Moscú, 30 dic (EFE).- El presidente ruso, Vladímir Putin, que cumple mañana 25 años en el poder, recibió un país sumido en una profunda crisis financiera tras la suspensión de pagos de 1998 y se vio obligado a bregar con el rezago tecnológico del país, las oscilaciones del mercado de hidrocarburos, las sanciones occidentales y, más recientemente, el impacto de la guerra en la economía nacional.
Aquí presentamos algunas claves de la evolución económica de Rusia durante el último cuarto de siglo:
El antecesor de Putin, Borís Yeltsin, trató desesperadamente de superar la crisis de 1998 que condujo a la suspensión temporal de pagos de la deuda externa; una enorme devaluación del rublo; la caída de los precios de las materias primas en el mercado internacional; una inflación anual del 84 % y unas tasas de interés de hasta el 150 %.
Yeltsin, muy criticado a derecha e izquierda por su gestión económica, llevó a cabo constantes cambios en el Ejecutivo, al que Putin ascendió a mediados de 1999 tras dirigir el Servicio Federal de Seguridad.
En diciembre de 1999, un día antes de recibir el poder en el Kremlin de manos de Yeltsin, Putin aseguró que Rusia debería crecer un 8 % anual durante 15 años para lograr un PIB per cápita similar al de Portugal.
El nombramiento como presidente interino de Putin y su elección formal cuatro meses después, coincidió con un alza de los precios de los hidrocarburos, principal fuente de ingresos de Rusia, desde los 13 hasta los 97 dólares por barril, lo cual propició una bonanza de ocho años con máximos que superaban el 7 % de crecimiento económico anual.
En ese período, que abarcó los primeros dos mandatos presidenciales de Putin (2000-2008), el PIB de Rusia creció en un 94 % y el PIB per cápita se duplicó.
Al final de esta etapa se tornó evidente que las reformas económicas promovidas por el mandatario ruso apoyadas en el precio de los combustibles fósiles habían agotado sus posibilidades y se requería una renovación de la política económica del país.
En el cargo de primer ministro, Putin encaró entre 2008 y 2012 los efectos de la crisis global, que destacó por un profundo endeudamiento de las empresas rusas ante bancos extranjeros y una caída de los precios del crudo por debajo de los 70 dólares por barril.
Con Dmitri Medvédev como presidente, la crisis cambió la dinámica del PIB de un crecimiento esperado del 2,4 % a una contracción del 0,2 %; una caída de las inversiones de un 1,7 % en vez de la pronosticada alza de un 1,4 % y un descenso de la producción industrial del 5,7 %.
A estos factores negativos durante estos cuatro años se sumaron la guerra con Georgia de agosto de 2008 y la destitución promovida por Medvédev del economista Alexéi Kudrin, cuya gestión logró amortiguar los efectos de la crisis global, de los puestos de viceprimer ministro y ministro de finanzas en 2011.
Tras el retorno de Putin al Kremlin en 2012, las relaciones entre Rusia y Occidente comenzaron a resquebrajarse. Además de protestas antigubernamentales en Rusia, la revolución popular en Ucrania; la huida del presidente ucraniano Víktor Yanukóvich; la anexión de la península ucraniana de Crimea y el conflicto en el Donbás devolvieron a ambos bandos a una nueva Guerra Fría.
Tras la decisión del Kremlin de anexionarse Crimea y apoyar la sublevación armada en el Donbás, Occidente impuso numerosas sanciones a Moscú que, junto a una nueva caída de los precios del petróleo en el mercado internacional, provocó una de las mayores caídas del rublo que se recuerdan.
El 16 de diciembre de ese año, conocido como el "martes negro", el rublo perdió un 8 % de su valor, lo que obligó al Banco Central de Rusia a elevar un 17 % las tasas de interés.
Rusia respondió con un embargo contra los alimentos perecederos que limita la entrada al país de una serie de productos agrícolas, materias primas y alimentos de los países que impusieron sanciones a Rusia.
Consciente de la necesidad de superar los efectos de la crisis, Putin apostó por impulsar grandes proyectos de infraestructuras para impulsar la economía y blanquear la imagen de Rusia a nivel internacional.
Así, Moscú apostó por ampliar y diversificar su red de gasoductos: tras la exitosa construcción del Nord Stream, gasoducto que suministraba gas ruso a Alemania por el mar Báltico puesto en marcha en 2012, Rusia comenzó la construcción del segundo hilo, el Nord Stream 2.
Ante el fracaso del proyecto del gasoducto South Stream por la negativa de Bulgaria, Rusia acordó con Turquía la construcción del Turk Stream y se orientó hacia China, rumbo a la cual comenzó la construcción del gasoducto Fuerza de Siberia.
Con el abastecimiento de Crimea como asignatura pendiente, emprendió la construcción del puente sobre el estrecho de Kerch para enlazar la península con la Rusia continental, que se convirtió en el puente más largo de Europa.
El mejor ejemplo de esta política de blanqueo de la imagen de Rusia fue la celebración en 2018 del Mundial de fútbol en 11 ciudades rusas.
Sin embargo, el comienzo de la guerra en Ucrania en febrero de 2022 y la avalancha de sanciones de Occidente, que afectaron severamente a las finanzas, a las exportaciones de petróleo y gas, y prácticamente a todos los sectores de la economía, obligaron a Putin a cambiar cardinalmente su modelo económico.
En las nuevas condiciones y con un drástico aumento del gasto en Defensa, Rusia se ha visto obligada a apostar por su industria de armamento como locomotora de la economía rusa.
Putin, cuya injerencia en la gestión económica ha ido en aumento con el paso de los años, ha sostenido en reiteradas ocasiones que Rusia ha logrado sobrevivir a los efectos de las sanciones y que la economía es estable.
Aún así, el país sigue siendo testigo de una caída sostenida del valor del rublo y de una inflación creciente, que el regulador bancario busca frenar con tasas de interés récord.EFE