Desde hace 27 años, la política peruana gira en torno a Alberto Fujimori. Es cierto que huyó del poder en noviembre de 2000, refugiándose en Japón a meses de haber ganado una segunda reelección envuelta en denuncias de fraude, y acosado por las revelaciones sobre la corrupción y las violaciones a los derechos humanos que marcaron sus diez años de gobierno. Pero su vigencia sigue siendo indiscutible.
El apoyo que conserva en una muy considerable minoría de la población le permite a su hija, Keiko Fujimori, liderar el único partido político estructurado del país —hoy bajo el nombre de Fuerza Popular—, que ostenta la mayoría en el parlamento unicameral. Gracias a ese respaldo fue la candidata más votada en las elecciones de 2016, con cerca del 40% de los votos. Pero, como contrapartida, el fuerte rechazo que genera en el resto de la sociedad peruana es lo que explica que el presidente sea Pedro Pablo Kuczynski (PPK), un tecnócrata sin partido y no muy popular, que se impuso en el ballotage por una diferencia de sólo 0,2% de los votos, tras haber obtenido un magro 21% en la primera vuelta.
La centralidad de Fujimori alcanzó su punto más alto la semana pasada. Por su extrema debilidad, ante la aparición de la primera denuncia de corrupción, PPK quedó al borde del abismo. Cuando la constructora Odebrecht confesó ante la justicia brasileña haber realizado siete pagos por un total de 782.207 dólares a la empresa Westfield Capital, de la que Kuczynski era propietario al mismo tiempo que se desempeñaba como ministro de Economía (2004 – 2005), el fujimorismo decidió destituirlo.
Se daba por descontado que el Congreso iba a echarlo por incapacidad moral en la sesión del jueves 21 de diciembre. Pero, inesperadamente, una fracción de la bancada de Fuerza Popular liderada por el hermano menor de Keiko, Kenji, cambió su voto a último momento y rescató así a Kuczynski. Tres días después, a horas de Nochebuena, el Presidente le otorgó un indulto humanitario a Fujimori, que estaba preso en Perú desde 2007, cumpliendo una condena a 25 años de cárcel por los crímenes cometidos durante su gobierno.
"Muy probablemente fue una negociación. PPK salvó su mandato prometiendo a Kenji el indulto a Alberto Fujimori. Con este trueque se deslegitimó, porque antes había enfatizado su antifujimorismo para ganar el apoyo de parte del izquierdista Frente Amplio, de Veronica Mendoza. PPK se salvó, pero lo hizo antagonizando con casi todas las fuerzas políticas peruanas, y quedó muy, muy debilitado. Si puede terminar el mandato sigue siendo una cuestión abierta. Cualquier escándalo nuevo podría resultar fatal", dijo a Infobae Kurt Weyland, profesor del Departamento de Gobierno en la Universidad de Texas en Austin, especializado en política latinoamericana.
PPK salvó su mandato prometiendo a Kenji el indulto a Alberto Fujimori. Con este trueque se deslegitimó
Kuczynski está pagando un altísimo costo por su permanencia en la Casa de Pizarro. El perdón, que no sólo liberó a Fujimori de las condenas pasadas, sino que también lo blindó ante las que podrían sumarse por los procesos que tiene abiertos, desató una ola de movilizaciones callejeras. Además, la pérdida de credibilidad es tan grande que cada día crece el número de dirigentes y aliados que lo abandonan. Ya renunciaron a su cargo el ministro de Cultura, Salvador del Solar; el director general de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia, Roger Rodríguez; el titular de los medios de comunicación del Estado, Hugo Coya; y los importantes consejeros presidenciales Máximo San Román y Felipe Arturo Ortiz de Zevallos. A ellos se suman los tres diputados que dejaron su exiguo bloque parlamentario.
El Presidente se convirtió virtualmente en una figura del fujimorismo. En la medida en que le sea funcional, podrá completar su mandato. Si no, difícilmente lo consiga. "PPK puede haber ganado un interlocutor a través de Alberto o de Kenji Fujimori, un apoyo para sacar adelante su programa político, que no es tan diferente del que tiene el fujimorismo, que es neoliberal. Va a ser odiado por la mayor parte de la población y va a haber protestas, pero puede haberse garantizado la gobernabilidad durante cuatro años. No creo que Fuerza Popular vaya a buscar un nuevo intento de destitución, sino que va a tratar de recuperar apoyos", explicó Antonio Gil Fons, investigador del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad de Guadalajara, consultado por Infobae.
Una sociedad dividida
Alberto Fujimori, hijo de padres japoneses, pero apodado El Chino por sus seguidores, había realizado la mayor parte de su carrera profesional en la academia. Ingeniero agrónomo graduado con honores en 1961 y máster en ciencias matemáticas de la Universidad de Wisconsin en 1969, fue durante muchos años profesor y rector de la Universidad Nacional Agraria. Se convirtió en un personaje público en 1987, cuando asumió como presidente de la Asamblea Nacional de Rectores y empezó a conducir un programa televisivo de debates, Concertando.
Pero hasta 1989 era alguien completamente alejado de la política. Recién ese año decidió fundar su partido político, Cambio 90, y anunció su candidatura para las elecciones de 1990. El favorito a quedarse con la presidencia era el célebre escritor Mario Vargas Llosa, que tenía un programa de reformas de mercado, apoyado por la clase media urbana y el empresariado. Ante el desprestigio del APRA —el histórico partido de los sectores populares peruanos— por el desastroso gobierno de Alan García (1985 – 1990), el espacio de centroizquierda estaba vacante. Fujimori desempeñó exitosamente el papel del líder popular que se enfrenta al candidato de las elites y se impuso claramente a Vargas Llosa en el ballotage.
"Era un outsider que venía de afuera de la política y se convirtió en un populista —dijo Gil Fons—. Tenía un trato directo, iba a los pueblos, le preguntaba a la gente qué necesitaba. Empezó a escuchar a quienes nunca habían sido escuchados, a la gente humilde de las zonas rurales. Y si bien cuando llegó al poder cumplió parte de sus promesas, por otro lado aplicó las mismas medidas económicas que iba a aplicar Vargas Llosa, lo que le dio el apoyo de las elites".
Su gobierno dejó dos legados perdurables, que explican en parte su vigencia. Uno es el control de la inflación y la estabilización económica, una demanda unánime desde los 80. El otro es la derrota de Sendero Luminoso, la brutal organización armada que durante décadas aterrorizó a las comunidades agrarias y a los pueblos rurales en su intento de tomar el poder por la fuerza.
Pero el método que eligió para cumplir con esas metas fue la supresión de la democracia y del Estado de derecho. Limitado por un Congreso que no le respondía, y un Poder Judicial que podía poner algunos reparos a la represión ilegal que pretendía desplegar —contra Sendero Luminoso, pero también contra cualquiera que considerara peligroso para su gobierno—, dio un autogolpe en 1992. Disolvió el parlamento y limitó seriamente la autonomía de los jueces. Así, con las manos libres, hizo lo que quiso.
Hay gente que aprecia sus logros, como haber vencido al terrorismo y haber resuelto la crisis económica, y por eso perdona sus delitos
Con la excusa de derrotar a la subversión, Fujimori le concedió un poder descomunal a Vladimiro Montesinos, un oscuro ex capitán del Ejército que había sido expulsado por su participación en todo tipo de actividades ilegales. Como jefe del Servicio de Inteligencia Nacional del Perú y máximo consejero de seguridad, Montesinos lideró la política represiva del gobierno, que se cimentó en el accionar de distintos grupos paramilitares. El más importante fue el Grupo Colina, considerado responsable de múltiples ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas. Por muchas de esas muertes fue condenado Fujimori, que además montó junto a su colaborador estrella una densa red de corrupción de la que se beneficiaron funcionarios y algunos empresarios ligados al poder.
"Hay una cultura autoritaria que permanece activa en el país. Fujimori fue uno los últimos hitos de ese autoritarismo más radical. Hay gente que aprecia sus logros, como haber vencido al terrorismo y haber resuelto la crisis económica, y por eso perdona sus delitos, las violaciones a los derechos humanos y la corrupción. Pero también hay un sector de la sociedad con una cultura política más democrática, a la que le parece inaceptable que se pueda cambiar cierta eficacia populista por crímenes contra la humanidad", contó a Infobae Gonzalo Eduardo Gamio Gehri, profesor de ciencia política en la Pontificia Universidad Católica de Perú (PUCP).
Si bien sus controvertidos éxitos le permitieron ganar cómodamente las elecciones de 1995, a medida que pasaron los años y se hicieron más visibles y conocidos los costos de sus políticas, el rechazo hacia su figura comenzó a crecer. En 2000 volvió a ganar, pero todo indica que haciendo fraude. Poco después de asumir su tercer mandato, se difundieron los escandalosos "vladivideos", grabaciones con cámaras ocultas en las que se veía a Montesinos sobornando a opositores al régimen para que lo apoyaran. La crisis que se disparó fue tan grande que, en medio de una gira por algunos países de Asia, Fujimori se recluyó en Japón, desde donde envió su renuncia por fax. En vez de aceptarla, el Congreso resolvió destituirlo por incapacidad moral.
En su afán por recuperar el protagonismo perdido, El Chino viajó a Chile en 2005. Como tenía pedido de captura, fue arrestado. Tras un largo trámite judicial, fue extraditado a Perú en 2007. No es fácil comprender cómo un líder político que tuvo un final tan bochornoso puede seguir siendo tan influyente.
"¿A qué se debe la continuada presencia del fujimorismo en la política? En primer lugar, el recuerdo, la memoria histórica que tienen muchos peruanos sobre los años 90, la derrota del terrorismo, las políticas sociales de tinte clientelista, y la importancia de las reformas neoliberales para el crecimiento económico, ayudan a mantener la fuerza del fujimorismo. A esto hay que sumarle la construcción de una narrativa de persecución política hacia el líder Alberto", dijo a Infobae el sociólogo Juan Enrique Dolores Cerna, profesor de la PUCP.
Hay una cultura autoritaria que permanece activa en el país. Fujimori fue uno los últimos hitos de ese autoritarismo más radical
No obstante, esto no sería posible sin la endeblez crónica que padecen los partidos y el sistema político peruano. Los tres presidentes que fueron elegidos después él, Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala, tuvieron problemas para gobernar, fueron denunciados por distintas irregularidades y dejaron el cargo siendo muy impopulares. De hecho, la Justicia emitió órdenes de detención contra Toledo y Humala. El primero está prófugo y el segundo fue arrestado en julio.
"Hubo problemas muy graves con los gobiernos que lo sucedieron —dijo Gamio Gehri—. Eso generó en el imaginario de muchas personas la idea de que, en el fondo, todos fueron más de lo mismo. La excepción es Valentín Paniagua, el presidente de la transición (gobernó interinamente entre noviembre de 2000 y julio de 2001). Él sentó las bases del sistema anticorrupción y creó la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Uno de los grandes inconvenientes es que la agenda de transición que se gestó en su gobierno se fue desactivando progresivamente".
Al mismo tiempo, mientras ningún partido lograba hacer pie, el fujimorismo se fue reorganizando. La gran responsable de ese proceso es Keiko, que siendo la hija mayor del dictador, se había desempeñado como primera dama tras el divorcio de sus padres. Hasta el indulto de la semana pasada, ella era la líder indiscutida del espacio.
"Desde 2010 —dijo Dolores Cerna— se ha tomado en serio sus postulaciones en elecciones subnacionales. De esa manera, ha ido captando políticos locales, no necesariamente fujimoristas, quienes al ver posibilidades de poder en Keiko, se han ido uniendo al partido, renovándolo. Poco a poco, Fuerza Popular ha ido aumentando su presencia en las regiones, lo cual, sumado al clientelismo que practica durante las campañas electorales, refuerza y reproduce aquella memoria y recuerdo de un fujimorismo popular, cercano y preocupado por los sectores menos favorecidos".
El fujimorismo tras la liberación del patriarca
No se puede entender la fallida destitución de PPK y el indulto a Fujimori sin tener en cuenta la lucha familiar que existe al interior del espacio. Desde hace tiempo a Kenji le cuesta tolerar que Keiko sea la jefa y parece dispuesto a cualquier cosa para ocupar su lugar.
"Kenji le está tratando de disputar el liderazgo —señaló Gil Fons—. Como no pudo quitarle el poder, abogó por el indulto. La salida de Fujimori de la cárcel podría dificultarle la nominación en las próximas elecciones a Keiko, que en 2016 estuvo más cerca que nunca de ganar renunciando a ciertos legados del padre. Además, Fujimori puede tratar de pelearle la conducción del partido".
Ahora todo depende de lo que quiera hacer el indultado. En su primer mensaje desde la clínica en la que está internado desde su liberación, reconoció haber "defraudado a algunos compatriotas". "A ellos les pido perdón de todo corazón", dijo en un video difundido por su hijo. El interrogante es si se trata del comienzo de una progresiva reincorporación a la vida política del país, o es alguien que ya no tiene ningún interés en pelear por el poder.
Si Fujimori retoma el liderazgo, trata de marginar a Keiko y promueve como sucesor a Kenji, se puede dividir el movimiento
"Si el viejo Alberto se jubila políticamente, el fujimorismo, liderado por Keiko, va a seguir siendo la fuerza política más sólida, con más chances para las elecciones de 2021. Pero, si retoma el liderazgo, trata de marginar a Keiko y promueve como sucesor potencial a Kenji, se puede dividir el movimiento. Sería un retorno a la desestructuración total del sistema político peruano", reflexionó Weyland.
Gamio Gehri consideró que la salida de Fujimori de la cárcel puede desencadenar una profunda crisis. "Parece ser una conflicto dinástico por ver cuál hijo sigue el legado del padre, y éste tiene predilección por Kenji. No parece posible que esté en condiciones de hacer política para sí mismo, pero sí podría hacerlo en favor del hijo. Otra alternativa sería que intente unificar al partido, pero me inclino por la idea de que la disputa entre ambas alas del fujimorismo podría acentuarse".
Lo que puede evitar que Fujimori trate abiertamente de correr a Keiko del centro de la escena para promover a Kenji es que no hay un verdadero equilibrio entre los dos herederos. Ella es la única responsable del renacer del partido, que bajo su jefatura experimentó un notable crecimiento entre las elecciones de 2011 y 2016, en las que estuvo a punto del triunfo, y todo hace pensar que las malas experiencias del voto antifujimorista la fortalecen. En cambio, hasta la semana pasada, el otro no tenía ninguna medalla para colgarse.
"La corriente de Kenji ha demostrado tener unos 10 disputados fieles y cuenta con el respaldo de su padre. Pero la que reorganizó el partido y le dio alas en estos 17 años fue Keiko, luego de que Fujimori dejara tirados a sus diputados y a su gente cuando decidió escapar a Japón. Entonces, no va a tener tan fácil el control del partido. Alberto es una persona a la que se puede tachar de muchas cosas, pero es listo. La opción de imponer a Kenji sería desatar una guerra fratricida y dudo mucho que él pueda ganarla, porque la maquinaria de Keiko esta mucho más engrasada", concluyó Gil Fons.
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