"¡Entre! ¡Vea! ¡Aquí no tenemos nada que ocultar!", grita nervioso Mohammad Youssef Abdallah, mientras sube las escaleras de la Mezquita Verde de los chiítas de Ciudad del Este. Se mueve como el dueño del lugar que es. También como el "líder espiritual y comandante regional del Hezbollah", la calificación que le da la justicia estadounidense. Y, de acuerdo a la acusación del asesinado fiscal Alberto Nisman, uno de los involucrados en el atentado contra la AMIA.
"¡Venga, venga!", insiste mientras camina dando vueltas, acomoda las pastillas de Turbah -las cerámicas redondas que los chiítas usan para rezar y colocan en el suelo donde tocan con la frente al postrarse-, cierra un Corán y mira alrededor buscando ayuda. Llama a uno de los hombres que acaba de terminar su rezo y le dice algo en árabe. Trata de convencerlo de que hable con nosotros. El hombre, impertérrito, le repite "no, no, no, no" y se va. "Bueno", se resigna Abdallah, "yo voy a responderle a usted". Me saca el micrófono de la mano y no espera ninguna pregunta. Comienza a recitar en voz alta y con un fuerte acento de Medio Oriente en su portuñol básico. "¿Qué ve aquí? ¿Ve algún terrorista? ¡Nosotros no somos terroristas! ¡Acá no ocultamos nada!", dice mirando hacia todos lados como si temiera que alguien se acercara para golpearlo. "¡Pregunte, pregunte, pregunte!", repite sin esperar ninguna pregunta.
"Dicen que somos así o no sé cómo. Pero usted puede ver: somos gente de paz. Venimos aquí a rezar. Esta mezquita la hice yo. ¿Qué? ¿Financiamos el Hezbollah? Aquí no hacemos política. ¡Pregunte, pregunte, pregunte! ¿Acusados por la justicia de Estados Unidos? ¿Qué justicia es esa? ¡Inventan todo! Nosotros estamos acá desde hace 40 años. Yo construí esta mezquita. Hezbollah está en Medio Oriente. No acá. ¿Qué? ¿Lavamos dinero para Hezbollah? Todas acusaciones falsas. ¡Sí, hay varios integrantes de nuestra comunidad presos! Pero son todas acusaciones falsas. Sí, lo mismo que eso del atentado de la AMIA. Otra mentira… Ahora, me voy. ¡Filme lo que quiera!".
Abdallah desaparece. Es pequeño y a pesar de sus 66 años se mueve con agilidad. Se lo escucha bajar las escaleras "chancleteando" a velocidad. Nos deja en el silencio de esta sencilla mezquita ubicada dentro de un edificio de 19 pisos en la calle Boquerón, en el lado paraguayo de la Triple Frontera.
Hay tres hombres rezando que miran extrañados pero parece no preocuparles que los filmemos. La bandeja de arriba, la de las mujeres, está vacía. Descendiendo por la escalera está el sector de la ablución, donde los feligreses se lavan antes de rezar. Más allá los zapatos, todos acomodados como en una zapatería vintage. Nadie puede pisar la alfombra de la mezquita si no está descalzo. La salida es por una galería que transporta de inmediato al clima de una callecita de la ciudad antigua de Jerusalén, Bagdad o Beirut. Una peluquería de hombres con dos grandes televisores en los que cantan y bailan artistas libanesas, un local de vidrieras tapadas que parecería una "cueva" de transacciones financieras y el restaurante "Mezquita", considerado como el más auténtico de los de comida árabe de ésta la segunda ciudad paraguaya. Comemos un keppe cocido de carne picada y trigo burgol mientras a nuestro alrededor varios hombres toman café con rollitos dulces de baklava y lanzan humo de los narguile. Las mujeres sólo pasan con sus hijos para tomar el ascensor que las suben hasta sus departamentos. De todos modos, ya se termina el día. Son apenas las cuatro de la tarde, pero en este increíble y sofisticado "mercado persa" de Ciudad del Este se trabaja desde el amanecer y a la media tarde las calles quedan desiertas, tapadas de cartones y basura.
Mientras avanzábamos entre este entramado de vendedores, aparatos de altísima tecnología, la más grande variedad imaginable de termos para mate o tereré y carteles LED a la Times Square, preguntar por las actividades de Abdallah y su mezquita es inútil. Todos ponen cara de nada, sonríen y preguntan si nos gusta la comida árabe.
El informe del Departamento del Tesoro estadounidense –Acta de Prevención del Financiamiento Internacional del Hezbollah, 2016- dice que Abdallah es el principal recaudador del grupo terrorista en la región. Posee decenas de propiedades y comercios en Ciudad del Este. Su domicilio legal está en la avenida Presidente Kubistcheck de Foz do Iguacu, cruzando el Puente de la Amistad sobre el río Paraná. Nació en junio de 1952 en el pueblo de Khalia del Líbano. Tiene doble nacionalidad paraguayo-libanesa. Está casado y tiene dos hijos y una hija que viven en Foz y trabajan, como él, en Ciudad del Este. Es un contribuyente permanente de fondos para las asociaciones de beneficencia que opera el Hezbollah para mantener a las familias de menores recursos del sur del Líbano y el Valle de Bekaa. A través de la agencia Piloto Turismo habría facilitado pasaportes falsos y una base de comunicaciones para los agentes libaneses que en 1994 colocaron la bomba en la AMIA. También, de acuerdo al Departamento del Tesoro, fue el organizador de una reunión de alto nivel que se realizó en 2004 en Foz con recaudadores del grupo terrorista libanés de toda América Latina. Viaja frecuentemente a Beirut donde se registraron varios encuentros con los líderes más importantes del Hezbollah.
Abdallah es también el dueño de la Galería Uniamérica (ex Page) señalada como el epicentro de las actividades de los agentes del Partido de Dios libanés por veinte años. Hoy, el lugar es uno más de los recovecos de éste enorme mercado al aire libre integrado por shoppings de primera calidad, como las tiendas Paris, Mona Lisa y China, hasta los miles de puestos armados en las veredas con lonas y parantes de caña. El nombre en la entrada está bastante descascarado. Y si se mira para arriba sólo se ven cuatro pisos de chapas oxidadas y ventanas destartaladas. Varios locales venden tabaco aromático para fumar con la pipa de agua. No faltan los comercios de celulares y otros electrónicos de dudosa procedencia. Los dueños de los locales son todos libaneses que hablan español con un fuerte acento. Algunos son muy amables y hasta invitan al cliente con un café. El edificio es una construcción muy elemental de tres plantas. Al final del segundo piso hay otra salida a la calle. Ese es el camino que recorren, al menos una vez al día, miles de estos comerciantes musulmanes chiítas para llegar hasta la mezquita del Profeta Mohammed, dos cuadras más allá. En general, los otros cuatro rezos los cumplen en sus propios negocios. Los sunitas van a otra mezquita ubicada a unas quince cuadras, la de Alkhaulafa Al-Rashdeen, en la avenida Alejo García. Un domo blanco imponente de 18 metros de altura y dos minaretes. El sheik Mohamed Khalid está en su otro trabajo. Atiende su local en el Shebai Center. Es uno más de l
os miles de negocios de venta de celulares. Cuando logramos sortear a los turistas brasileños y argentinos en busca de ofertas, preguntamos por el sheik a una de las vendedoras. Khalid sale enojado de su diminuta oficina para decirnos que no nos podría atender por falta de tiempo y lo único que quiere dejar en claro es que "somos sunitas, no shiítas, y no tenemos nada que ver con el terrorismo". La división de la comunidad está clara.
Nadie quiere quedar pegado a los personajes que en los últimos meses fueron arrestados en la Triple Frontera conectados con el financiamiento del Hezbollah, el lavado de dinero, el contrabando y el narcotráfico. Assad Ahmad Barakat, considerado el mayor recaudador del grupo terrorista en América Latina, estuvo prófugo por casi una década hasta que la policía de Foz lo detuvo el 21 de septiembre de 2018 por un pedido de la justicia paraguaya. Formalmente, se lo acusa de falsificación de pasaporte. Pero hay mucho más. En 2004, el Departamento del Tesoro lo incluyó en la lista de financistas del terrorismo. "Es capaz de poner en práctica todas las maniobras de los crímenes financieros que alguna vez hayamos podido detectar", fue la conclusión en ese entonces de uno de los funcionarios del edificio vecino a la Casa Blanca, en Washington. En la única entrevista que dio Assad Barakat admitió ante un reportero de la Associated Press en 2001 que era un "simpatizante y contribuyente" del Hezbollah. Emanuele Ottolenghi de la Fundación para la Defensa de las Democracias, uno de los máximos expertos internacionales en las actividades de la organización libanesa, asegura que Barakat "es el líder del clan que incluye a decenas de familiares con los que operó durante años a nivel internacional triangulando remesas desde la Triple Frontera hacia El Líbano a pesar de las sanciones que pesaban en su contra".
El prestigioso Centro Simon Wiesenthal se alegró por la detención de Barakat. "Venimos monitoreando las actividades terroristas en la Triple Frontera desde hace 20 años. Este arresto es un signo de que los tres países comenzaron a trabajar para erradicar al Hezbollah de América Latina". Assad Barakat está encarcelado en Brasil esperando la extradición a Paraguay o directamente a Nueva York donde se le abrieron varios casos por lavado de dinero. Assad nació en 1967 en el sur del Líbano. Después de perder a un hermano y varios otros parientes en la guerra civil en ese país emigró a Paraguay en 1985. Pronto apareció al frente de varias compañías de importación y exportación –Apollo, Mondial Constructions– junto a sus hermanos Hatem y Hamzi que operaban en la Triple Frontera y en la zona franca de Arica, en Chile. Para entonces viajaba con regularidad a Beirut y Teherán para llevar dinero y mantener reuniones con Hassan Nasrrallah, el máximo líder del Hezbollah. En esos viajes habría pasado información vital para los comandos que luego atentaron contra la AMIA. En 2001 fue acusado en Paraguay por evasión de impuestos y asociación criminal. En junio 2002 lo arrestaron en Foz y extraditaron a Asunción donde cumplió una sentencia de seis años y medio. En 2009 regresó a Brasil desde donde continuó operando en las sombras hasta su nueva detención.
Uno de sus socios es Sobhi Mahmoud Fayad, que llegó a Ciudad del Este desde Líbano a mediados de la década del 90. La policía paraguaya lo arrestó en 1999 cuando estaba haciendo una tarea de vigilancia frente a la embajada de Estados Unidos en Asunción. Era parte de una red que planificaba un atentado. Cooperó en la investigación y dio datos sustanciales en los interrogatorios de los agentes de la CIA. Lo liberaron un año más tarde. Después se descubrió que Fayad envió al menos 3,5 millones de dólares a la Organización de Mártires de Hezbollah (al-Shahid), por lo que recibió una carta de agradecimiento del comandante supremo Sayyed Hassan Nasrallah.
El Departamento Antiterrorista de la Policía Nacional paraguaya (DAT) cree que Sobhi Fayad, Assad Barakat y Ali Hassan Abdallah fueron los tres principales recaudadores de fondos de Hezbollah asignados a la región. El Comité contra el Terrorismo de las Naciones Unidas dio a conocer un informe en el que indica que el clan recauda más de 200 millones de dólares al año para enviarlos a Beirut.
Otro personaje importante del clan es Ali Khalil Mehri, un libanés naturalizado paraguayo, residente en Ciudad del Este. Mehri fue acusado por la policía paraguaya de vender millones de dólares en software falsificado y canalizar las ganancias al Hezbollah y sus organizaciones paralelas al-Muqawama y al-Shahid. También produjo varias películas de propaganda para el Partido de Dios. Mehri se fugó en el 2000 y se cree que murió 15 años más tarde en la guerra civil siria mientras comandaba un grupo de asalto del Hezbollah.
Otro Barakat, Mahmoud Alí, fue extraditado por la justicia paraguaya a Estados Unidos en noviembre de 2018. Está acusado de lavado de dinero del narcotráfico. Y de transferir parte de esos fondos a cuentas en un paraíso fiscal del Caribe relacionadas con el Hezbollah. Fue detenido el 25 de junio en su casa del segundo piso del edificio Líder 4, en la calle Estrella casi O'Leary de Asunción. En el marco del mismo operativo cayó también Nader Mohamad Farhat, socio de éste Barakat, que manejaba las transferencias a través de las sucursales en Ciudad del Este de la casa de cambio Unique S. A. de la que era dueño junto a su esposa taiwanesa Wu Pei Yu. El fiscal Marcelo Pecci, de la Unidad de Lucha contra el Crimen Organizado paraguaya, cree que estos hombre formaban parte de una red más amplia por la que hacían envíos de drogas y activos ilícitos a Europa y Oriente Medio. Habrían realizado operaciones por más de 1.300 millones de dólares. De acuerdo a una fuente judicial paraguaya, su extradición a Miami –donde es buscado por narcotráfico- está siendo resistida con mucha fuerza por la embajada libanesa en Asunción. "Evidentemente, es un hombre con contactos poderosos en el Líbano", comenta.
En agosto de 2018, se descubrió otra maniobra del Clan Barakat y su colaboración con Hezbollah: el lavado de dinero a través de los casinos de Puerto Iguazú, en el lado argentino. Esta vez era Hassan Ali Barakat, sobrino de Assad, quien intercambió fichas por 3.750.000 dólares y las introdujo en el sistema bancario brasileño sin declarar. Cruzó las fronteras 620 veces entre el 1 de enero de 2015 y el 19 de octubre de 2017, incluyendo 332 entradas a la Argentina. Hubo ocasiones en los que viajaba hasta tres veces en un día a Puerto Iguazú. En general, lo acompañaba su hermano Hussein. Al detectar la maniobra, la Unidad de Inteligencia Financiera de Argentina (UFI) emitió un alerta a 50 bancos, casas de cambio, casinos y financieras de todo el mundo donde habrían circulado "activos relacionados con el crimen organizado o el financiamiento del terrorismo" de este grupo. Fueron arrestadas 14 personas, todas de origen libanés. Tres con doble nacionalidad paraguaya y el resto brasileños.
Dos meses antes, en junio de 2018, se desbarató otra gran operación de los Barakat por la que pretendían quedarse con el estratégico aeropuerto municipal de Capitán Bado, en territorio paraguayo y muy cerca de la frontera con Brasil. En una maniobra fraudulenta, el Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (Indert) de Paraguay adjudicó el predio por apenas 5 millones de guaraníes (menos de 1.000 dólares) a Alí Hatem Barakat, un joven de 24 años, sobrino de Assad Barakat. En la maniobra estuvo implicado el entonces presidente del Indert, Luis Ortigoza, que entregó las nueve hectáreas donde se encuentra la pista ripiada de 1.100 metros en la que pueden aterrizar avionetas como las que diariamente transportan cocaína desde Bolivia hacia Argentina y Brasil. El predio está ubicado a metros de la frontera seca paraguayo-brasileña y sobre la ruta que une Capitán Bado con la ciudad de Pedro Juan Caballero. Según los datos de la causa, Alí Hatem Barakat nació en Ciudad del Este el 13 de enero de 1990. En la solicitud de compra del lote CH-92 se declaró "agricultor con cinco años de ocupación del inmueble". Pero en su perfil de Facebook asegura que reside en Santiago de Chile y viaja permanentemente a Foz de Iguazú. Por las fotos se puede ver que Alí Hatem lleva una vida mucho más acomodada que la de un pequeño agricultor. Es hijo de Hatem Barakat, hermano de Assad, quien vive actualmente en Iquique, Chile, donde se dedica al comercio en la zona franca de esa ciudad. Según el portal de la embajada estadounidense en Asunción, Hatem fue investigado por la Interpol de Buenos Aires por su vinculación con células del Hezbollah. Un tercer hermano, Hamze Ahmad Barakat, también comerciante que integraba la sociedad que se iba a quedar con el aeropuerto, fue detenido en mayo pasado en Curitiba, Brasil, acusado de perpetrar una millonaria estafa.
A pesar de las evidencias, la comunidad chiíta asegura que es todo una maniobra para desprestigiarlos. "Eso es lo que se hace habitualmente con la gente de la Triple Frontera para vincularla a Hezbollah y montar la imagen de que hay tráfico de drogas, de que hay lavado de dinero y que se asiste a Hezbollah con las finanzas. Eso es irreal y falso", dice Galeb Moussa, un periodista de origen libanés corresponsal del servicio en español de la cadena iraní HispanTV y vinculado con la mezquita chiíta del barrio de Flores en Buenos Aires. La experta en seguridad e inteligencia venezolano-estadounidense, Vanessa Newmann, lo pone en contexto: "En la Triple Frontera todo está mezclado. La mayoría de la comunidad libanesa en los tres países hace negocios, algunos lícitos y otros no tanto. Pero entre ellos hay otros comerciantes que mantienen sus conexiones con el Hezbollah y están comprometidos muy fuertemente a través de sus familias. Hacen negocios un poco para ellos y otro poco para el Partido de Dios que protege a sus parientes en El Líbano. Y a esto hay que sumarle algunos agentes operativos directamente relacionados con el grupo terrorista".
La mezquita chiíta Husseiniyya Iman Al-Khomeini de Foz de Iguazú permanece cerrada en la semana que estuvimos en la zona. El sheik Khalid está de viaje, me informa su hijo Mortadha. Fue a visitar a sus colegas de Curitiba y San Pablo. Allí hay una comunidad árabe chiíta muy extendida. En todo Brasil hay unos ocho millones de libaneses y sus descendientes. Como en el resto del mundo, el 80% son sunitas y un 15% chiítas. Nadie quiere hablar de los Barakat o de Hezbollah. "Para nosotros es un tema con el que no tenemos nada que ver", dice una persona que me responde del otro lado del contestador y que no quiere darme su nombre. En la otra mezquita sunita de Omar Ibn Al-Khattab, en la calle Meca de Foz, nos recibe Mohamed Beha Rahal, el presidente del Centro de Beneficencia Musulmana. "Somos más o menos 20.000 los libaneses acá en Foz, casi el 10% del total de la población. Y somos brasileños. Estamos acá desde 1949 cuando todo esto era una enorme selva", explica con voz amable en su mejor portuñol. "Yo respondo por mi comunidad sunita. Y tengo la certeza de que ninguno de nosotros está involucrado con nada que tenga que ver con el terrorismo…Ellos que respondan por sí mismos. Yo no puedo responder por ellos", agrega. Aquí también se siente la grieta y la bronca por los que operan para el Hezbollah. Y el periodista Ali Farhat, llega a culpar de esta mala imagen al presidente electo Jair Bolsonaro que ganó aquí en Foz por el 56% de los votos. "Se aprovechó del asunto. Lo usó como propaganda. Dijo que estaba amenazado por el Hezbollah. Y todo el mundo sabe que eso es mentira", dice con voz firme y actitud de fastidio.
El sol va cayendo y el Paraná se ve dorado desde el hito que marca esta endeble frontera. Un barquito recorre de una orilla a la otra en apenas cinco minutos. El Puente de la Amistad adquiere una calma momentánea que se romperá en apenas unas horas. Será cuando decenas de miles de personas vuelvan a cruzar desde Foz hasta Ciudad del Este antes del amanecer y en sentido contrario a la media tarde. Y entre ellos, camuflados, agazapados, disfrazados entre la marea de comerciantes, changarines, compradores y curiosos, los agentes del Hezbollah dispuestos a encontrar algún nuevo resquicio para lavar dinero, enviarlos a los combatientes de Beirut o preparar toda la infraestructura para el momento que se decida atacar.
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