El Sahel se ha convertido en los últimos años en el principal escenario de la actividad de los grupos yihadistas a nivel mundial, atrayendo cada vez más a combatientes de fuera de esta zona de África, como lo prueba el hecho de las cada vez más frecuentes operaciones policiales llevadas a cabo en España y Marruecos en las que se ha desmantelado redes que facilitaban el traslado a la zona.
Este mismo viernes, los servicios de Información españoles y marroquíes han procedido al arresto de nueve personas --seis en España, incluidas cuatro en Ceuta, y tres en Marruecos-- acusadas de conformar una célula vinculada a Estado Islámico en el Sahel y de "planificar acciones terroristas".
El Sahel, y en particular Burkina Faso, Malí y Níger, se ha convertido en el principal foco de actividad terrorista a nivel mundial, desbancando a Siria e Irak, al igual que a Afganistán, que fueron antes el epicentro. En la zona operan el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), la filial de Al Qaeda, y Estado Islámico Sahel (ISS).
De acuerdo con el Índice Global de Terrorismo 2024, el Sahel sumó casi la mitad del total de víctimas mortales (47% con casi 4.000 fallecidos) y el 26% de los ataques terroristas a nivel mundial.
Entre el 'top 10' de los países más castigados figuran los tres citados: Burkina Faso, primero; Malí, tercero; y Níger, en décima posición, si bien cabe esperar que este dato empeore ya que el golpe de Estado registrado en julio de 2023 ha deteriorado la situación y se ha producido un incremento de los atentados.
La presencia de lo que se denomina combatientes extranjeros (foreign fighters, en inglés) no es nueva en esta región, a la que confluyeron yihadistas desde otras zonas del norte de África a medida que la represión de los grupos terroristas en países como Libia o Túnez se recrudecía, y de forma mucho más limitada desde Siria e Irak cuando Estado Islámico perdió su 'califato' en 2019.
NO HAY UN MOVIMIENTO A GRAN ESCALA
En su último informe publicado en julio, el comité de la ONU encargado de dar seguimiento a las sanciones impuestas contra Al Qaeda y Estado Islámico reconocía que "aunque no hay un movimiento a gran escala de combatientes terroristas extranjeros hacia África y la situación no es comparable a la de Siria", donde entre 2014 y 2015 confluyeron miles de combatientes, "los Estados miembro observan que esto está ocurriendo y requiere una estrecha vigilancia".
Así las cosas, el documento, consultado por Europa Press, subraya que "los combatientes explotan la debilidad de la gobernanza", en particular en el Sahel, donde los tres países citados están gobernados por juntas militares golpistas, y alerta de que "la transferencia de capacidades es un riesgo".
Aunque en el Sahel operan tanto Al Qaeda como Estado Islámico y la primera se ha erigido en la principal amenaza poniendo en jaque en particular a los gobiernos de Malí y Burkina Faso, es este último grupo el que parece ser el imán que atrae a más combatientes extranjeros.
El ISS --anteriormente conocido como Estado Islámico en el Gran Sáhara, ISGS-- "ha ampliado sus áreas de control y se ha establecido como un 'hub' para los combatientes extranjeros del norte de África y Europa desde principios de 2023, lo que aumenta la amenaza transnacional del grupo", prevenía hace unos meses Liam Karr, experto del proyecto Critical Threats.
RIESGO DE RETORNO PARA ATENTAR
Según este experto, en general los combatientes extranjeros "son ideólogos más curtidos" y "están menos interesados en los objetivos o quejas locales que motivan" a los combatientes de la zona. Además, en el pasado muchos de ellos "han demostrado un interés en volver a sus países de origen para organizar planes de ataque tras haberse radicalizado aún más en un escenario de conflicto activo".
Aaron Zelin, experto del 'think-tank' Washington Institute for Near East Policy, hacía un diagnóstico similar en otro artículo también de marzo, alertando del "creciente interés por el reclutamiento de combatientes extranjeros en Malí" desde principios de 2023 y haciéndose eco del desmantelamiento de varias células terroristas, en particular por las autoridades marroquíes, desde entonces.
"Aunque el flujo de combatientes a África no está cerca de lo que se vio en Siria la década pasada, incluso pequeñas movilizaciones pueden llevar a operaciones terroristas en países occidentales, como se vio con los complots que emanaron de Somalia y Yemen hace unos años", alertó Zeelin.
"El Sahel puede carecer del atractivo de otros escenarios para convertirse en un vector de movilización yihadista masiva: liberar Tombuctú no puede igualar el simbolismo de liberar Damasco", reconoce a su vez Sergio Altuna en un análisis publicado por el Real Instituto Elcano en julio.
De hecho, añade, "los agravios que funcionan como motor de la militancia yihadista en el Sahel están principalmente relacionados con cuestiones locales y, por lo general, difieren ampliamente de los objetivos perseguidos por el yihadismo global" que propugna Estado Islámico, y también Al Qaeda.
ES PELIGROSO IGNORAR EL RIESGO
Sin embargo, advierte este experto en terrorismo "aunque su agenda actual parezca centrada en cuestiones locales, sería peligroso ignorar las lecciones extraídas de experiencias pasadas: es sólo cuestión de tiempo hasta que, con las condiciones oportunas, intenten internacionalizar sus acciones".
El Gobierno español reconoce la amenaza que la inestabilidad en el Sahel constituye para la seguridad del país. Así consta en el Informe de Seguridad Nacional 2023 publicado a finales de marzo por la Dirección de Seguridad Nacional (DSN) de la Presidencia del Gobierno.
En él, se advierte de que "la situación en el Sahel y su proximidad geográfica con España constituye una amenaza real, tanto por la posible salida de combatientes a dicho territorio, como por la posible llegada de terroristas que pueden servirse de estructuras y rutas de tránsito utilizadas por el crimen organizado".
Aunque en 2023 el DSN no detectó "salidas de voluntarios yihadistas hacia escenarios en conflicto", subraya que "el principal riesgo sigue siendo el posible retorno" de los llamados combatientes terroristas extranjeros (CTE), "especialmente si se producen de forma clandestina e indirecta, usando rutas y métodos propios de las redes de inmigración ilegal".
Así las cosas, al margen de los españoles, el informe reconoce que "la posible llegada a España de retornados originarios de otros países, ya sean europeos o del Magreb, puede resultar especialmente preocupante". Cabe resaltar que la mitad de los yihadistas detenidos o muertos en España en la última década eran marroquíes, según un recuento realizado por Elcano con motivo del 20 aniversario de los atentados del 11-M.