Cuba: transición a la caribeña, con mucho mojito y música de los Rolling Stones

Miguel Díaz-Canel asume la presidencia de Cuba. Raúl Castro deja el puesto pero no todo el poder. Una transición que va a depender más de lo que haga Donald Trump que de la propia dirigencia cubana. ¿Qué va a suceder con el deshielo que lanzó Barack Obama y la diplomacia del rock?

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"¡El compañero Obama va a tener que venir más seguido porque está haciendo milagros!", me dice Arnoldo lanzando una carcajada mientras se toma un ron en un antiguo bar de La Habana Vieja. Un rato antes había pasado por curiosidad a ver las obras de asfalto y limpieza de cañerías en el Malecón. "Y no es solo aquí, chico. Por mi casa, yendo para el aeropuerto Martí, también dejaron todo bien prolijito", sigue contando con una sonrisa de dientes blancos este moreno alto y delgado que estudia informática en la universidad de La Habana. Cuba se preparaba en ese momento para la histórica visita del primer presidente de Estados Unidos en casi 90 años y tras medio siglo de Guerra Fría entre los dos países. Era marzo de 2016 y un viento huracanado de esperanza soplaba por toda la isla. Barack Obama lanzaría la primera pelota de un partido de béisbol entre "selecciones" y hasta los Rolling Stones harían el primer recital de gran magnitud en Cuba. Se venía un deshielo moderno, descontracturado, fuera de los círculos tradicionales. En los pasillos del poder cubano el tema central era la salida de Raúl Castro y la asunción de Miguel Díaz-Canel. Comenzaba una apertura inédita. Desde entonces, en apenas dos años, hubo muchas idas y vueltas desde Washington y también dentro del secretivo Partido Comunista y la Asamblea Nacional cubana. Trump, bombardeó los esfuerzos de su antecesor. La fecha del traspaso de mando en la isla se pospuso varias veces. Ahora, en forma sorpresiva, se adelantó. El realismo mágico caribeño tiene estas cosas.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca volvió a poner hielo donde ya había agua fluyente. Lo que plantó Obama fue arrancado de un manotazo. Para colmo, un sistema de escuchas plantado por los cubanos sobre la embajada estadounidense del Malecón tuvo, aparentemente, un desperfecto que terminó dejando sordos a todos los funcionarios que trabajaban en su interior. Una excusa perfecta para que Trump hablara de agresión, le diera la razón al núcleo más duro de los exiliados de Florida y terminara con un deshielo que comenzaba a tener sus frutos económicos. Pero Raúl Castro siguió con su plan. Ya había marcado a su delfín, Díaz-Canel, el ex primer secretario del PC de las provincias de Villa Clara y Holguín, de 57 años (joven ante la gerontocracia liderada por los Castro), conocido por su ingenio para improvisar ante las crisis y por disfrazarse para controlar a los empleados. Hoy, asume Díaz-Canel la presidencia de Cuba con el mandato de profundizar la apertura económica cubana.

Miguel Díaz-Canel y Raúl Castro(AP)
Miguel Díaz-Canel y Raúl Castro(AP)

Hugo Cancio es un buen ejemplo de esa nueva Cuba. Salió del país en el famoso éxodo del puerto de El Mariel en abril de 1980. Ahora vive entre Miami y La Habana haciendo negocios y asegura que "en este momento en Cuba hay lugar para el entendimiento y la cercanía en todos los sentidos". Cuando se enteró en el 2010 que Raúl Castro lanzaba una reforma económica en la isla, fundó la compañía Fuego Enterprises y comenzó a buscar socios. En unas horas tenía el dinero para invertir en medios de comunicación y entretenimiento y pasar en poco tiempo a las transacciones inmobiliarias. Hoy tiene una muy exitosa publicación de negocios que se llama "On Cuba" –editada en papel en Estados Unidos y on-line para la isla- y otra revista dedicada a los inversionistas de obras de arte y desarrollos edilicios. Cuando le pregunto a Cancio cómo va a ser la Cuba que viene me dice que será una mezcla tan buena como la del mojito. "No será como Vietnam pero tampoco como Puerto Rico. Cuba se parecerá al modelo de país que los cubanos todos seamos capaces de construir y defender. El país se parecerá a los cubanos, tanto los de adentro como a los de fuera".

Estos nuevos emprendedores surgen como hongos entre las fantásticas y semi derruidas casas habaneras de principios del siglo veinte con fachadas italianas, españolas y francesas. Los "paladares", esos restaurantes que aparecieron hace quince años y que funcionaban en casas de familia entre abuelas en mecedoras y niños corriendo al perro, ahora ya son magníficas terrazas con vista al Malecón y sofisticados platos. En estos días para ir a los mejores, como el VIP, donde Cancio tiene una paella con su nombre, o al Lauren en un quinto piso de la calle 21, hay que reservar con al menos tres días de anticipación. También explotó el alquiler de habitaciones y departamentos. El economista Omar Everleny calcula que en los últimos tres años se sumaron 18.000 camas para acomodar turistas. Eso equivale a 31 hoteles como el famoso Habana Libre de 20 pisos. Hasta el exitoso sitio de alquiler "Airbnb" comenzó a operar con unos departamentos espectaculares en La Habana y la playa de Varadero y Cayo Coco. Turistas no les faltan. El año pasado, el sector aumentó oficialmente un 17% aunque fuentes de la industria ponen esa cifra en al menos el doble. Los estadounidenses también se adelantaron a los levantamientos de restricciones para viajes y los saludos protocolares de los presidentes. En el 2015 ya fueron 140.000. Después de Trump, el flujo de turistas disminuyó un poco pero aún se ven hordas haciendo cola frente al Floridita, famoso por las incursiones de Ernest Hemingway en los cincuenta. Se mueven en tours enormes. Cada mañana llega, por ejemplo, a la puerta del hotel Capri, que guarda el estilo retro de los cincuenta, un convoy de Chevrolets, Fords e Impalas de 60 años de antigüedad pero en un estado impecable, para llevar a un contingente de paseo.

(EFE)
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Unas 500.000 personas, el 10% de la fuerza laboral cubana, ya trabaja alrededor de esta industria como "cuentapropistas". Y al menos otro medio millón hace negocios aledaños como acercar gente a los "paladares", vender cigarros que "se caen" de las fábricas estatales, convertir un viejo auto en un taxi de lujo o cantar el "guantanamera" por milésima vez en cualquier lado que un turista se pare a tomar agua o a comer algo. Obviamente que todo esto crea una expectativa que recalienta la economía. Aquí siguen conviviendo dos monedas, la del peso cubano y la del peso convertible o CUC que vale 25 veces más. Y, por supuesto, todo se mueve en CUCs, que cotiza más que el dólar (casi 1,20). El PBI del país creció el año pasado un magro 1,3%. En el Banco Mundial calculan que para aumentar el crecimiento se necesitaría una inversión de al menos 2.500 millones de dólares al año. Y sugieren observar muy de cerca el déficit del presupuesto que el año pasado se duplicó hasta llegar a más del 6% del PBI. El Estado todavía emplea a las tres cuartas partes de los cubanos y sus sueldos no superan, en promedio, los 30 dólares mensuales.

"Esto se está poniendo como en cualquier otro lugar del mundo. Unos pocos se hacen ricos y los otros lo miramos desde el Malecón, como lo venimos haciendo desde hace 60 años", lanza Emelinda, una profesora jubilada con la que converso mientras caminamos por el tradicional Paseo del Prado habanero. Allí cerca, hay uno de los pocos lugares donde los cubanos se pueden conectar a Internet. Tienen que hacer una cola, siempre larga, para comprar una tarjeta de 2 CUC (el 10% del salario mensual de un empleado estatal) por una hora de servicio y luego intentar navegar con una enorme lentitud. La gente se agolpa en las veredas de las oficinas u hoteles que tienen conexión y tratan de navegar o llamar desde allí. Los cubanos lo denominan "Internet del cordón", por el lugar donde se sientan a intentar conectarse al mundo.

De todos modos, la puerta ya se abrió más allá de la retórica del régimen que insiste en que "aquí no se dará ni un paso atrás". La periodista disidente Miriam Leiva cree que todo es apenas parte del discurso para "la tribuna" interna. "Obviamente que el gobierno no puede decir otra cosa que acá puede venir el Papa, Obama y hasta los Rolling Stones pero nada va a cambiar. Pero no es cierto. La visita de Obama abrió un diálogo directo con la sociedad civil y esa es una canilla que una vez que se abre no se puede cerrar", explica Leiva en su pequeño departamento del barrio de Playa.

De Díaz-Canel se sabe poco y nada. Cuando actuaron en La Habana los Rolling Stones dijo que le gustaban más Los Beatles pero se lo vio dando una vuelta por la Ciudad Deportiva, donde se realizó el megaconcierto, para estar cerca el lanzamiento de "la diplomacia del rock". En Villa Clara se enfrentó a toda la cúpula del partido para que permaneciera abierto el bar "El Menjunje", centro de la actividad gay y del movimiento LGTB. Es de pocas palabras. Se casó al menos dos veces. Tiene dos hijos. Es ingeniero electrónico. Llegó arropado por Raúl Castro. Se sacó de encima a duros competidores como los ex cancilleres Robaina y Pérez Roque o el vicepresidente Carlos Lage. Ahora, tendrá que enfrentar a toda la vieja guardia para imponer la profundización de las reformas que tanto necesita Cuba. Los hermanos Castro sobrevivieron en el poder a doce presidentes estadounidenses y seis Papas en Roma. Díaz Canel apenas tendrá cuatro o cinco años, bajo la dura mirada de Raúl, para demostrar que puede incluir a Cuba en la globalización. Luego, también tendrá que dejar paso a los nietos y los bisnietos de la revolución.

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