Inés Morencia
Valladolid, 1 dic (EFE).- El técnico uruguayo, Paulo Pezzolano, ya no comparecerá más en la sala de prensa del estadio José Zorrilla. El club ha hecho oficial su destitución, tras el bochornoso 0-5 endosado por el Atlético de Madrid, que ha hecho reaccionar a la directiva, tal y como pedía la afición.
De hecho, esta solo pudo levantarse para aplaudir el gol de gran factura de Griezmann, porque en los suyos poco pudo ver, y mucho menos, presumir. Algunos ni siquiera lo presenciaron, porque tras el 0-3 de la primera mitad, prefirieron disfrutar de la tarde del sábado de una forma más placentera.
Volvió a tronar el "Pezzolano dimisión" que acompañó al ya exentrenador blanquivioleta durante toda la pasada temporada. Pero consiguió devolver al Real Valladolid a Primera, y eso acalló las voces críticas, en parte, porque la realidad es que la relación del uruguayo con el público nunca fue buena.
Además, su soberbia en las ruedas de prensa -que luego se explicó por su intención de hacer que las opiniones contrarias recayeran solo en él y no afectaran a los jugadores- no ayudó a mejorarla, ni que pidiera que repitieran ese cántico durante la celebración del ascenso, en una Plaza Mayor abarrotada.
El "Papa" Pezzolano trató de arreglar la situación, y llegó a convencer a muchos con sus explicaciones y sus peticiones de perdón, pero cuando no hay resultados, es imposible que el público mantenga la conexión, incluso sabiendo que no hay plantilla para estar en Primera.
Al final, siempre tiene que haber una cabeza de turco, y suele ser el entrenador, que por supuesto ha jugado un papel importante en el devenir del equipo, pero también ha tenido que lidiar con una plantilla de poca calidad, y con una pésima dirección deportiva que no le ha dado lo que pedía.
Siempre ha presumido de ese ADN chileno que le impide rendirse. El mismo que le ha hecho batir récords de tarjetas amarillas por sus protestas a los árbitros, que de poco le han servido, más que para quedarse apartado del banquillo y tener que ver los encuentros desde la grada.
Y desde un palco tuvo que presenciar cómo su equipo sucumbía de manera estrepitosa ante el Atleti, aunque sí protagonizó la rueda de prensa para admitir que no habían estado a la altura y que el rival les pasó por encima, literalmente.
En el fútbol, los resultados mandan. Nueve puntos en 15 jornadas son un pírrico botín para un conjunto que quiere seguir en Primera. Solo dos victorias, ante el Espanyol, en el debut liguero, y ante el Alavés, a domicilio, hace cinco jornadas.
Los rumores apuntan a que su sustituto puede ser Francisco, y que incluso el club blanquivioleta ya ha hablado con él, puesto que el martes se juega ronda de Copa del Rey, y resulta acuciante tener a alguien que enderece el rumbo perdido y recoja el timón de un barco a la deriva.
El capitán del Real Valladolid, Javi Sánchez, reconocía esta semana que la plantilla estaba a muerte con el míster, pero seguro que a jugadores como De la Hoz, Machis, Kenedy, Amath o Marcos André no les ha afectado tanto la marcha del técnico.
Normalmente, lo que empieza mal, acaba mal. Y Pezzolano entró un 23 de abril de 2023 para sustituir a Pacheta al frente del blanquillo vallisoletano para tratar de dar regularidad al equipo en la máxima categoría, lo que no lograría, tras materializarse el descenso -el tercero de la era Ronaldo Nazário-.
En Segunda, a trancas y barrancas, y con mucha suerte en el tramo final de liga, pudo desfacer agravios y enderezar entuertos, como Don Quijote, pero ni con buen juego, ni con el apoyo de la afición. Era una lucha particular contra molinos de viento convertidos en gigantes, de la que salió más o menos ileso.
Pero este año se ha podido comprobar que el preparador uruguayo no tiene suficiente experiencia para estar en Primera. Tampoco plantilla, eso es cierto, pero hay jugadores a los que se les puede sacar mayor rendimiento, que para eso se ha pagado un dineral por ellos -casos de Latasa o Kenedy-.
Pezzolano dice adiós a una etapa conflictiva, llena de contradicciones y con pocas alegrías, en las que siempre reivindicó la rebeldía como herramienta para salir del pozo, propia y ajena, pero esta parece haber abandonado al plantel blanquivioleta.
El que le suceda tendrá un difícil papel, porque se va a encontrar con un ambiente hostil, con un presidente desaparecido, que prefiere jugar al tenis a ver a su equipo, con mucha falta de autoestima en los jugadores y con un juego pobre que ha llevado al Real Valladolid a ser colista de la tabla. EFE
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