Bakú, 20 nov (EFE).- Árboles de plástico reciclado, tapices de mil colores, mosaicos asiáticos de botones y cremalleras, ladrillos de barro adornando paneles árabes, indígenas bailando; La cumbre del clima en Bakú es la puerta de acceso a un exótico viaje alrededor del mundo, donde el objetivo es salvar el planeta.
Un pasillo decorado con enormes fotos de animales como caballos, emus y alpacas da paso al pabellón de los países y organizaciones internacionales, uno de los más concurridos de la cumbre, y al que miles de periodistas, observadores y público en general acuden cada jornada para participar, escuchar o simplemente ver lo que cada país puede aportar para enfrentar el cambio climático.
Entre todos, uno de los que más destaca es el pabellón de Brasil, sede de la próxima cumbre climática COP30 en 2025, un espacio lleno de color, luz y mucha vegetación y que bajo el lema "Caminos para la Transformación Ecológica", se reivindica como un lugar de encuentro, diálogo y presentación de iniciativas climáticas brasileñas.
Muy cerca de los brasileños se ubica el pabellón de Turquía, en el que un enorme mosaico elaborado de forma artesanal con botones y trozos de cremalleras y pequeñas fotografías que muestran la biodiversidad de este país dan la bienvenida al espacio turco en el que jóvenes explican las característica de su antigua cultura.
En la zona ocupada por Azerbaiyán, sede de esta cumbre climática, mujeres vestidas con el traje tradicional de Bakú sirven pequeñas tazas de té a los visitantes, mientras que en el espacio ocupado por el Reino Unido, las sesiones también se organizan frente a una taza de té y cerca de una tradicional cabina de teléfono roja.
En este recorrido por el planeta llaman la atención los ladrillos de barro cocido colgados en el acceso del pabellón de los Emiratos Árabes Unidos, sede de la pasada COP28, y en los que se explica con detenimiento los resultados obtenidos en dicha cumbre climática celebrada en 2023.
Singapur muestra color con unos vistosos pero a la vez delicados árboles ornamentales con pequeñas luces de colores, mientras que Kirguistán saca pecho tras presentar por primera vez su propio pabellón en una cumbre climática.
El pabellón de España despunta con carteles en lo que se aprecian molinos de viento y con el dato de 1.5 grados referido al Acuerdo de París en 2015, en el que los países se comprometieron a que el aumento de la temperatura media mundial se limite a 1,5 grados sobre los niveles preindustriales.
Unas matrioskas gigantes en color rojo sorprenden a lo visitantes en el espacio de Rusia, mientras que el de Australia está presidido, como no, por el símbolo modernista de un canguro.
También hay pabellones temáticos como el de la Criosfera con continuas conferencias impartidas por expertos alertando sobre la subida del nivel del mar, el derretimiento de los glaciares o la debilidad del permafrost; Por su parte el pabellón de los Océanos recuerda a todos la importancia de los ecosistemas marinos.
El área dedicada al mar Mediterráneo o el de los Pueblos Indígenas, donde los trajes regionales ganan protagonismo, son un claro ejemplo del interés de los jóvenes por estos temas, sin dejar atrás pabellones como el de Estados Unidos, que ocupa una gran extensión.
Mención aparte, aunque con un tono más serio, sobresalen los pabellones de los organismos internacionales entre los que destacan el de la Unión Europea (UE), la Comisión Europea (CE), el de Naciones Unidas, el del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), Transición Justa o el Pabellón del Comercio y la Inversión.
Cientos de visitantes también se pasean por el espacio multicultural de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ansiosos de escuchar historias de resiliencia de los migrantes climáticos, además de participar en discusiones con expertos acerca de los impactos del calentamiento global sobre la movilidad humana. EFE