La VIII Cumbre de las Américas de Lima tiene muchas probabilidades de convertirse en un hito para la historia reciente de la región. Al producirse en el ocaso de la era bolivariana, y en plena consolidación de gobiernos de signo opuesto, es posible que marque el inicio de un nuevo orden en las relaciones continentales.
Esa es una de las conclusiones a las que arribó Robert Evan Ellis, profesor de Seguridad Nacional y experto en América Latina del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, en un artículo publicado en el sitio de Global Americans, reconocido think tank estadounidense abocado al estudio de la política americana.
En ningún otro momento desde 1994, la región estuvo dominada por un grupo de líderes tan comprometidos con las reglas de la democracia liberal
El autor destacó que estas cumbres han servido siempre como un "barómetro" del estado de la relación entre América Latina y Estados Unidos. Es por eso que la inesperada decisión del presidente Donald Trump de no participar, para enfocarse en la crisis siria, cubrió al evento con un manto de incertidumbre.
"La retirada de Trump crea el riesgo no menor de que la cumbre de este año pueda convertirse en una discusión sobre el vínculo de la región con Estados Unidos, pero conducido en términos menos favorables, a la sombra de la ausencia del presidente estadounidense", dijo Ellis.
La retirada de Trump crea el riesgo no menor de que la cumbre se convierta en una discusión sobre el vínculo de la región con EEUU
Si bien la administración Trump no modificó en aspectos fundamentales la percepción de Estados Unidos sobre sus vecinos continentales, "el tono de su discurso y la interpretación mediática de sus mensajes han llevado a la región a reevaluar su visión de Estados Unidos" y el tipo de relación que desean mantener, apreció el experto.
Los cambios de último momento en la delegación que enviará Washington no son menores. Las Cumbres de las Américas son la ocasión elegida por la diplomacia estadounidense para promover sus preferencias de política pública en la región. En este caso, uno de los ejes será que los países latinoamericanos elijan a Estados Unidos como socio comercial y de negocios, por encima de otros países, como China.
Pero no será fácil. "Cualquier ambición de Estados Unidos de imponer agenda en esta cumbre será, en el mejor de los casos, una batalla cuesta arriba —escribió Ellis—. Por un lado, el humor de la región hacia Estados Unidos es cordialmente escéptico. Para ser justos, esa postura es más una reacción a la comunicación estratégica del presidente Trump, que a sus políticas. Aunque la retirada unilateral del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por su nombre en inglés), la renegociación del NAFTA, la suspensión del estatus protegido de inmigrantes haitianos, hondureños y salvadoreños, y el anuncio de que desplegará tropas de la Guardia Nacional en la frontera con México, han hecho poco por mejorar su influencia en la región".
Por eso era tan importante la presencia de Trump el viernes 13 en Lima, para revertir algunos de esos prejuicios. El anuncio de que no irá ha debilitado la posición estadounidense.
No obstante, a pesar de estos contratiempos, Ellis consideró que la cumbre sigue siendo una oportunidad para que se discutan en América asuntos más afines a la perspectiva norteamericana. La principal razón es el cambio en el ciclo político de los principales países latinoamericanos. "En ningún otro momento desde la primera Cumbre de las Américas en Miami, en 1994, la región estuvo dominada por un grupo de líderes políticos como los que están hoy en el poder, tan comprometidos con una visión del orden basada en las reglas de la democracia liberal", sostuvo el académico.
La clave en este punto es el declive del bolivarianismo que inundó a la región durante los 2000. "En la sombra del descenso de Venezuela al autoritarismo corrupto, la insolvencia y el caos económico, gobiernos conservadores han retornado al oficialismo en Brasil, Chile, Argentina y Perú, cambiando la dinámica política de Sudamérica y de sus instituciones asociadas".
Líderes conservadores y centristas promercado probablemente lleven la Cumbre hacia posiciones consistentes con los intereses de Estados Unidos
La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) sobrevive y sigue siendo el centro político de la resistencia al orden liberal liderado por Estados Unidos. Pero va perdiendo adherentes y capacidad de influencia.
No sólo por el colapso venezolano. La transición política en Ecuador, con el ascenso del moderado Lenín Moreno y su enfrentamiento con Rafael Correa, aleja al país de sus antiguos aliados. Nicaragua y Bolivia, los dos países que continúan en la misma sintonía que antes, son demasiado débiles y carecen de los recursos económicos y diplomáticos para asumir el deteriorado liderazgo venezolano en la cruzada contra Washington.
"La colección de líderes conservadores y centristas promercado que hay hoy en América Latina probablemente lleve la Cumbre hacia posiciones consistentes con los intereses de Estados Unidos, y con un statu quo promercado y prooccidental, aún sin la mano fuerte y visible del liderazgo estadounidense", afirmó Ellis.
Si bien la renuncia en Perú del presidente Pedro Pablo Kuczynski había despertado alguna incertidumbre, ésta se despejó con la determinación de su sucesor, Martín Vizcarra, de mantener la decisión de no invitar a Nicolás Maduro al evento. La situación venezolana será tratada de manera crítica, aunque con cautela, para no herir la susceptibilidad de los pocos países que continúan siendo socios de Caracas.
Por otro lado, es cierto que esos remanentes populistas pronunciarán encendidos discursos antiestadounidenses, y que incluso gobiernos más cercanos a Washington expresarán su preocupación con las medidas migratorias y contrarias al libre comercio tomadas por Trump. Pero es altamente improbable que eso termine en la adopción de políticas antiestadounidenses en el documento final.
En cualquier caso, Ellis consideró que hay una serie de tópicos que esta Cumbre de las Américas no puede dejar de abordar: la crisis en Venezuela, la lucha contra la corrupción evidenciada por el caso Odebrecht, el combate a la inseguridad pública, las relaciones con actores externos al hemisferio —como China, Japón, India y la Unión Europea—, y la elección de los mecanismos multilaterales de cooperación que serán priorizados en esta etapa.
"Que quede claro —dijo Ellis—, más allá del carácter generalmente conservador de los actuales gobiernos de la región, es poco probable que se alcance un consenso fuerte en la Cumbre de Lima en torno a ninguno de estos temas. Pero todos los progresos deben empezar con ideas y aspiraciones".
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