"I wasn´t looking
But somehow you found me
I tried to hide from your love light
But like heaven above me
The Spy who loved me Is keeping all my secrets safe tonight"
……….
"No estaba buscando
pero de algún modo me encontraste
Yo traté de esconderme de la luz de tu amor
Pero como el cielo sobre mi
la espía que me amó guarda todos mis
secretos seguros esta noche"
Del film The Spy Who Loved Me (1977) de la serie de James Bond, con Roger Moore y Barbara Bach.
………….
Pero decía el ácido Oscar Wilde que la naturaleza, la vida real, imita al arte. Por ejemplo, cuando la bella alemana Marita Lorenz (Bremen, 18 de agosto de 1939), hija de alemanes nazis sobrevivientes, llegó a los Estados Unidos y se incorporó a la CIA. A los 19 años conoció a Fidel Alejandro Castro Ruz, entonces de 33 años, en el puerto de La Habana. "Me deslumbró", diría. Recaló en Nueva York, y siete meses antes de la Revolución Cubana, Fidel la citó a su suite 1222 del Hotel Havana Riviera. "Llegué –le contó a su madre–; Fidel estaba en Sierra Maestra, pero la habitación estaba llena de flores. Creo que estoy enamorada".
La misión secreta
Pero Marita tenía que pagar el precio de su refugio y la salvación de sus padres con una orden precisa: matar a Fidel. Se convirtió en la doble tarea de amante y secretaria, no necesariamente en ese orden. Pero perpetrada la revolución, el jefe mafioso Sam Giancana calculó que la aventura de los barbudos "Me hará perder cien millones de dólares anuales". Cifra suficiente para que envenenara a Fidel con cápsulas de cianuro ocultas en su maleta.
Olfato de dictador
Desconfiado hasta la paranoia, como todos los tiranos, algo advirtió en los ojos de Marita:
–¿Has venido a matarme?
(Larga pausa)
–Sí…
–Pues toma, aquí tienes mi pistola… ¡Mátame!
–No… puedo. Te amo.
Y volvió a los Estados Unidos. Hoy tiene 77 años y vive en un hogar de retiro neoyorkino. Tuvo un hijo con Fidel, pero sus esbirros lo secuestraron y le dijeron que había nacido muerto. En realidad, sobrevivió. Pero nada se supo de él. Ni su nombre.
La encuesta del miedo
No hace mucho, cuando ya Fidel era una sombra de su sombra, envuelto en jogging y lanzando cada tanto diatribas antiimperialistas que suenan a disco rayado editado hace casi seis décadas, una revista mexicana se atrevió a una encuesta entre dos centenares de mujeres y una sola pregunta: ¿Fue Fidel un buen amante? La respuesta no tuvo disidente alguna: "El mejor amante del mundo".
Cuesta creer que las doscientas chamacas hubieran pasado por la cama del Amo de la Isla, pero por las dudas…
Verba le sobraba
Si algo de cierto hay en que todo dictador es un encantador de serpientes (mejor, de corderos), Fidel, además de la activa metralla del Che Guevara y su legión, fue dotado desde su cuna de oro –hijo de ricos terratenientes y joven abogado– con una lengua inagotable: quien esto escribe, en la chilena Antofagasta, trepado a un poste de luz, soportó siete horas de perorata revolucionaria: y no fue el récord… Ergo, es de imaginar cuantas cubanitas y/o latinoamericanas cayeron bajo su influjo y su fama de padrillo inagotable: no olvidar que desde los primeros días de la revolución, y hasta hoy en su casi agonía, sus acólitos lo llaman "El caballo". Apodo de doble lectura: incansable en la acción política, y acaso en la cama…
Sus mujeres oficiales
Jamás se sabrá cuantas damas pasaron por su cama, a cuyo alcance tuvo siempre el célebre fusil ruso Kalashnikov, amén de los guardaespaldas que hacían oídos sordos a los inevitables gritos y susurros del amor. Pero en todo caso, hubo una mujer pretérita rara o nula vez citada en las biografías. Nombre: Lucila Velázquez. Edad: 20 años. Señas particulares: bonita, y amiga de Hilda Gadea, la mujer del Che.
Pregunta y confesión
–Hilda, ¿cómo hiciste para conquistar a Ernesto?
–La policía quería detenerlo. Me apresaron y me torturaron en una cárcel de Guatemala, pero no abrí la boca.
Lección dura que Lucila repetiría no mucho después. Una historia no escrita jura (o al menos conjetura) que Fidel se casó con ella por gratitud. Pero eran los primeros tiempos, los del barco Gramma, los de la cárcel, los del bestial y corrupto Fulgencio Batista, los del pensado retorno, y a ese prematuro amor se lo llevó el viento de la historia…
Los reposos del tirano
El puñado de hombres baja de Sierra Maestra y derroca a Fulgencio Batista casi como un trámite administrativo: escasa resistencia y convicción de que ese último día de 1959 cambiaría la faz del mundo. No fue así, salvo la crisis de los misiles soviéticos apuntando hacia los Estados Unidos en octubre de 1962: preludio de una guerra nuclear abortada por los únicos capaces de hacerlo: John Fitzgerald Kennedy y Nikita Kruschev: los dos jefes de Estado más poderosos del mundo…, mientras la leyenda y el mito de Fidel se desvanecía. No llegó a disimular la miseria de su isla y su pueblo ni con los diez millones de dólares entregados… ¡por día! a las arcas de ese punto en el Mar de las Antillas, "que también Caribe llaman | un largo lagarto verde | con ojos de piedra y agua", como cantó el gran poeta Nicolás Guillén.
Un hombre de paja
En esos dramáticos días, el cacareado poder de Fidel se esfumó. No era nadie. Los dueños del planeta decidían por él. Y el pueblo "liberado" apenas mitigaba su hambre con magras raciones fijadas en burocráticas libretas. Por entonces, el antídoto del tirano fue su vida secreta: sus mujeres. Y a eso vamos…
Según Juan Reinaldo Sánchez, guardaespaldas de Fidel a lo largo de diecisiete años y autor de un libro sobre la doble vida de su patrón, "el hombre se las compuso para vivir en secreto, a todo confort, tener ocho hijos (¿o más?), dos o tres esposas, e incontables amantes. La primera oficial (sin contar aquella prematura Lucila Velázquez), fue Mirta Díaz Balart: bella, joven, de clase media alta (no una hirsuta guerrillera, por cierto…). Pura figuración. Relación fría que no tardó en calentar llevando a la cama a la maestra Natalia (Naty) Revuelta, habanera, caliente como una pipa, y según mentas, la más linda y sensual de la ciudad del malecón".
Pero tampoco fue suficiente…
El deporte del engaño
Believe it or not, las carnes morenas y sin remilgos de Naty fueron desplazadas de la cama de Fidel por la camarada Celia Sánchez: su secretaria privada, confidente y perro guardián por tres décadas. Una comunista pura y dura. El fanatismo en acción noche y día. Pero también insuficiente para "El caballo", pronto embelesado por Juana Vera (Juanita),su traductora del inglés al español, y coronela del servicio secreto que mandó a la cárcel del Torreón o a la muerte a más de un disidente… Brutales méritos que no le alcanzaron para apresar el corazón de su jefe, lanzado en picada hacia Pilar (o Pili), azafata del avión de la compañia cubana en la que viajaba Fidel, y su traductora de la lengua de Moliére.
Comiendo de su mano
Pero el Amo infatigable, implacable, carcelero, fusilador de enemigos y amigos, se convertía en un perro faldero ante su segunda mujer, la módica maestra de escuela Dalia Soto del Valle. Entre cuernos y cornadas, entre sábanas propias y ajenas, compartió con ella un infinito almanaque: 1961 a 2006. Tuvieron cinco hijos: Alex, Alexis, Alejandro, Antonio y Angelito. Todos con "A": capricho de Fidel en homenaje a su admirado Alejandro Magno, conquistador de más de medio mundo. Demasiado sueño para una isla que produce ron, azúcar y tabaco: "la sobremesa del mundo", según escribió el analista político comunista Osiris Troiani en la revista PimeraPlana…
Sus otros hijos
La totalidad, dicen los cubanos, es incontable: "El comandante dejó hijos por donde pasó". Se sabe, sí, que de Mirta Díaz Balart, su primera mujer legítima, nació el primogénito: Fidel Junior, llamado también Fidelito. Dato no menor: el futuro tirano se casó con ella cuando era estudiante de Derecho… y la familia de su flamante consorte era íntima de los Batista y su régimen de bala, cuchillo y corrupción. ¿La luna de miel? En Nueva York…
En cuanto a la manía de los nombres empezados con la letra "A", Naty Revuelta le dio a Fidel su única hija: Alina. Primera disidente de su sangre. A los 14 años le espetó a Fidel: "Quiero irme de Cuba". Y lo hizo. Recién en 1993 los servicios de Inteligencia descubrieron que huyó de la isla con peluca, pasaporte español falso y ayuda de una red internacional. Recaló en los Estados Unidos, fue modelo –Fidel estalló cuando vio una foto de ella en bikini–, y hasta donde se sabe, vive modestamente en Miami. Jamás volvió a la isla.
Sus mujeres en contra
Fidel, el amo, el caballo, el amante de todas las cubanas, sufrió un duro golpe, y probadísimo por la infidencia de un chofer: la devota Dalia, la madre de sus hijos, la habitante perpetua de la mansión Punto Cero del barrio de Siboney… lo engañó con el jefe de su custodia. Enterado, estuvo meses sin pisar la casona familiar, pero al final inclinó su testuz… ¡y echó al chofer que, por miedo, le reveló el engaño!
Y no fue todo en materia de infidelidad. Juana Castro Ruz, su hermana, huyó a los Estados Unidos poco después de la revolución (una "gusana", según el diccionario del régimen), y se convirtió en la mayor testigo de cargo: "Cuba es una mentira. ¿Como puede llamare revolucionario un país en el que no se consiguen ni aspirinas?", fue el primero de sus dedos acusadores, y como tal desfiló por todo el mundo libre.
Y por fin, la tercera. La voluminosa, sensual, incomparable cantante de boleros Olga Guillot, que bien pronto prefiguró la Cuba que se cernía sobre la libertad, y hasta su muerte en 2010 terminó cada recital con un desafío y una nostalgia: "Habana, Habana, si no es hoy será mañana".
Un mañana que, lento pero inexorable, parece llegar, mientras Fidel vive el otoño del patriarca. Curiosamente, el título de una novela de su amigo y defensor Gabriel García Márquez.
LEA MÁS: