Asunción, 18 dic (EFE).- Un año después de haber sido ocupada por policías y militares, Tacumbú, la temida cárcel de Asunción, es el estandarte de la política penitenciaria del Gobierno de Santiago Peña con cifras de ocupación casi ideales y un clima menos conflictivo, pero que aún lidia con vetustas instalaciones y condiciones que distan de las ideales de reclusión.
Con una fachada remozada y la presencia del presidente Peña, Tacumbú, que lleva el mismo nombre del tradicional barrio asunceno donde fue construida en 1955, apareció nuevamente ante los reflectores, dejando atrás las imágenes de confusión, el cerco de uniformados y la zozobra con la que amaneció el 18 de diciembre de 2023.
En la madrugada de ese día se puso en marcha una operación bautizada "Veneratio", en la que participaron 1.100 militares y 1.218 policías y que se saldó con un policía y 11 reclusos fallecidos y 94 personas heridas.
Uno de los principales logros esgrimidos por el Gobierno es la recuperación del lugar, hasta hace un año bajo la influencia del clan Rotela, una organización que las autoridades vinculan con el narcotráfico, y adonde habían lugares vedados.
"Antes del operativo solamente podíamos acceder hasta el portón 5 o 6. Estamos en el portón 11 para dentro, en el fondo del centro penitenciario", declaró a EFE el ministro de Justicia, Rodrigo Nicora, durante un recorrido por la penitenciaría.
Nicora reconoció que pisar el pabellón denominado 'La Jungla' era "impensado" hace un año.
"Este lugar no podía ser visitado por ninguna autoridad, salvo la autorización de quienes se encontraban en este recinto", admitió.
Con la ocupación de la cárcel fueron desmanteladas las llamadas "celdas VIP", construidas en complejos que se asemejan a pequeñas habitaciones cuyas puertas estaban marcadas con el nombre de su ocupante y que fueron bautizadas así por contar con "beneficios" como aire acondicionado, baño y otros electrodomésticos.
En cambio, han florecido espacios del penal que cuentan con el acompañamiento de las iglesias Católica y Adventista, donde los internos tienen una cancha de fútbol sintético, gimnasio y espacios comunes más organizados.
Otro efecto de "Veneratio" ha sido la descongestión de la cárcel, que llegó a tener un pico de 4.000 internos.
"Hoy la penitenciaria nacional de Tacumbú tiene 1.900 personas privadas para un centro penitenciario que tiene una capacidad de 1.500. Estamos muy cerca del ideal", resaltó Nicora.
Esa cifra, apuntó, es el resultado del traslado hacia otras prisiones del país de aproximadamente 800 personas, una de ellas Armando Rotela Ayala, el líder del ‘Can Rotela’, quien deberá permanecer recluido hasta 2046.
"Esto que teníamos acá era un depósito humano, esto no era una penitenciaría", reconoció este miércoles el presidente del país, Santiago Peña, al encabezar un acto por el primer año del operativo "Venerativo".
Aunque destacó los avances, Peña admitió que el "camino es largo todavía", que está lejos de sentir que el problema carcelario "está solucionado" y avanzó que el paso en Tacumbú es parte de una estrategia "amplia, profunda" que seguirá impulsando su Administración.
En la práctica, Tacumbú dista mucho de ser un lugar modelo y con 70 años a cuestas tras ser inaugurada en 1955, sus instalaciones evidencian años de abandono o de adecuaciones y ampliaciones hechas sin aparente planificación.
Incluso, un grupo de reos denunció al ministro de Justicia que permanece a la intemperie y se quejó de la comida, una de las constantes críticas al sistema carcelario, según constató EFE durante el recorrido por Tacumbú. EFE
(foto)(video)