Moscú, 19 nov (EFE).- El presidente ruso, Vladímir Putin, se debate entre la guerra y la paz al alcanzarse hoy, martes, los mil días de combates en Ucrania, ya que su ejército está avanzando a marchas forzadas en el frente pero, al mismo tiempo, su alto coste convierten en insostenible la prolongación del conflicto.
Rusia no aceptará "una tregua de media hora o de medio año", dijo Putin, quien negó un posible armisticio que únicamente suspenda provisionalmente las hostilidades y congele en el tiempo el conflicto.
Putin quiere lograr la victoria en el campo de batalla, pero lo que realmente quiere es ganar la posguerra. Rusia se ha enfangado demasiado en esta contienda como para conformarse con un estrechón de manos. La OTAN es una línea roja, mientras la nueva frontera ucraniana la marcan "los territorios históricos" anexionados por Moscú (Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia).
"Si no hay neutralidad, es difícil imaginarse algún tipo de relación de buena vecindad entre Rusia y Ucrania", aseguró.
Una vez se selló el 5 de noviembre el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, el Kremlin y los diplomáticos rusos no escondieron su satisfacción y comenzaron a vender profusamente la idea de un inminente arreglo del conflicto.
El propio Putin no dudó en felicitar a Trump y, aunque el Kremlin tachó de "exageración" la afirmación de que terminará con la guerra "en 24 horas", aseguró que sus planes expuestos durante la campaña electoral "merecen, como mínimo, atención".
Moscú desea un pronto comienzo de las negociaciones de paz, si es posible de cara al 80 aniversario de la Victoria sobre Hitler el 9 de mayo de 2025.
Para ello, será necesario un cara a cara entre Putin y Trump, similar al celebrado en Helsinki en 2018. Y es que Rusia insiste en que es Estados Unidos quien tiene la llave del arreglo, tanto en lo que respecta a la guerra como a las garantías de seguridad.
La Administración saliente intentó torpedear los planes del jefe del Kremlin y el presidente electo autorizando en vísperas del aniversario, según la prensa estadounidense, los ataques con misiles de largo alcance contra la región de Kursk, la respuesta de Washington al despliegue de miles de soldados norcoreanos.
"Es evidente que la Administración saliente en EE.UU. tiene intención de continuar echando leña al fuego y seguir provocando una escalada de la tensión en torno a este conflicto", replicó Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin.
Putin aún no ha reaccionado a la noticia, pero ya había advertido en septiembre que "eso significará que los países de la OTAN, EE.UU. y los países europeos estarán en guerra con Rusia".
En todo caso, Moscú ya había tomado en los últimos meses medidas preventivas como la aprobación de una nueva doctrina nuclear que permite una respuesta nuclear en caso de ataque convencional.
El Kremlin es consciente de que el "nerviosismo" ha cundido entre las cancillerías europeas con el cambio de inquilino en la Casa Blanca. Por ello, intenta introducir una cuña entre Bruselas y Washington.
Putin admitió un "déficit de confianza" con Europa, más aún después de que el candidato a la Cancillería alemana, Friedrich Merz, prometiera imponer un ultimátum de 24 horas al jefe del Kremlin si es elegido en las elecciones de finales de febrero.
Merz añadió que si Rusia no cumple con sus condiciones, está dispuesto a proporcionar a Ucrania misiles de crucero de largo alcance Taurus y autorizar ataques contra territorio ruso, tras lo que Moscú amenazó con una respuesta "destructiva".
Así se lo transmitió Putin la pasada semana al actual canciller, Olaf Scholz, al que echó en cara la "degradación sin precedentes" de las relaciones entre Moscú y Berlín en su primera conversación desde diciembre de 2022. Además, le espetó que sigue en pie la propuesta de paz del Kremlin de junio pasado.
Entonces Putin propuso a Ucrania que retire sus tropas del Donbás y del sur del país, y renuncie a los planes de ingresar en la OTAN, tras lo que el Kremlin anunciaría un inmediato cese del fuego y el comienzo de negociaciones para el arreglo del conflicto.
Mientras, el descontento social con la guerra va en aumento en línea con el drástico incremento del coste de la vida, el aumento de las tasas para los créditos hipotecarios (28 % en Sberbank) y la amenaza siempre latente de la movilización.
Con una economía de guerra, los expertos pronostican que la incapacidad del Gobierno para frenar el encarecimiento de los precios puede hacer realidad su peor pesadilla: el cóctel de estancamiento económico y alta inflación.
En un raro ataque de sinceridad, las autoridades estimaron en 700.000 millones de rublos (unos 7.000 millones de dólares) solo el coste de las obras de reconstrucción en Kursk, a lo que hay que sumar otras regiones fronterizas como Bélgorod castigadas por la guerra.
"Llevamos tres meses de infierno (...) Le pedimos que ponga fin a esta maldita guerra, que se ha cobrado muchas vidas inocentes", señala el vídeomensaje enviado la pasada semana a Putin por unos 40 residentes de la aldea Olgovka.
Mientras, el Ejército ruso también está pagando un alto precio, ya que, según fuentes británicas, sólo en octubre sufrió una media de 1.500 bajas diarias en el frente ucraniano.EFE
(foto)(vídeo)