El fuego del "giro a la izquierda" en América Latina que tanto maravilló a la intelectualidad progresista de todo el mundo se viene apagando desde hace algunos años. Con la caída del precio internacional de los commodities, muchos de los gobiernos que habían basado su política en la expansión del gasto público se quedaron sin recursos y entraron en crisis.
En algunos países, como Argentina, Brasil y Chile, fueron incluso sucedidos por partidos de un signo político contrario. Este proceso llevó a ciertos observadores a hablar de un "giro a la derecha" que empezaría a perfilarse en la región.
Sin embargo, en los próximos meses hay dos elecciones que podrían enterrar ese cambio de rumbo. Curiosamente, se realizan en las dos naciones que más lejos estuvieron del vuelco hacia la izquierda de los 2000.
Este domingo se celebrarán en Colombia los comicios parlamentarios, que serán un anticipo de las presidenciales del próximo 27 de mayo. Por el momento, el ex alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, lidera las encuestas con una intención de voto que oscila entre el 20 y 25%, según las principales encuestadoras. Ex guerrillero en su juventud y admirador de Hugo Chávez, compite cabeza a cabeza con el candidato del uribismo, Iván Duque, que está a una distancia de entre dos y tres puntos.
Para buena parte del electorado, Petro representa la ruptura con la vieja política y encarna el cambio hacia una política decente
"Definitivamente, el desempeño de Petro en las encuestas es el fenómeno político de estas elecciones. En realidad, hay un virtual empate entre dos figuras que se ubican en orillas diametralmente opuestas del espectro ideológico: Petro a la izquierda y Duque, el candidato del Centro Democrático, a la derecha. Ese equilibrio ideológico, y especialmente que un candidato de izquierda registre tan bien en los sondeos, es un hecho inédito en la historia reciente del país", explicó Juan Carlos Rodríguez Raga, codirector del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes, Colombia, consultado por Infobae.
En México falta un poco más, porque las elecciones son el 1 de julio. Pero el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en los sondeos es más contundente. El ex alcalde de la Ciudad de México, máximo referente de la izquierda mexicana, está en torno al 35% de intención de voto, frente al 20-23% de Ricardo Anaya, de la coalición Por México al Frente, y el 15-18% de José Antonio Meade, del PRI.
Aún falta para ambas elecciones, y los resultados son imprevisibles. Pero, de concretarse, los triunfos de Petro y López Obrador serían un verdadero sacudón para América Latina.
Del giro al contragiro
Chávez ganó las elecciones presidenciales del 6 de diciembre de 1998 en Venezuela y terminó con el "Consenso de Washington", el proceso de reformas de mercado por el que pasó el continente en la parte final del siglo XX. Diez años después, la gran mayoría de los países habían consumado un "giro a la izquierda".
Algunos, con un perfil más populista y autoritario. Otros, con mayor apego por las instituciones. Pero unidos en el cuestionamiento al liberalismo económico y en la defensa del papel regulador del Estado.
La versión más moderada se vio en Chile, con la llegada de Ricardo Lagos a la presidencia, en marzo de 2000. El socialismo ya venía gobernando, pero como socio minoritario de la centrista Democracia Cristiana en la Concertación.
El giro a la izquierda empezó a tomarse en serio a partir de 2002, con el triunfo de Lula da Silva en Brasil. Al año siguiente se sumó Argentina, tras la inesperada victoria de Néstor Kirchner.
El punto de inflexión se produjo precisamente en la ciudad argentina de Mar del Plata, durante la IV Cumbre de las Américas, en 2005. Chávez, Lula y Kirchner se unieron para bloquear el ALCA, un tratado de libre comercio impulsado fundamentalmente por Estados Unidos.
Ese mismo año llegó por primera vez al poder la izquierda a Uruguay, de la mano de Tabaré Vázquez, del Frente Amplio. También en 2005 fueron las elecciones en las que se impuso Evo Morales en Bolivia, que asumió la presidencia en 2006, siendo desde ese momento uno de los principales alfiles de Chávez.
Otros dos miembros de la Alianza Bolivariana se sumaron en 2006. Rafael Correa ganó las elecciones en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua. Ambos asumieron al año siguiente. Y uno los países que más tarde dieron el vuelco fue El Salvador, con el triunfo de Mauricio Funes en 2009.
Dos casos dieron un giro que quedó trunco. El obispo Fernando Lugo llegó al poder en Paraguay en 2008 con un discurso afín al de los otros, pero fue un presidente extremadamente débil, que pudo hacer muy poco y que resultó destituido en un juicio político exprés en 2012. Parecido es lo que pasó con Ollanta Humala en Perú. Muchos temían que el militar nacionalista fuera un calco de Chávez, pero su mandato se caracterizó por la inacción. Hoy está preso por corrupción.
Su hándicap más notorio es la percepción de una porción importante de los votantes de que Petro es un caudillo populista con tintes autoritarios
Muy diferente fue la historia de México y Colombia en esos años. En el primero, la gran novedad que trajo el cambio de siglo fue que el PRI perdió por primera vez una elección, tras gobernar durante 71 años ininterrumpidos. El triunfo del PAN y la asunción de Vicente Fox como presidente en diciembre de 2000 terminaron de consumar la transición democrática. Si bien el PRI difícilmente pueda considerarse ya un partido de izquierda —más allá de su pasado revolucionario—, el PAN está decididamente a su derecha y se presenta como un partido conservador.
"México se ha mantenido lejano a la dinámica política latinoamericana, aún cuando somos pueblos hermanos y compartimos muchos elementos muy importantes. Por ejemplo, en los años 60 y 70, era uno de los pocos países latinoamericanos con gobiernos civiles, cuando en la región se produjeron golpes de Estado, con regímenes militares. En los 90, cuando la mayoría de las naciones tenían gobiernos legítimamente electos, en México aún gobernaba el PRI y la lucha por tener elecciones limpias seguía en pie", sostuvo en diálogo con Infobae el politólogo Daniel de la Garza, profesor de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
En Colombia, el nuevo milenio estuvo marcado por Álvaro Uribe, que gobernó entre 2002 y 2010, convirtiéndose en el presidente más fuerte en mucho tiempo. Al igual que Chávez, reformó la Constitución para quedarse más tiempo en el poder, aunque la Corte Constitucional le impidió acceder a un tercer mandato como pretendía. No obstante, se ubicó en las antípodas ideológicas del mandatario venezolano y fue su gran contradictor en la región.
La muerte del comandante en 2013 y su reemplazo por Nicolás Maduro fue un anticipo del fin de ciclo para la izquierda. La sensación se profundizó con el agravamiento de la crisis económica y social de Venezuela, que culminó en la estrepitosa derrota del gobierno en las elecciones legislativas de 2015, y en la progresiva conversión del chavismo en un régimen autoritario.
Lo que terminó de marcar un quiebre en América Latina fue la llegada de Mauricio Macri a la presidencia argentina en 2015. Luego vinieron el impeachment a Dilma Rousseff en Brasil en 2016, el triunfo de Sebastián Piñera en Chile el año pasado y el ascenso de Lenín Moreno en Ecuador, que a pesar de ser del mismo partido que Correa, son enemigos políticos y su posición es mucho más moderada.
"Es cierto que hay un giro a la derecha después de la marea rosa de la década del 2000. Pero en muchos casos se trata de un rechazo a los gobernantes de aquél entonces y no necesariamente de un enamoramiento con el mercado y los ideales neoliberales. Gente que votó a Macri tal vez estaba escandalizada con las políticas de Cristina Kirchner, y siempre lo estuvieron, pero también había una fatiga por la polarización de la era Kirchner, y no porque se hubieran derechizado", afirmó Benjamin Arditi, profesor de ciencia política en la Universidad Nacional Autónoma de México, en diálogo con Infobae.
Colombia, expectativas y temores
Petro no es cualquier candidato de izquierda. Tiene una historia pesada. En los 80, cuando tenía poco más de 20 años, fue un combatiente del Movimiento 19 de Abril, una organización guerrillera famosa por la sangrienta toma del Palacio de Justicia en 1985, que terminó con 98 muertos y 11 desaparecidos.
Siempre se sospechó que el operativo estuvo financiado por Pablo Escobar, que venía amenazando a los jueces del máximo tribunal para que declararan la inconstitucionalidad del tratado de extradición con Estados Unidos.
Petro se desmovilizó junto a otros guerrilleros en 1990 y se incorporó a la vida civil. Con un discurso de indudables componentes socialistas, pero alejado de la violencia, ganó mucha popularidad por su retórica. Fue electo senador en 2006 y alcalde de Bogotá en 2012. En 2004 lo destituyó la Procuraduría General de la Nación por un escándalo vinculado a la administración de la basura, aunque luego fue absuelto y restituido en el cargo por el Tribunal Superior de Bogotá.
"Uno de los ejes centrales de la agenda de esta elección es la dimensión que opone la nueva política a la tradicional —dijo Rodríguez Raga—. Tiene su correlato en la percepción creciente entre la población de que la corrupción es generalizada. Aunque Sergio Fajardo, y su coalición con la Alianza Verde y el Polo Democrático, intentaron desde el inicio de la campaña apropiarse de la bandera de la lucha anticorrupción, todo parece indicar que es Petro quien, para buena parte del electorado, representa la ruptura con la vieja política y encarna el cambio hacia una política decente".
López Obrador ya no es el mismo de antes. Ha hecho una coalición que para muchos es sumamente dolorosa y hace difícil usar el calificativo de izquierda
Por otro lado, el auge de Petro se puede explicar también a partir de la desmovilización de las FARC, que era el gran fantasma que ahuyentaba cualquier alternativa que oliera a socialismo. Su desaparición como guerrilla, y su fallida incursión en el terreno electoral, que terminó con la declinación de la candidatura Timochenko, dejó el camino libre para un partido de centroizquierda.
De todos modos, aunque parece que Petro entrará en la segunda vuelta, difícilmente pueda ganarla. Su figura es muy polarizante y, en un país marcado a fuego por el conflicto armado, muchos no le perdonan su pasado guerrillero ni su afinidad con Chávez.
"Quizás su hándicap más notorio es la percepción de una porción importante de los votantes de que Petro es un caudillo populista con tintes autoritarios, y el temor de que un gobierno suyo representaría un salto al vacío para el país. Por estas razones, en un escenario de segunda vuelta electoral parece razonable esperar que un conjunto de fuerzas dispares se unan en una coalición anti Petro, que podría ser suficiente para derrotarlo", sostuvo Rodríguez Raga.
Será muy importante lo que ocurra en los comicios del domingo, donde se verá la fuerza real de Petro. "Todavía le falta pasar un filtro. Creo que las encuestas pueden cambiar después de las elecciones del Congreso, que serán un catalizador que arrojará proporciones más cercanas a la realidad", dijo a Infobae Fabián Alejandro Acuña, profesor de ciencia política en la Universidad Javeriana de Colombia. "Además, en las encuestas hay un problema de subregistro, ya que generalmente miden en los espacios urbanos. Pero el voto rural, que está más apalancado por el clientelismo, es muy fuerte".
México, ante una izquierda no tan izquierdista
La trayectoria y las perspectivas de López Obrador son muy diferentes. Para empezar, porque siempre disputó el juego democrático. Empezó siendo reconocido como uno de los líderes del Partido de la Revolución Democrática (PRD), surgido en 1989 como una escisión por izquierda del PRI. En 2000 fue electo alcalde de la Ciudad de México y en 2006 lanzó su candidatura presidencial. En unos comicios muy discutidos por la paridad y la gran cantidad de irregularidades, fue derrotado por Felipe Calderón, del PAN, pero no reconoció los resultados.
"La contienda presidencial de 2006 fue muy ríspida y polarizada. Desde el gobierno federal, el empresariado y desde el equipo de Calderón se emprendió una feroz campaña en su contra, en la que lo señalaron como un 'peligro para México'. La negativa de AMLO a contestarla a tiempo le costó mucho en aquella elección. Muchos mexicanos consideran que lo robaron, y esa percepción se ha generalizado. Sin embargo, las protestas de AMLO y de sus seguidores tuvieron un impacto negativo en la opinión pública", dijo De la Garza.
Tras esa derrota, López Obrador creó el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), con el que compitió en las presidenciales de 2012, con mucho menos éxito. Al año siguiente, rompió con el PRD y ahora se presenta como candidato de la alianza Juntos Haremos Historia, conformada por Morena, el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Encuentro Social (PES).
"Una vez que AMLO decidió tomar distancia del PRD, en el gobierno de Enrique Peña Nieto, creó su propio partido —continuó De la Garza—. Muchos auguraban que la división de la izquierda alejaría a esta corriente política del triunfo, pero lo cierto es que desde entonces, Morena ha ocupado progresivamente este espacio, dejando al PRD prácticamente liquidado. El enorme desprestigio de Peña Nieto, un mandatario que tiene hasta el 80% de desaprobación, algo no visto antes en México, fortaleció la imagen pública de AMLO, incluso entre aquellos que lo veían con temor".
En este punto sobresale uno de sus parecidos con Petro, la posibilidad de capitalizar el rechazo a la política tradicional. "Un motivo que favorece a López Obrador es que hay un hartazgo por los niveles de corrupción y de violencia, que son inusitados incluso para lo que el país está acostumbrado. Los demás opositores no logran repuntar debido a la crisis de gobernabilidad dentro de sus partidos y a que varios de ellos están salpicados por escándalos de corrupción, particularmente diputados y alcaldes del otrora baluarte de la izquierda, el PRD", dijo Arditi.
Pero hasta ahí llegan las coincidencias. La diferencia crucial con el aspirante colombiano es que ha logrado presentarse como un candidato mucho más lavado y aceptable para el votante medio. "Ya no es el mismo de antes —continuó Arditi—. Ha hecho una coalición que para muchos es sumamente dolorosa y hace difícil usar el calificativo de izquierda. Se alió con el PES, un partido minoritario fundado por un pastor evangélico, pero que en el cálculo electoral le dará un 2-3% del electorado".
Además, incluyó en su lista de postulantes al Senado a antiguos dirigentes del PAN, que están en el extremo ideológico opuesto, pero le aportan recursos valiosos. "Esa incorporación de gente del establishment lima el perfil de izquierda, pero reduce el riesgo de que lo acusen de ser un peligro para México, o que esté pensando en fundar una república bolivariana", señaló Arditi.
López Obrador tiene una ventaja adicional, quizás la más importante de todas: en México no hay segunda vuelta. Es decir que le basta con sacar un voto más que el resto el 1 de julio para convertirse en presidente.
"Un eventual triunfo de AMLO tendría un impacto significativo en la política económica y, sobre todo, en la social", destacó Joaquín Galindo Díaz, coordinador de la carrera de ciencia política en la Universidad de Guadalajara, consultado por Infobae. "Podría significar hacer ajustes a este modelo para estatizar más la economía, y se comportaría como un líder populista, con una tendencia a reivindicar demandas populares mediante ajustes presupuestarios. En lo referente a combatir la corrupción existen serias dudas de que lo haga eficazmente, porque para llegar al poder ha tenido que hacer muchas alianzas con personajes de dudosa reputación moral", concluyó.
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