Laia Mataix Gómez
Bogotá, 15 dic (EFE).- Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos, que desde 1974 reúne a miles de personas a lo largo de más de 127 kilómetros de recorrido urbano, un espacio que se ha convertido en insignia de Bogotá.
Desde las siete de la mañana hasta las dos de la tarde los ciudadanos pueden "disfrutar del espacio público mientras promueven su bienestar físico y mental", detalla la Alcaldía de Bogotá en su página web.
Una afirmación fácil de constatar en cualquiera de las principales arterias de la ciudad: multitudes se desplazan en una especie de ritual en el que llegan a participar 1,5 millones de personas cada semana.
La Carrera Séptima, por ejemplo, que conecta el centro con el norte de la ciudad, es huésped habitual de atascos e inercia cotidiana entre semana, pero los domingos es anfitriona de deportistas y vecinos que recorren su asfalto no solo para ejercitarse, sino para formar una comunidad.
Y es que la ciclovía se ha convertido en algo más que un espacio para hacer deporte, es un lugar de reunión, de paseos con mascotas y de trabajo para decenas de mecánicos o vendedores que amenizan la jornada.
Es el caso de Carlos Andrés Moreno, un mecánico que tiene su puesto sobre la Carrera Séptima desde hace tres años y atiende cada semana a los ciclistas y sus bicicletas para hacerles mantenimiento, aunque lo que más se encuentra son pinchazos en las ruedas, explica a EFE.
"Es un arte muy chévere", agrega, y describe la ciclovía y el ciclismo como "un deporte muy sano que ayuda a mejorar a nivel corporal, la salud de uno", dice mientras arregla una rueda con el rugido de fondo de algunos automóviles y el vallenato ocasional que llega desde algún altavoz adherido a una bicicleta.
"Cada ocho días" dice Miriam Rincón que sale a la ciclovía con su bicicleta, aunque también a veces a correr, y así lo hace desde hace ocho años porque le gusta "salir a tomar aire puro".
En este tiempo, "la han arreglado mucho, está muy chévere", agrega Rincón mientras espera en un semáforo rojo. De hecho, le han agregado una ciclovía nocturna que se celebra dos veces al año desde 1999, una a mitad de año y otra en diciembre.
La ciclovía de Bogotá es, según la propia Alcaldía, la más grande del mundo y se remonta al 15 de diciembre de 1974, la primera vez que los bogotanos se apropiaron de las calles desplazando a los vehículos para crear un espacio recreo-deportivo, que con los años daría paso al actual modelo conocido como ciclovía.
Entonces, una organización llamada Pro-cicla organizó un evento al que asistieron más de 5.000 personas que pedalearon solo por dos vías de la ciudad por tres horas, un encuentro que también fue una protesta por la contaminación ambiental, la proliferación de automóviles y la falta de oferta recreativa de la ciudad.
Posteriormente, en 1976, la Alcaldía de Bogotá tomó la decisión de destinar vías, estratégicamente situadas, para el tráfico exclusivo de ciclistas y peatones.
Desde entonces, se ha creado una comunidad alrededor de la ciclovía que también incluye a los que venden salpicón de frutas o bebidas para refrescar a los deportistas -también algunas arepas o empanadas-, y a las diferentes actividades que semanalmente se celebran en las tarimas instaladas a lo largo del recorrido, desde bailes de salsa hasta zumba, actividades a las que cualquiera se puede sumar.
Este domingo, para celebrar las cinco décadas de recreación y deporte, la Alcaldía de Bogotá organizó un "ciclopaseo" que partió de la Biblioteca Virgilio Barco y concluyó en el Parque Nacional Enrique Olaya Herrera donde se celebraron diversas actividades con la participación del alcalde Carlos Fernando Galán. EFE
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