La ofensiva israelí desfigura el tablero de Oriente Medio y contribuye a caída del Al Asad

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Jerusalén/Teherán/Beirut/Damasco, 17 dic (EFE).- El año 2024 ha sacudido Oriente Medio y ha dejado una Franja de Gaza devastada por la ofensiva israelí, un Líbano sumido en una frágil tregua con Israel, un Irán debilitado por los golpes asestados a Hizbulá y una Siria inmersa en una transición incierta tras la sorpresiva caída del régimen de Bachar al Asad.

Para los 2,3 millones de gazatíes, este año no se ha diferenciado mucho de cómo terminó el 2023 tras el ataque de Hamás del 7 de octubre contra Israel: cerca del 90 % de la población sigue forzosamente desplazada y malviviendo en tiendas de nailon, en gran parte debido a las restricciones israelíes.

Más de 45.000 gazatíes han muerto -la mayoría mujeres y niños, según el Ministerio de Sanidad de Hamás- en una ofensiva bélica que ha destruido o dañado el 87 % de las viviendas y que este año ha ido adquiriendo más tintes de encaminarse hacia una posible ocupación israelí permanente.

Israel no solo ha consolidado este 2024 una extensa "zona de amortiguación" de al menos 1,5 kilómetros de ancho, sino que también controla dos vías logísticas: el Corredor de Filadelfia -fronterizo con Egipto-, y el de Netzarim, al sur de la norteña ciudad de Gaza.

Tan solo un día después del estallido de la guerra de Gaza en octubre de 2023, la milicia-partido chií libanés Hizbulá abrió un frente de apoyo desde su lado de la frontera con Israel, con enfrentamientos de baja intensidad que fueron recrudeciéndose con el paso de los meses.

El 23 de septiembre, tras un verano especialmente convulso, Israel comenzó una ofensiva de bombardeos aéreos sin precedentes contra el Líbano, atacando principalmente el sur y este del país, pero también los suburbios del sur de Beirut, entonces bastión de Hizbulá.

En cuestión de días, 1,5 millones de personas tuvieron que abandonar sus hogares, provocando la peor crisis de desplazados de su historia y, semanas después, los bombardeos israelíes alcanzaron importantes ciudades históricas como Tiro o Baalbek.

Más de 4.000 personas han muerto y otras 16.000 han resultado heridas en el Líbano en casi 14 meses de conflicto.

Durante esta guerra, la tercera entre Israel y el Líbano, la cúpula y toda la cadena de mando de Hizbulá fue eliminada en casi su totalidad, con el asesinato incluso de Hasán Nasrala, su líder durante las últimas tres décadas, ahora sustituido por su número dos, Naim Qassem.

El movimiento chií, uno de los aliados de Irán en la región, afrontó además desde el 1 de octubre una invasión israelí terrestre en el sur de su territorio, hasta que ambas partes acordaron, a finales de noviembre, un alto el fuego mediado por EEUU, que requiere que Israel abandone gradualmente las zonas que ocupó en el Líbano.

Ambos tienen hasta finales de enero para trabajar en la implementación de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, que ya puso fin a la segunda guerra de 2006. Mientras tanto Israel como las autoridades libanesas denuncian violaciones del frágil alto el fuego.

Como patrocinador principal de Hizbulá, Irán atacó hasta en dos ocasiones a Israel, en un gesto sin precedentes, pero sin llegar a una guerra abierta en su largo pulso por la hegemonía en Oriente Medio.

El primer ataque iraní, con más de 200 drones y misiles, se produjo el 13 de abril, en represalia por el asesinato de siete generales de la Guardia Revolucionaria atribuido a Israel en un ataque que destruyó el consulado iraní en Damasco.

El 1 de octubre lanzó unos 180 misiles contra territorio israelí en venganza por los asesinatos de Nasrala a finales de septiembre y del entonces jefe de Hamás Ismail Haniyeh, en un ataque en Teherán en julio durante la toma de posesión del presidente de Irán, Masud Pezeshkian.

Pese a esos ataques directos, Teherán no respondió al contragolpe israelí, que bombardeó poco después objetivos militares, y su tono beligerante no ha hecho sino apagarse en las últimas semanas, lo que los analistas ligan con la victoria electoral de Donald Trump, con el fin de mantener la puerta abierta ante una hipotética negociación con el estadounidense.

También es innegable que el régimen de los ayatolás ha sufrido embestidas inimaginables, tras los golpes israelíes a sus aliados del denominado Eje de la Resistencia: Hamás, Hizbulá, la milicias afines de Irak y los hutíes del Yemen.

Irán ha perdido incluso a la Siria de Al Asad, cuyo Ejército, sorprendido por una ofensiva relámpago de los rebeldes, fue abandonado a su suerte por Moscú, el propio Teherán y sus diezmados socios de Hizbulá.

Tras décadas de represión y 13 años de guerra civil, el país inicia ahora una difícil transición política, con un gobierno interino liderado por Hayat Tahrir El Sham (HTS), el grupo que nació como filial siria de Al Qaeda y que lideró la ofensiva que derrocó a Al Asad, mientras prosiguen los combates en el norte entre las Fuerzas Democráticas Sirias (FSD, kurdosirias) y el Ejército Nacional Sirio (SPA, proturco).

Además, desde la caída del régimen de Al Asad, el Ejército israelí ha bombardeado cientos de objetivos militares en Siria, con el pretexto de evitar que esta infraestructura y armamento caiga en manos de los insurgentes que lo derrocaron, y ha desplegado a su Ejército en la zona desmilitarizada entre Israel y Siria. EFE

(Recursos de archivo en www.lafototeca.com Cód: 21893263, 22411257, 22462411 y otros)

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