La República Centroafricana apuesta por la economía verde mediante los créditos de carbono

La República Centroafricana busca transformar su economía al integrar créditos de carbono, promoviendo la sostenibilidad en la Reserva Natural de Chinko y abordando los desafíos del uso del carbón vegetal

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Por Jean-Fernand Koena

Bangui, 9 nov (EFE).- La República Centroafricana (RCA) apuesta cada vez más por la economía verde mediante los créditos de carbono, una iniciativa que busca preservar la biodiversidad, proteger el medioambiente y generar ingresos en uno de los países más inseguros y pobres del globo.

 La RCA, que representa el 10 % de la cuenca del Congo, ha concedido créditos de carbono a African Parks, una ONG sudafricana junto a la que el Gobierno centroafricano administra la Reserva Natural de Chinko (sudeste), de casi seis millones de hectáreas.

“Necesitamos avanzar hacia el escenario optimista. Para ello tenemos que cambiar de mentalidad”, declara a EFE en la capital, Bangui, el ministro de Planificación y Economía, Richard Filakota, sobre la apuesta por la economía verde.

Los créditos de carbono son un instrumento internacional que permite a empresas y países compensar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) difíciles de eliminar con la inversión en proyectos que mitiguen los gases de efecto invernadero, como la reforestación.

El ministro considera que hay que “aprovechar al máximo” el potencial de que el país sea “la puerta de entrada a la cuenca del Congo”.

"Debemos promover este potencial pero asegurar que este potencial se mantenga de manera sostenible para que el capital de carbono sea valorado. Somos una oportunidad para el mundo al donar nuestro carbono”, subraya Filakota.

La aprobación del Protocolo de Kioto de 1997, un acuerdo del Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que tenía como objetivo reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero, fue el origen de este tipo de crédito.

Pero no fue hasta la firma del Acuerdo de París de 2015 cuando cobraron relevancia.

El país, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), crecerá un 1 % para el próximo año pese a la violencia sistémica que padece desde 2012, y el Gobierno pretende modernizar la economía.

Pero tiene que lidiar con desafíos como la principal actividad económica de jóvenes que viven en la aldea de Ngouaka, a unos 65 kilómetros de Bangui: la producción de carbón vegetal.

La exportación de este material combustible fue prohibida por una orden ministerial el pasado 17 de mayo y se establecieron multas de entre 500.000 francos CFA (unos 765 euros) y un millón de francos (unos 1.532 euros) para los infractores.

Su producción constituye una importante fuente de ingresos que tiene un impacto directo en el ecosistema y es una de las causas del cambio climático, un factor del que es consciente Giles Mboli, de 36 años.

“Este trabajo nos da dinero, nos permite cuidar de nosotros mismos y pagar la escuela de nuestros hijos. Pero también tiene un impacto negativo en nuestro medio ambiente”, explica a EFE Mboli, que se dedica a la quema de leña para hacer carbón.

“Las autoridades nos lo hacen saber y nos dicen que lo dejemos. Pero como todavía no tenemos un trabajo remunerado, lo hacemos de todos modos”, añade.

El jefe de Ngouaka, Gontron Yamboka, ayuda a los ciudadanos de este pueblo a dejar la fabricación de carbón vegetal para dedicarse a la agricultura.

Yamboka, de 46 años, llegó de niño a Ngouaka, un entorno lleno de biodiversidad en el que los recursos madereros estaban al alcance de cualquiera.

“La minería del carbón es una fuente de empleo para los jóvenes. Pero los efectos son devastadores para el clima y nuestro medioambiente. Por ejemplo, para conseguir leña hoy en día hay que recorrer siete u ocho kilómetros para encontrar árboles con los que hacer carbón. Es patético”, recalca a EFE.

Otro problema es que apenas llueve, por lo que el sol daña los cultivos y cuando, por fin, se dan las lluvias, son tan abundantes que tampoco benefician al sembrado.

“He pedido a los jóvenes que se dediquen a la agricultura y abandonen esa actividad. Es una decisión difícil, pero no tenemos elección”, subraya el jefe de la aldea.

Otro vecino de Ngouaka, Thibault Martial Namsenmo, que es inspector de hacienda y cultiva sandías, también quiere concienciar a los jóvenes a través del diálogo.

“He escuchado la retórica de los jóvenes de aquí que piensan que no pueden vivir sin carbón. Pero, gracias a la actividad de la tierra, soy rico. Yo les di el mensaje”, asegura.

El inspector, además, ha iniciado un proyecto de reforestación junto a Yamboka.

“Ahora, con el jefe Gontron, hemos iniciado una reforestación positiva con los árboles que van a plantar. Estos árboles serán un centro para las orugas. Esto salvará el medio ambiente y permitirá que el bosque respire”, concluye. EFE

(foto)

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