Luis Miguel Pascual
París, 2 dic (EFE).- Hasta el último instante el primer ministro francés, Michel Barnier, trató este lunes de sacar adelante unos presupuestos de austeridad para una economía fuertemente endeudada tras los años del covid, pero ante la imposibilidad de lograr acuerdos parlamentarios se inmoló en una moción de censura que sumerge a Francia en la incertidumbre.
Si, como todo parece indicar, la moción de censura que se votará previsiblemente el próximo miércoles acaba con su Ejecutivo, la pelota estará en el tejado del presidente, Emmanuel Macron, que tendrá que buscar un nuevo Gobierno en una situación caótica y con una enorme presión financiera.
Al frente de una alianza de centristas y conservadores que carece de mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, Barnier se colocó en la línea de fuego de la izquierda y de la extrema derecha, que aseguraron que le derribarán con la moción de censura.
Desde su nombramiento el pasado 5 de septiembre para dirigir el Gobierno, el que fuera negociador de la UE para el brexit no ha conseguido obtener apoyos más allá de macronistas, centristas y la derecha tradicional, que totaliza 211 de los 577 escaños de la Asamblea Nacional.
Con ese panorama, se vio obligado a adoptar sin voto parlamentario los presupuestos de la Seguridad Social para 2025.
La izquierda, con sus 193 diputados, anunció enseguida una moción de censura, mientras que la líder ultraderechista Marine Le Pen, que tenía la llave de la situación, señaló que la apoyará con sus 140 parlamentarios y, además, presentará su propia moción.
Barnier y Le Pen mantuvieron en los últimos días un tira y afloja que, hasta el último momento, pareció dar esperanzas de continuidad al jefe del Gobierno, pero que acabó por estrellarse contra las exigencias sin fin de la líder del RN.
El día comenzaba sin esperanzas para Barnier, después de que la mano derecha de Le Pen, Jordan Bardella, asegurara su intención de derribar al Ejecutivo, al que acusaba de estar cerrado a la negociación.
A media mañana el primer ministro telefoneó a Le Pen en un último intento de lograr su apoyo y le dio una última concesión: el Gobierno no retiraría la subvención a los medicamentos.
En los últimos días había cedido ya en otras dos 'líneas rojas' de la extrema derecha: renunció a un impuesto sobre la electricidad y redujo la ayuda médica a los inmigrantes sin papeles.
Pero todo fue insuficiente para Le Pen, que no quería ceder en el escollo más duro, el de retirar la congelación de las pensiones de jubilación durante los primeros seis meses de 2025, una medida que ahorraría 3.200 millones de euros a las arcas del Estado.
Innegociable para Barnier, presionado también por los diputados de su propia alianza, la medida era esencial para Le Pen, que consideró que no era tan onerosa, puesto que suponía un 0,5 % del presupuesto de la Seguridad Social.
Fue el punto de fractura, el elemento que coloca al Gobierno al borde de la destitución y al país en una situación inédita.
El primer ministro volvió a pedir "responsabilidad" a los diputados, que ahora tienen la llave de su continuidad, y reiteró la difícil situación que atraviesa el país, con un déficit del 6,1 % del PIB este año y necesitado de una cura de austeridad para situarlo en el 3 % en 2029 tal y como se ha comprometido ante Bruselas.
Pero nada indica que la oposición vaya a ser indulgente con el político conservador, nombrado por Macron el pasado 5 de septiembre y que está a punto de convertirse en el primer ministro más breve desde la Segunda Guerra Mundial y el segundo que cae por una moción de censura, tras Georges Pompidou en 1962.
Entonces, el general De Gaulle volvió a nombrar en el cargo a su fiel escudero, algo que ahora puede volver a hacer Macron, aunque parece improbable dada su incapacidad de lograr apoyos.
El presidente, que sigue la crisis del país desde Arabia Saudí, donde efectúa una visita de Estado, tiene previsto regresar a Francia el miércoles para pilotar esta nueva crisis de difícil salida.
La extrema derecha y la izquierda le consideran responsable de la fractura del país, por haber agravado su situación financiera y por haber disuelto la Asamblea Nacional en junio pasado, lo que desembocó en una cámara baja dividida en tres grandes grupos irreconciliables (extrema derecha, centro liberal y derecha conservadora, e izquierda) que reclaman el poder pero no tienen mayoría.
La extrema derecha porque con once millones de votos fue el partido más votado en julio y la izquierda porque fue quien más diputados obtuvo.
El líder izquierdista Jean-Luc Mélenchon volvió a pedir la dimisión de Macronn, aunque esta no resolvería el bloqueo parlamentario, ya que incluso un nuevo presidente no podría disolver la Asamblea Nacional hasta julio próximo por mandato constitucional. EFE
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