Carmen Jaquete
Roma, 8 nov (EFE).- Los recientes asesinatos de dos jóvenes en Nápoles (sur de Italia), ambos a manos de adolescentes, han conmocionado a la ciudad, donde son cada vez más los menores que llevan armas, un fenómeno que preocupa a las organizaciones vecinales y sociales, dispuestas a unirse para poner fin a la cultura de la violencia.
"Las muertes son solo la punta del iceberg, la violencia es cotidiana. Los jóvenes no tienen la perspectiva de un futuro mejor, son chicos de periferia sin servicios y van a escuelas que no se adaptan a nuestro tiempo", explica a EFE Renato Quaglia, presidente de la Fundación 'Quartieri Spagnoli' (Barrios españoles) Foqus.
Esta organización, que lucha para impulsar el desarrollo socio económico a través de la educación en el céntrico barrio español napolitano, uno de los más violentos, es una de las 50 de toda índole que estarán presentes mañana, sábado, en una asamblea pública para pedir a las instituciones que les ayuden a "liberar Nápoles de la cultura de las armas".
En la mayor ciudad del sur de Italia, cuna de la Camorra, la mafia napolitana, "los adolescentes van armados y la violencia está la orden del día entre los jóvenes que han nacido en los barrios más populares", asegura Quaglia.
Fue en San Sebastián del Vesuvio, uno de esos barrios periféricos, donde asesinaron a Santo Romano, de 19 años, el pasado 2 de noviembre por otro joven de 17 años, que había salido de la cárcel en mayo y que le disparó tres veces después de una pelea entre dos grupos, al parecer por un pisotón.
El homicidio de Romano, un joven jugador de fútbol, fue un duro golpe para los napolitanos, solo una semana después de que dos menores de 14 y 17 años asesinaran a un adolescente de 15 en el centro de la ciudad.
Aunque se pueda pensar lo contrario, no todos los adolescentes armados que se pasean por la ciudad pertenecen la Camorra, sino que hay "un fenómeno nuevo" de bandas juveniles que se enfrentan a los clanes mafiosos y también entre ellos para obtener el control de las zonas, según Quaglia.
"Con la pistola en la mano cubren sus inseguridades", explica el presidente de Foqus, que culpa de esta violencia a la falta de oportunidades y de alternativas en los barrios periféricos, donde no hay gimnasios, espacios de ocio u otras actividades.
"Ellos no tienen la culpa de nacer en estos barrios, no deben estar condenados", lamenta.
En Nápoles "uno de cada tres niños de entre 8 y 14 años abandona la escuela" y sin estudios primarios no pueden acceder a un contrato legal. "Con fortuna consiguen un trabajo en negro, con mala suerte terminan en la Camorra", resume.
Por ello la asociación 'Maestri di Strada', también presente en la asamblea, ofrece formación profesional a los chicos que quieren dejar la escuela y también a sus padres porque "la violencia muchas veces nace en casa", asegura Barbara Di Domencio, que forma parte de su directiva.
"Al ofrecer una educación a las madres, la mayoría muy jóvenes y con educación primaria, que les permita obtener una cualificación" se mejora la calidad de vida familiar, asevera.
La asociación contacta con los adolescentes en las escuelas para ofrecerles un programa diferente según el caso, pero Di Domenico reclama al Gobierno de la región de Campania que facilite el acceso a los centros educativos, pues en muchas ocasiones la burocracia complica sus intervenciones y llegan "tarde".
La culpa "es también de las escuelas, que no son capaces de hacer que se queden y apasionarlos. Si un estudiante es hiperactivo o travieso, el profesor lo sienta en la última fila para que no moleste y lo empuja hacia la puerta, lo abandona", dice Quaglia.
La solución no es poner más cámaras de seguridad o aumentar la presencia policial, sino "cambiar el modelo educativo, cambiar la mirada hacia la violencia y ofrecerles a estos jóvenes un futuro mejor", subraya. EFE
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