseverar en la investigación canónica en curso y a denunciar ante la justicia criminal a los abusadores aunque los delitos estén prescritos.
El relato de los abusados
Jaime Concha, de 55 años, es un médico de familia que relató a la AP que en la década de los setenta, a los 12 años, acudió a un campamento scout sin imaginar que sería víctima de abuso sexual. Como enfermó durante el viaje, no pudo salir de excursión y quedó bajo el cuidado de Abel Pérez, quien le dio agua de yerbas con licor.
Con el ceño fruncido y mirando al vacío, Concha aseguró que Pérez lo llevó a su carpa "y cuando desperté en la noche él estaba abusando de mí… Ya me había violado".
Cuando desperté en la noche él estaba abusando de mí… Ya me había violado
"Mira las cosas que me haces hacer", le dijo Pérez. "No te preocupes, yo ya le pedí a Dios que te perdone tú pecado".
El médico afirma que también los abusaron otros dos maristas, un cura capuchino y tres sacerdotes católicos.
En Chile, los abusos sexuales en el Instituto Alonso de Ercilla solían ocurrir en un subterráneo de la escuela, en los dormitorios de los maristas que vivían en una casa aledaña conectada al colegio, en retiros espirituales y en excursiones de scout donde los alumnos que han testificado afirman que los maristas les daban de beber leche con licor.
Jorge Franco, por su parte, dijo a la AP que a los 15 años fue abusado por Ortega mientras un sacerdote católico lo observaba. En otra ocasión, cuenta, hizo lo propio el capuchino.
Concha y Franco aseguran que el actual rector del IAE, Jesús Pérez, los llevó al subterráneo del colegio, los obligó a desnudarse, ponerse una túnica, esperar su turno para rendir un supuesto "examen vocacional" y determinar si pondrían unirse a la comunidad. Sin embargo -afirmaron- después de eso los entregaba a sus abusadores.
Me dijo que yo era un pecador, que yo lo había hecho pecar a él, pero que el Señor me había perdonado
Un tercer entrevistado por la AP, Gonzalo Dezerega, de 55 años y jefe de vendedores, relató llorando que Abel Pérez también lo violó en las duchas del Instituto. Como en los otros casos, afirma que Pérez lo responsabilizó y le dijo que "yo era un pecador, que yo lo había hecho pecar a él, pero que el Señor me había perdonado, que él había hablado con Dios para que me perdonara". En aquel entonces, recuerda, tenía diez años.
Los entrevistados por AP detallaron lo que sucedía durante los abusos y tanto Concha como Franco aseguraron que el rector del instituto, Jesús Pérez, fue cómplice de los sacerdotes pedófilos. Sin embargo, éste rechazó las acusaciones. "Yo lo niego totalmente porque no tengo nada que ver. Yo los conozco, estaba acá, trabajaba aquí, pero que me acusen de cómplice, no", ha sostenido Pérez.
Como los religiosos culpaban a los niños de sus delitos, que ellos llamaban pecados, al menos tres víctimas aseguraron a la AP que crecieron con sentimientos de culpa, aunque bloquearon los abusos por décadas. Sin embargo, cuando Concha y Dezerega vieron en agosto la noticia de que habían denunciado a Abel Pérez, empezaron poco a poco a derribar el muro que escondía sus recuerdos.
Las víctimas aspiran a que se elimine la prescripción de los delitos sexuales contra niños y adolescentes y que se reformulen y fortalezcan las medidas de seguridad en todos los colegios chilenos. El presidente Sebastián Piñera propuso modificar un proyecto para que estos delitos no prescriban, pero aunque se convirtiera en ley su aplicación no es retroactiva. También aspiran a que el Vaticano conforme una comisión de verdad, justicia y reparación.
Chile es una piedra en el zapato para el Vaticano: entre 1995 y 2017 los fieles de la Iglesia Católica cayeron de 75% a 45%, según un estudio de Latinobarómetro. El declinar estuvo marcado por el escándalo de curas pedófilos, empezando por Karadima.
por Eva Vergara / AP
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