Luis Miguel Pascual
París, 26 nov (EFE).- Anne Hidalgo anunció este martes que no se presentará a un tercer mandato al frente de la alcaldía de París, dejando tras de sí el legado de una ciudad con una clara ambición ecologista, con la bicicleta como su principal síntoma, una ambición no exenta de polémica.
La política socialista encarnó en primera persona el ingreso de la capital francesa en el reducido club de las grandes urbes verdes, para lo que no dudó en cercenar el espacio dedicado a los vehículos para dárselo a peatones y ciclistas.
Eso le ha valido duras críticas de amplios sectores de la población, que acusan a esta mujer nacida en la localidad española de San Fernando en 1959 de convertir a París en una ciudad de clases acomodadas y de expulsar a los trabajadores hacia los municipios colindantes.
Aunque todavía estará año y medio en el lujoso palacete municipal en el que lleva casi un cuarto de siglo -una década como alcaldesa-, Hidalgo abrióto la carrera para sucesión y situó sus ambiciones en el centro del debate.
Dentro del panorama de la izquierda, Hidalgo recogió elogios y aplausos, mientras que la derecha aspira a recuperar una ciudad que había gobernado hasta que en 2001 la perdió ante una coalición liderada por el socialista Bertrand Delanoë que llevaba como mano derecha a una desconocida joven política de origen español que fue escalando peldaños hasta convertirse en su número dos.
Tras dos victorias de Delanoë, Hidalgo recogió el testigo y profundizó en las mismas políticas, ecologistas y sociales, que le hicieron triunfar en los barrios más modestos de la capital, los del este y el norte de la ciudad. Fue, además, la primera alcaldesa de la ciudad.
En el cargo, Hidalgo fue solidificando su figura política, que con el tiempo ha ido ganando peso en el panorama nacional e internacional, aunque no el suficiente como para encarnar, como ella preveía en 2022, una alternativa socialista para conquistar el Elíseo.
Su carrera presidencial, que se saldó con un humillante 1,7 % de los votos, queda como una cicatriz en su trayectoria política que dificulta cualquier nueva ambición nacional pero que no pone en cuestión su condición de figura de peso en la izquierda.
Tras la salida de François Hollande del Elíseo en 2017, Hidalgo fue la figura socialista con más poder institucional y supo aprovechar la tribuna que ofrece la simbólica alcaldía de París, por la que desfilan jefes de Estado y gobierno, figuras de la cultura, la ciencia, y el deporte.
Con esa notoriedad, la alcaldesa dirigió con mano de hierro una ciudad en la que consiguó que el uso de la bicicleta se generalice, con un incremento del 70 % en los cinco últimos años, gracias a los 500 kilómetros de carriles abiertos desde su llegada al poder, al tiempo que ha ido cortando el paso a los coches.
El aumento de los impuestos a los coches más voluminosos o la prohibición de transitar en los barrios del centro son algunas de las medidas que simbolizan una política que comenzó al cerrar al tráfico los muelles del Sena, que eran unas mini-autopistas. El balance ha sido un descenso de la contaminación del 40 %.
En paralelo, Hidalgo presume de haber aumentado la construcción de viviendas sociales, del 13 al 25 %, pero no ha conseguido frenar la explosión de apartamentos turísticos, lo que ha incrementado el precio del metro cuadrado de forma imparable.
La guerra declarada por Hidalgo a la principal plataforma de alquiler de apartamentos turísticos del mundo no ha conseguido frenar su expansión en París.
A ello se suma la escalada del 50 % de las tasas inmobiliarias y una multiplicación de la deuda municipal que ha hipotecado algunas políticas sociales.
Fruto de ello, la alcaldesa no logró frenar las desigualdades de la ciudad, que pierde 12.000 habitantes al año, una de las principales críticas que le lanza la oposición.
Hidalgo ha visto su popularidad reforzada por el éxito de los Juegos Olímpicos, un proyecto al que otorgó un apoyo total y que concibió como un acelerador de su proyecto de ciudad. EFE