"Fue una situación lamentable, hubo muchas muertes crueles. Muchos cuerpos fueron carbonizados, dos decapitados y algunos de ellos tuvieron las vísceras expuestas. Creo que muchos estaban huyendo del ataque. Fue una situación bastante grave. Dos alas (del penal) quedaron prácticamente destruidas".
Las palabras del delegado Eduardo Rodovalho, a cargo de la investigación del sangriento motín ocurrido en Brasil, resumen lo ocurrido en las últimas horas.
Brasil volvió a vivir un capítulo negro en sus cárceles después de que al menos 9 personas fueran asesinadas y 14 resultaran heridas durante un enfrentamiento en una cárcel del estado de Goiás, cuando se cumple un año de la masacre carcelaria en la ciudad amazónica de Manaos.
El año comenzó con violencia en la Colonia Agroindustrial, una cárcel del Complejo Carcelario de Aparecida de Goiania, donde una disputa entre bandos rivales volvió a poner en evidencia la crisis del sistema penitenciario del país sudamericano.
De acuerdo con la Superintendencia Ejecutiva de Administración Penitenciaria (Seap), un grupo de presos del régimen semiabierto invadió un pabellón donde se encontraban reos rivales y prendieron fuego en varias instalaciones.
Algunos presos murieron carbonizados, mientras que dos personas fueron decapitadas, según relataron agentes a medios de comunicación locales.
Más de 30 personas huyeron durante la rebelión, que comenzó a las 14:00 horas (17:00 GMT) y fue controlada dos horas más tarde por las autoridades penitenciarias, que este martes realizarán un balance detallado sobre la matanza.
"No fue un acto de fuga, no fue exactamente una rebelión, sino una acción de un pabellón contra otro. La rebelión generalmente es para reivindicar alguna cosa", explicó Edson Costa Araujo, superintendente de la Secretaría de Seguridad Pública de Goiás, en declaraciones recogidas por el diario O Estado de Sao Paulo.
Los familiares de los presos se reunieron en las puertas del presidio en busca de nuevas informaciones y oraron por sus parientes.
Las muertes en la cárcel de Aparecida de Goiania se producen justo un año después de que una pelea entre importantes facciones rivales en el interior de un presidio de Manaos dejara 56 muertos, muchos de ellos decapitados o descuartizados.
Las matanzas se repitieron a lo largo del mes de enero del año pasado en otros estados de Brasil, como Rorarima y Río Grande do Norte, y dejaron un balance de más de 130 muertos, poniendo en evidencia el poder que los grupos criminales tienen en el interior de las cárceles.
Además de la falta de control por parte del Estado, las organizaciones internacionales de Derechos Humanos han denunciado en repetidas ocasiones que el sistema penitenciario brasileño es uno de los "peores" y "más inhumanos del mundo", con hacinamiento, condiciones insalubres en algunos presidios e incluso malos tratos y torturas.
Human Rights Watch (HRW) denunció en su informe anual que la crisis del sistema penitenciario brasileño es "una tragedia anunciada" y que la situación de muchos presidios remite "a la Edad Media".
Según los últimos datos del Ministerio de Justicia, la población carcelaria en Brasil llegó a 726.712 personas, lo que supone un aumento de 104.000 personas desde 2014 y constituye la tercera mayor población carcelaria en números absolutos en el mundo, solo por detrás de los Estados Unidos y China.
El número de presos recluidos actualmente en el sistema brasileño duplica la capacidad de todas las cárceles del país, que está calculada en 368.049 plazas, por lo que el hacinamiento es la norma en cada una de las prisiones, según un informe divulgado el mes de diciembre por el Ministerio de Justicia.
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