"Y ya se había matado, yendo al Norte, ¿cómo?, en un choque, ¿dónde?, en las traicioneras curvas de Pasamayo, pobre, decíamos en el entierro, cuánto sufrió, qué vida tuvo, pero este final es un hecho que se lo buscó".
Así es como el escritor peruano y Premio Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, hablaba en su relato de 1967 Los Cachorros de la temible ruta donde este martes ocurrió el trágico accidente de un autobús que dejó al menos 48 muertos.
En efecto, los peruanos conocen bien el lugar donde ocurrió el accidente, que por su peligrosidad recibió el apodo de "La Curva del Diablo".
Es que en la zona conocida como Pasamayo, en el norte de Lima, desde hace décadas han ocurrido numerosas tragedias víales, como la de Pichulita, el personaje del cuento de Vargas Llosa.
Sus 52 curvas, la falta de barandas metálicas y la neblina que a menudo hay en la zona, hacen que el serpentín sea una de las rutas más mortíferas del país.
La ruta, que une el distrito de Ancón con la provincia de Chancay, tiene una extensión de 22 kilómetros.
Según informa el diario local El Popular, a lo largo de los años los accidentes fueron tantos que ni siquiera el Ministerio de Transportes y Comunicaciones cuenta con estadísticas exactas sobre las víctimas.
Además, entre abril y diciembre, se suma el problema ulterior de la neblina, que complicar todavía más a los conductores que transitan la ruta.
Y aunque el accidente del autobús fue causado por el choque con un camión, en el tramo en el que transitan los vehículos pesados, tampoco la variante de Pasamayo en donde transitan los livianos está libre de accidentes mortales, causados en muchos casos por los derrumbes de arena que invaden la pista.
Miguel Sidia, experto peruano en transporte, pidió a las autoridades que inmediatamente realizaran estudios para construir una nueva carretera más lejos del acantilado donde ocurrió el accidente.
"Como peruano, es vergonzoso", dijo.
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