El 14 de diciembre de 2004 se creó la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), propuesta por el fallecido ex presidente de Venezuela, Hugo Chávez, como respuesta al Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), proyecto que fue impulsado por Estados Unidos pero que fue rechazado por América Latina en 2005.
La instauración de ese bloque fue el primer gran paso de una década que estuvo marcada en Sudamérica, en su mayoría, por gobiernos de izquierda.
La huella del fallecido dictador cubano Fidel Castro fue indudable. Su reflejo se vio en la Venezuela de Chávez, quien gobernó el país petrolero desde 1999 hasta su muerte en 2013.
La alianza entre ambos líderes se basó en una relación de amistad, admiración e incluso interés mutuo. Durante el "boom petrolero" La Habana se vio muy beneficiado por la "generosidad" del régimen bolivariano. Se estima que entre 2006 y 2015, Venezuela exportó a Cuba 94.000 barriles de crudo por día. Ese "legado" fue continuado por Raúl Castro y Nicolás Maduro.
La nueva "era revolucionaria", que muchos llegaron a llamar la era "castro-chavista", se profundizó con la llegada al poder de otros gobernantes de izquierda en la región.
Así cambió el mapa regional en 10 años
En Argentina Néstor (2003-2007) y Cristina Kirchner (2007-2015) entablaron una estrecha relación con el eje revolucionario. Al igual que Evo Morales en Bolivia (2006-presente), Rafael Correa en Ecuador (2007-2017), y Lula da Silva (2003-2011) y Dilma Rousseff (2011-2016) en Brasil.
Ellos conformaron el núcleo duro que se oponía a las políticas de Estados Unidos y las potencias europeas.
Chile también estuvo gobernado por el Partido Socialista de la mano de Michelle Bachelet (2006-2010), quien, no obstante, no mostró una afinidad absoluta con los padres de esta era -Fidel y Chávez-.
Caso similar fue el de Uruguay. Primero con Tabaré Vázquez (2005-2010) y luego con José "Pepe" Mujica (2010-2015). Si bien éste último desde siempre mostró su tendencia socialista bien definida, y hasta mantuvo una buena relación con los jefes de Estado de la época, también ha tenido pronunciamientos en contra de ciertas realidades que comenzaban a aflorar, por ejemplo, con el caso de los presos políticos en Venezuela.
Fidel y Chávez, frente a este panorama regional, se manejaron como pez en el agua. Pero las políticas que adoptaron países como Argentina y Brasil con el correr de los años trajeron sus consecuencias.
Mientras la comunidad internacional tenía un eje de apertura y entendimiento, estas naciones cada vez más reforzaban sus políticas de aislamiento.
Los casos más paradigmáticos son los de Argentina, Brasil y, sobre todo, Venezuela.
En 2015 Mauricio Macri puso fin a 12 años de kirchnerismo. En esa década, Néstor y Cristina Kirchner ubicaron al país, junto al régimen chavista, como una de las naciones con la mayor inflación del mundo. Eso, sumado a un cansancio evidente en la gente por las diferentes causas de corrupción que comenzaron a salir a la luz, llevó a la necesidad de un cambio de aire.
En Brasil, por su parte, se destapó la peor crisis política de su historia. La trama de corrupción Lava Jato llevó a cientos de funcionarios y empresarios a prisión. Incluso el propio Lula fue condenado recientemente a más de nueve años de prisión.
Dilma Rousseff sucumbió ante ese clima y fue destituida por el Congreso, acusada de haber maquillado cuentas públicas. Su lugar lo tomó su vicepresidente, Michel Temer, quien luego de retirarle su apoyo con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) fue acusado por la dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) de llevar a cabo un golpe de Estado en su contra.
El proceso bolivariano resiste como puede en Venezuela convertido ya en una dictadura. A día de hoy, sufre la peor crisis económica, social, política y humanitaria de su historia. Además, registra cientos de presos políticos y un presidente que demostró estar dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias con tal de perpetuarse en el poder. Su inagotable sed de poder se cobró la vida de más de 150 personas en los últimos cuatro meses de manifestaciones tras la brutal represión de las fuerzas del régimen.
Caso particular fue el de Ecuador. Lenín Moreno llegó a la presidencia de la mano de Rafael Correa. Pero en sus primeras semanas de gestión dio un giro importante, para algunos inesperado. Se desmarcó de su vicepresidente, Jorge Glas, investigado por la corrupción de Odebrecht en el país, y dejó en claro el cambio que busca darle a su administración al cortar relaciones con Cuba y Venezuela. Decisiones que, lógicamente, fueron repudiadas por Correa.
En el último lustro en Sudamérica hubo un cambio evidente. La corriente bolivariana "castro-chavista" se desinfló, dando lugar a nuevas gestiones que están intentando hacer frente a las consecuencias de políticas que tuvieron a Fidel Castro como inspirador y a Hugo Chávez como principal ejecutor.