Maia Sandu, la abanderada de los valores europeos en el espacio postsoviético

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Moscú, 4 nov (EFE).- La presidenta de Moldavia, Maia Sandu, reelegida el domingo en la segunda vuelta electoral, es la principal abanderada de los valores europeos en el espacio postsoviético y la primera línea de defensa ante la agresiva propaganda del Kremlin.

“Grupos criminales, asociados con fuerzas extranjeras, atacaron nuestro país con mentiras y propaganda (...) No dejaremos de defender la libertad y la democracia”, dijo tras la primera vuelta electoral.

Esa frase resume el primer mandato de Sandu al frente de uno de los países más pobres del continente. La dirigente liberal denunció el intento de fraude ruso para frenar el ingreso del país en la Unión Europea (UE).

Pese a las presiones del Kremlin y los intentos de desestabilización de los oligarcas prorrusos, Sandu logró ganar las elecciones y que el sí saliera victorioso en el histórico referéndum del 20 de octubre.

Sandu, una políglota con experiencia en el Banco Mundial, fue consciente desde que entró en política hace diez años que la UE era la única vía de escape para romper las cadenas de dependencia política, económica y cultural de Rusia.

Perdió el primer asalto en 2016 -poco después de fundar el partido Acción y Solidaridad- ante el candidato de Moscú, Ígor Dodon, un comunista vestido de socialista y declarado admirador del presidente ruso, Vladímir Putin.

Dejó claras sus intenciones cuando se convirtió brevemente en primera ministra en 2019 al declarar la guerra a oligarcas como Vladímir Plahotniuk e Ilan Shor, protagonistas del conocido en Moldavia como “el robo del siglo” al apropiarse de 1.000 millones de dólares.

Al segundo intento (2020), logró desbancar a Dodon y desde entonces nunca miró atrás. Bruselas vio en Sandu una alumna aventajada y la ayudó a romper con la pesada herencia soviética, política secundada por Estados Unidos.

La mejor demostración de ese apoyo es la concesión por parte de la Comisión Europea en vísperas de las elecciones de una ayuda de 1.800 millones de euros, que la propia Sandu calificó de Plan Marshal para Moldavia.

Sin duda, Sandu fue de los primeros líderes regionales en entender el mensaje cuando Putin dio inicio a la campaña militar rusa en Ucrania en febrero de 2022. Más aún teniendo en cuenta que Moscú tiene tropas en la región separatista de Transnistria y cuenta con el apoyo mayoritario en la autonomía de Gagauzia.

Moldavia condenó firmemente la “invasión rusa”, lo que forjó una estrecha alianza con el líder ucraniano, Volodímir Zelenski, y dio la orden de acoger a cientos de miles de refugiados del vecino país (más de 120.000 siguen en su territorio).

El impacto de la guerra sobre la economía nacional, que se sumaba a dos años de pandemia y a la guerra energética con Rusia, estuvo a punto de costarle muy caro a Sandu, ya que provocó un aumento del coste de la vida y de la deuda externa.

La UE echó una mano con ayuda no sólo económica, sino también de seguridad, ya que Moldavia se convirtió tras Ucrania en el segundo receptor en asistencia militar para hacer frente a la amenaza rusa.

Como resultado, Moldavia, que solicitó el ingreso en marzo de 2022 y se convirtió en país candidato a mediados de ese año, inició negociaciones con Bruselas en diciembre de 2023 con el fin de entrar en el bloque en 2030.

La otra guerra que ha tenido que librar Sandu, y cuyo desenlace aún es desconocido, no es menos cruenta. La propaganda rusa es un arma igual de peligrosa que las unidades mecanizadas que combaten en el Donbás.

Moscú ha dedicado grandes cantidades de dinero a desprestigiar la idea de Europa como un mensajero de malas noticias entre la población rusoparlante con el fin de inclinar la balanza en favor de la Unión Económica Eurasiática liderada por Putin.

El gancho es gas y electricidad baratos; un mercado tradicional para los productos moldavos; el miedo al ingreso en la OTAN y a una guerra con Rusia.

Sandu ha visto detrás de esa campaña la mano de oligarcas vinculados con el Kremlin como Shor, quien transfirió, según la Fiscalía, decenas de millones de dólares para comprar 300.000 votos.

En un intento de frenar, lo que Chisinau y Bruselas, llaman ataques “híbridos”, en los últimos dos años Moldavia cerró varios partidos políticos, quince canales de televisión y numerosas páginas web rusas.

Además, en una clara ruptura con el pasado imperial ruso y soviético, Sandu decidió devolver su nombre -rumano- al idioma moldavo, en lo que cuenta con el apoyo de la numerosa diáspora que trabaja en los países europeos y que no quiere volver al pasado colonial.EFE

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