Carlos Caselles Calle
Lisboa, 02 dic (EFE).- Los vecinos de Lisboa están hartos de convivir con su aeropuerto: es una céntrica fuente de ruido, contaminación y malos olores que hace "insoportable" la vida en gran parte de la ciudad, especialmente desde el fin de la pandemia.
Los habitantes de los barrios del norte de la capital están recogiendo firmas para reclamar "el cierre definitivo" de la instalación, después de que el Gobierno prohibiera este mes los vuelos nocturnos, una medida con poco impacto ya que la mayoría no opera de madrugada.
Sérgio Morais, vecino del barrio de Alvalade, es uno de ellos. Su casa colinda con el aeropuerto lisboeta Humberto Delgado y desde su salón es posible ver y escuchar aviones pasando cada 10 minutos.
"Pero eso no es lo peor," admitió a EFE entre el ruido de despegues y aterrizajes este informático, que duerme con tapones en los oídos, pese a instalar cristales dobles en las ventanas de su dormitorio.
"También están la polución y el olor a combustible, que de un tiempo a esta parte se notan cada vez más", subrayó este vecino, que todos los días a mediodía sufre el ensordecedor aterrizaje de un Boeing 777 procedente de Emiratos Árabes Unidos (EAU).
El Humberto Delgado opera vuelos durante todo el día −tan solo interrumpe el servicio entre la 01:00 y las 04:00− y es uno de los pocos aeródromos de Europa donde los aviones sobrevuelan la ciudad durante sus maniobras de aproximación.
Cuando el aeropuerto se inauguró en la década de 1940 estaba en la periferia de Lisboa pero, con su expansión, la ciudad ha acabado engulléndolo.
Estas circunstancias generan ruidos constantes que superan los 45 decibelios en buena parte de la urbe: un nivel de volumen que puede perturbar el sueño, dificultar la concentración y complicar el aprendizaje en niños y adolescentes.
"A veces −reconoció Morais− los cristales y los tapones no son suficiente y tienes que tomarte un antihistamínico", una combinación eficaz para conciliar el sueño, pero que le preocupa por las posibles consecuencias en caso de emergencia o incendio.
Más de 400.000 personas −cerca del 10 % de los habitantes de Lisboa− conviven con el ruido generado por los 912 vuelos que cada día pasan por el aeropuerto Humberto Delgado, según la organización ecologista ZERO.
La activista Isabel Colher, de la plataforma 'Aeroporto Fora, Lisboa Melhora', aseguró a EFE que "todo el mundo conoce este problema, ya no es una cuestión sólo de Lisboa".
Esta campaña ha recopilado hasta la fecha 2.500 de las 7.500 firmas necesarias para que una comisión parlamentaria debata la cuestión.
Vecina del barrio de Campo Grande desde hace tres décadas, Colher explicó que en los últimos años el tráfico aéreo sobre su casa ha aumentado exponencialmente, sobre todo después del "oasis de silencio" que supuso el confinamiento por COVID-19.
"En aquel momento me dio por la jardinería y descubrí que en mi barrio los pájaros cantaban", una tranquilidad que, recordó, le devolvió a aquella que reinaba cuando de niña visitaba a sus abuelos, también vecinos del barrio, pero que se esfumó en cuanto se reactivó el turismo.
"Desde entonces (a la plataforma) llegan cada vez más personas que tienen serias dificultades para descansar, con altos niveles de estrés y que sufren episodios de hipertensión u otras enfermedades cardiovasculares", lamentó.
El Gobierno portugués, liderado por el primer ministro conservador Luís Montenegro, anunció en mayo su intención de cerrar el Humberto Delgado para 2034 y sustituirlo por el futuro aeropuerto Luís de Camões, 20 kilómetros al sureste de Lisboa, en la zona de Alcochete.
Paradójicamente, a la espera de que se construya la instalación de Alcochete, se trabaja para aumentar el número de movimientos −despegues y aterrizajes− del Humberto Delgado de 38 a 45 por hora, lo que se traduciría en 168 vuelos diarios más para un total de 1080.
La última fase del plan para "mejorar la comodidad de los pasajeros y la calidad del servicio" comenzó este miércoles con la construcción de 12 nuevas posiciones de estacionamiento para aeronaves.
Las asociaciones vecinales rechazan esta intervención "contradictoria" por "anteponer el bienestar de los turistas al de los ciudadanos" y dicen que seguirán movilizándose hasta que el aeródromo cese operaciones. EFE
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