Beatriz Arslanián
Ereván, 9 nov (EFE).- Una contracumbre surge desde México en los márgenes de la COP29 para cuestionar las decisiones y enfoques que las Conferencias de las Partes sobre el Cambio Climático han promovido en los últimos años.
"Estamos viviendo una guerra abierta", comentó a EFE Mario Quintero, representante de la Asamblea de Pueblos Indígenas del Istmo en Defensa de la Tierra y del Territorio (APIIDT), que celebró su Anti-COP esta semana.
El Encuentro Global por el Clima y la Vida, organizada por movimientos sociales y comunidades indígenas, plantea una crítica profunda hacia estas cumbres que, según afirman los organizadores, han contribuido más a la perpetuación de las crisis que a su solución.
Quintero destaca el rol de los pueblos indígenas en la lucha contra el extractivismo y las políticas internacionales que ignoran los derechos de las comunidades originarias.
La APIIDT nació hace 17 años en el Istmo de Tehuantepec, en el sureste de México, como respuesta a la invasión de parques eólicos en su territorio, un proyecto que fue presentado como una solución limpia y sustentable, pero tuvo graves impactos en el medioambiente local y en los derechos territoriales de las comunidades.
“Desde el inicio en nuestra organización hemos mantenido una narrativa sobre las construcciones geopolíticas de la economía transnacional y de los impactos directos sobre el territorio,” afirma.
Según Quintero, el proyecto de la Anti-COP es una respuesta a la falta de acción de las cumbres climáticas oficiales. Denuncia que las COP han fracasado en su objetivo principal: proteger el planeta.
En lugar de eso, afirma que las políticas y acuerdos alcanzados en estas conferencias han resultado en “falsas soluciones” que agravan el despojo de tierras y los proyectos extractivos en territorios indígenas.
“Nosotros lo vivimos, de primera mano, con todos los parques eólicos que se han instalado, que provienen del llamado Protocolo de Kioto del 97, y que se aceleró con el tema de los bonos de carbono”, indica Quintero y agrega que estas estrategias representan una economía especulativa que ignora el impacto en los pueblos indígenas y el medioambiente.
La próxima COP en Azerbaiyán, país rico en recursos fósiles, es vista con escepticismo y desconfianza por la APIIDT y otros movimientos.
“En Dubái, el que presidió la COP28, era uno de los grandes jeques de la industria fósil,” recuerda Quintero, enfatizando cómo los intereses económicos parecen primar sobre la urgencia de reducir las emisiones de carbono.
Al situarse en un país con una economía altamente dependiente del petróleo, la COP29 se percibe como una contradicción evidente.
Azerbaiyán depende fuertemente de este recurso para su economía y aunque ha expresado su compromiso con la reducción de emisiones y la transición energética, la COP29 plantea la necesidad de acelerar estas acciones para alinearse con las metas globales de reducción de emisiones.
Los pueblos indígenas han preservado el 80 % de la biodiversidad del planeta, y lo han hecho sin necesidad de cumbres internacionales o acuerdos diplomáticos, recalca Quintero.
Sin embargo, su presencia en las COP ha sido mínima, y sus preocupaciones y soluciones alternativas raramente se incorporan en los acuerdos finales.
El entrevistado se lamenta de que el enfoque continúa estando en las políticas económicas desde arriba, en lugar de escuchar las soluciones que vienen “de abajo”, de las propias comunidades.
Quintero critica el modelo energético global y la dependencia de los combustibles fósiles, una de las principales causas del cambio climático.
“Las energías fósiles han sido las principales responsables de esta crisis climática a nivel global” sostiene.
Sin embargo, no considera que las energías renovables sean la solución ideal, ya que también generan impactos negativos en las comunidades. La extracción de litio y otros materiales necesarios para la tecnología renovable implica un nivel de minería y explotación que, si bien es menos visible, también afecta los ecosistemas y a las comunidades que habitan en ellos.
“No se trata del modelo de producción de energía, sino del modo y del consumo,” afirma.
Una de las consignas principales de la Anti-COP es que “no puede haber justicia climática sin justicia para los pueblos”. Para Quintero, la lucha contra el cambio climático debe ir acompañada de un enfoque en derechos humanos y justicia social.
Desde su perspectiva, la crisis climática es solo una parte de una crisis mayor que menosprecia los derechos territoriales, la pobreza extrema y la destrucción de los medios de vida de comunidades vulnerables en todo el mundo.
A pesar de sus críticas hacia la COP29, Quintero expresa su esperanza de que la próxima COP, que se celebrará en 2025 en Brasil, en territorio indígena, pueda representar un cambio.
Será la primera vez en más de una década que la cumbre se celebre en América Latina, y los movimientos indígenas y campesinos de la región ya se organizan para visibilizar sus demandas.EFE
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