El programa es promocionado como una muestra del compromiso humanitario de Cuba con el resto del mundo. En particular, con los excluidos que no tienen acceso a una salud de calidad. Sin embargo, detrás de ese relato se esconde un funcionamiento perverso, con objetivos muy diferentes a los que se proclaman. Las misiones de médicos cubanos en el extranjero revelan muchas de las miserias del régimen castrista.
Si bien la participación no es forzada, muchos profesionales se ven obligados a anotarse con la esperanza de obtener algún ingreso adicional y salir de la pobreza absoluta en la que viven. "Allá en Cuba, el médico recién graduado cobra unos 40 dólares por mes, y eso no alcanza para vivir. Unos zapatos para trabajar cuestan 30 o 40 dólares, es decir que para comprarlos hay que emplear un salario completo", cuenta Miguel Guerrero Fernández en diálogo con Infobae. Tenía 26 años y hacía poco que se había graduado en la Universidad de Ciencias Médicas de Holguín cuando decidió anotarse en su primera y única misión. Fue en octubre de 2014.
La decisión de ir es voluntaria entre aspas. Nadie te ordena que vayas, pero lo que te obliga es la necesidad económica
"La decisión de ir es voluntaria entre aspas. Nadie te ordena que vayas, pero lo que te obliga es la necesidad económica que tienen los médicos en Cuba. Por eso son muchos los que prefieren salir a buscar una mejor vida en otros países", dice a Infobae Alioski Ramires, que también se formó en Holguín. Se recibió en 2008 y partió en 2011 hacia su primera misión.
"Como me dijeron que me iban a pagar 200 dólares, estaba más que complacido. Iba a mejorar económicamente y a cubrir todos los gasto de mi familia", relata Guerrero. Sin embargo, rápidamente se dio cuenta de que había un abismo entre lo que le prometieron y la realidad.
Una vez que están adentro, los médicos se convierten en prisioneros. Deben cumplir un contrato de tres años, sin posibilidad de romperlo, y sólo pueden volver a Cuba por razones de extremada gravedad, como la inminente muerte de un familiar directo o una enfermedad peligrosa. El régimen laboral es de servidumbre. Algunos trabajan día por medio en guardias de 24 horas, lo que termina dando como resultado semanas con entre 70 y 90 horas trabajadas. Además, pueden pasar hasta 14 meses ininterrumpidos sin vacaciones.
Venezuela, una segunda cárcel
"Llegué a Venezuela con el deseo de ayudar, de brindar todos mis conocimientos al pueblo y de cobrar por mi trabajo", dice Guerrero. El sistema de las misiones encuentra en la República Bolivariana su máxima expresión. Por el país pasaron más de 10.000 profesionales en los últimos años. Para la mayoría de ellos, lo que empezó como una gran ilusión de superación se terminó convirtiendo en una pesadilla.
Guerrero fue recibido en el aeropuerto por oficiales cubanos. Esa es una de las características más notables del programa: como un Estado dentro del Estado, todo lo manejan los enviados de La Habana. Lo trasladaron al municipio de Guacara, en Carabobo. Estuvo 19 meses en un puesto de salud ubicado en una zona rural.
"Las condiciones allí eran pésimas", recuerda. "El estado de la vivienda era increíblemente desastroso. Había hacinamiento: éramos 17 personas y dormíamos en cuartos pequeños, con varias literas, como si fuera un barracón. Prácticamente no había agua y la electricidad se iba todo el tiempo. Era deplorable".
Los dramas cotidianos que sufren los venezolanos se potencian para los misioneros cubanos. Un ejemplo es lo que pasa con la comida. La escasez sin precedentes los fuerza a hacer largas horas de fila para conseguir algunos productos esenciales. Esto se vuelve insoportable para alguien que tiene que trabajar 24 horas corridas, y que cuando tiene un día libre necesita usarlo para descansar.
Éramos 17 personas y dormíamos en cuartos pequeños, con varias literas, como si fuera un barracón
"A pesar del esfuerzo que hace la gente, las condiciones son muy malas y los recursos son insuficientes. La presión por parte de los gobiernos de Cuba y de Venezuela es muy fuerte. Eso te lleva a trabajar desmotivado", cuenta Ramires, que pasó tres años ocupando distintos puestos en Cojedes. Estuvo 15 meses trabajando en un puesto de salud, luego administró un centro médico y finalmente se desempeñó como coordinador docente del estado.
Otro tema son los insoportables niveles de criminalidad. "En Venezuela hay mucha violencia, cosa que no pasa en Cuba —dice Guerrero—. Nos ponían a vivir en lugares donde estaban los colectivos, los malandros, donde unas bandas se fajan con otras. En un día normal se escuchaban disparos a toda hora".
Los doctores están sometidos a esa lógica totalitaria tan cara al socialismo real. Todos deben cumplir un estricto reglamento, que consta de 10 capítulos y 72 artículos. El objetivo es que se sientan permanentemente vigilados por sus superiores y por sus pares. Sabiendo que muchos pueden aprovechar la oportunidad de estar en otro país para escapar, una de las reglas, conocida como "colateral", establece que cualquiera puede ser sancionado si se entera de una "desviación" de un colega y no la denuncia. Así se estimula el miedo y la delación en defensa propia.
"Estábamos bastante restringidos con respecto a todo. Nos controlaban hasta con cuántos venezolanos podíamos relacionarnos. Por ejemplo, no podíamos tener parejas de allá. Y el día a día era muy duro. Sólo podíamos estar fuera de la residencia hasta las 6 de la tarde, después había que estar adentro. Si alguien faltaba estábamos en la obligación de reportarlo", afirma Guerrero.
A eso se sumaba la orden de actuar como soldados al servicio de las dos revoluciones, la cubana y la bolivariana. "Una de las cosas que más me decepcionaron de la misión es que me obligaban a hacer política. Tenía que decirles a mis pacientes que gracias a Hugo Chávez, a Nicolás Maduro y a Raul Castro ellos estaban recibiendo salud gratuita, cosa que era mentira, porque se lo cobraban al pueblo venezolano".
Eso es poca cosa frente a lo que tienen que hacer los médicos durante los períodos electorales. "Cuando fueron las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015, nos forzaron a conseguir 10 pacientes que nos dijeran verbalmente que iban a votar por el gobierno. Luego nos pusieron a vigilar los centros de votación, y debíamos preguntarle a la gente a quién había votado. Nos dieron un teléfono para ir reportando lo que pasaba. Era una manipulación total".
Una gran estafa
"Yo creía en el proceso revolucionario cubano, pensaba que era lo mejor porque no conocía otra opción. Pero lo que me fue decepcionando es la hipocresía en la que vivíamos". Guerrero sólo necesitó estar unos meses en Venezuela para darse cuenta de que toda la perorata sobre la hermandad de los pueblos eran palabras vacías. Las misiones médicas no son más que un enorme mecanismo de recaudación para el régimen castrista.
Para maximizar las ganancias, el gobierno cubano se apoya en dos estafas. La primera la sufren sus propios profesionales, a quienes les retienen la mayor parte del salario que paga el país receptor. "Nunca te dicen exactamente cuánto abona el gobierno venezolano al cubano. Algunos dicen que son 4.000 dólares al mes, pero es difícil saber porque se paga en barriles de crudo. Yo cobraba sólo 200 dólares".
Las estimaciones varían según la fuente, pero todas coinciden en que el Estado confisca cerca del 70% del salario. Lo insólito es que no se lo entregan directamente al profesional, sino que se lo depositan en una cuenta en Cuba, y un familiar puede retirarlo allá. Para vivir durante los años que dura la misión los doctores cuentan apenas con un estipendio en bolívares que hoy equivale a unos ocho dólares en el mercado negro. Todavía menos de lo que cobraban trabajando como médicos en la isla.
"Teníamos que ir caminando a todos lados y pedir favores a los venezolanos —cuenta Guerrero—. Una vez al mes, el Gobierno nos vendía una bolsa de comida, que en ese momento se llamaba Mercal (luego reemplazadas por las CLAP). Pero alcanzaba sólo para una semana, máximo dos. Entonces mi familia tenía que mandarme 100 dólares y quedarse con los otros 100″.
Nos ponían a vivir en lugares donde estaban los colectivos, los malandros, donde unas bandas se fajan con otras
La otra víctima es —para sorpresa de algunas almas bellas— Venezuela, que también es sistemáticamente estafada por Cuba. "A nosotros nos educan para prevenir enfermedades, pero como Cuba le cobra a Venezuela por los servicios médicos que presta, por cada consulta que se hace, a mí me exigían que ingrese pacientes todo el tiempo. Tenía que salir a buscarlos, llevarlos a mi sala casi a la fuerza y proponerles un tratamiento, aunque sólo fuera darle una tableta que podía tomar en la casa, porque eso le daba dinero a Cuba", dice Guerrero.
Pero el robo iba mucho más allá. "Me llegaron a obligar a inventar pacientes. Cogía una historia clínica fantasma, buscaba un nombre real con una cédula venezolana e inventaba, porque si no cumplía me decían que me devolvían para Cuba y no me pagaban lo que me habían prometido".
Ramires padeció el mismo tipo de situaciones. "La presión de los dirigentes cubanos es hacer más de lo que se puede, porque el gobierno recibe por la cantidad de atendimientos. Entonces, a veces uno tiene que mentir e inventar pacientes. No sé si el gobierno venezolano tendrá conciencia de eso, pero es lo que ocurre".
Con una mezcla de indignación y vergüenza que le hace cambiar el tono de voz, Guerrero ofrece una sentencia lapidaria. "Siento que nosotros contribuimos a que Venezuela llegara a la crisis en la que está en este momento. Todos pusimos un granito de arena. Cuando me di cuenta de todo eso recogí mis cosas y me fui, porque no podía con tantas mentiras y con tanta hipocresía".
El escape
"Huí el 3 de enero de 2016, arriesgándome a dejar a mi esposa, a mi hijo y a mis padres en Cuba. No podía seguir engañando al pueblo venezolano. Tenía tanta rabia por dentro que no quería regresar. El día que vuelva tiene que ser a una Cuba libre, con un sistema democrático".
Guerrero pudo entrar a Estados Unidos, quedarse legalmente y recibir a su esposa y a su hijo gracias al "Parole" (Cuban Medical Professional Parole), un programa creado en 2006 por el cual se autorizaba de forma casi automática el asilo a los médicos cubanos que escaparan de las misiones. Barack Obama lo canceló en enero de este año junto a la política de "pies secos, pies mojados", en el marco del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con La Habana.
La historia de Ramires es diferente. Tras cumplir la misión de tres años en Venezuela, fue enviado en 2014 a Brasil, que también contrató a muchos profesionales cubanos. "Es otro sistema, otro mundo. Las condiciones son muy superiores que en Venezuela y nosotros nos sentimos más realizados. No por decisión de Cuba, sino porque el gobierno brasileño presionó para aumentar el salario. Comenzaron siendo 800 reales y pasó a 2.900 (870 dólares). En realidad ese es el 30% de lo que paga Brasil, ya que Cuba se queda con el 70 por ciento".
Estábamos bastante restringidos con respecto a todo. Nos controlaban hasta con cuántos venezolanos podíamos relacionarnos
Otra diferencia es que los médicos cubanos están bajo la supervisión de brasileños, no de oficiales enviados por el régimen. Eso impide que haya el tipo de fraudes que se ven en el otro caso. De todas maneras, la injusticia que supone percibir una ínfima parte del salario, y el rechazo a la posibilidad de volver a Cuba o de ser enviados a otro destino, llevó a muchos, como Ramires, a pedir asilo en Brasil.
En total, son varios miles los médicos que decidieron dejar las diferentes misiones y no volver. El Gobierno cubano los considera desertores y les prohíbe regresar al país por un plazo de ocho años. Casi nadie quiere realmente regresar a vivir allí, pero como muchos dejaron a familiares, solicitan que se los autorice a visitarlos.
En un intento por dar a conocer su realidad, algunos de estos médicos crearon un grupo de Facebook llamado #NoSomosDesertores #SomosCubanosLibres, que ya tiene más de 9.000 miembros. Muchos de ellos no son profesionales de la salud, sino de otras disciplinas, pero al igual que los otros aprovecharon su participación en misiones y viajes oficiales para escapar de Cuba.
"Por una decisión arbitraria del gobierno cubano tenemos que estar ocho años afuera del país, a menos que decidamos volver pidiendo perdón. Pero no cometimos ningún delito, tomamos la decisión de ser libres". Aunque aún tiene en la isla a dos hijas, a sus padres y a un hermano, Ramires dice que no piensa regresar. "Me veo volviendo sólo si es de visita. Y con la cabeza erguida".
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