Los vecinos de un asentamiento estaban reunidos alrededor del cadáver que uno de ellos había hallado unos minutos atrás, dando aviso a la Policía. Los oficiales ya habían hecho un cerco para dejar a los especialistas trabajar.
Entonces entró en escena el forense. Su misión era hacer un examen preliminar el cuerpo, para tejer las primeras hipótesis de qué o quién pudo haberlo matado. Pero no estaba en condiciones de hacerlo.
Visiblemente ebrio desde el momento en que llegó, apenas se mantenía en pie. Al punto que cuando se agachó para revisarlo de cerca terminó con la cabeza incrustada en el muerto. Los testigos no pudieron contener la risa.
Uno de los oficiales tuvo que tomarlo de la parte trasera del pantalón para levantarlo. Luego, en un movimiento muy poco ortodoxo, el forense tomó el cuerpo por las piernas para sacarlo del pozo en el que estaba. Se terminó cayendo de espaldas, para asombro de todos los presentes.
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