Esteban Capdepon Sendra
Arlington (EE.UU.), 5 nov (EFE).- Cerca de las ocho y media de la mañana, Micaela Pond, una profesora jubilada, recibe en su casa de Arlington (Virginia) a un grupo de voluntarios del partido demócrata para prepararse para otra jornada de campaña puerta a puerta.
"Lo vamos a conseguir", grita emocionado Chris, un voluntario de 23 años que ha cambiado sus clases de derecho en la universidad para poder asistir al evento.
La casa de Micaela parece un santuario demócrata. Hay chapas, gorras, pegatinas, carteles para el jardín y cualquier tipo de merchandising existente de la candidatura de la vicepresidenta, Kamala Harris, y su compañero de fórmula, el gobernador de Minesota, Tim Walz.
Tiene hasta una figura de Harris a tamaño real que ha adornado con un collar de perlas.
Cada fin de semana, desde el mes de julio, ofrece su patio como centro de coordinación para voluntarios demócratas de la zona norte de Arlington que quieran hacer canvassing, como llaman en EE.UU. a hacer campaña puerta a puerta.
Esta forma de buscar votos, muy típica en el país, consiste en ir a las casas de la zona para pedir a los vecinos que vayan a votar y, sobre todo, que lo hagan por el candidato que defienden: "No nos interesa que vayan a votar si lo harán por Donald Trump", bromea con EFE John, otro de los voluntarios.
Tras haberse registrado en su web y recibir un entrenamiento rápido a cargo de Chris, los votantes que desean ir puerta a puerta siguen un mapa en una aplicación del móvil en el que están registradas las casas donde deben ir.
Solo tienen que seguir tres reglas muy básicas: tocar la puerta un máximo de dos veces, asegurarse de que la persona que hay en casa es quien tienen registrada y preguntar, cuando les abren, si votarán a Harris, a Trump, o si todavía no lo han decidido.
"Nuestro principal objetivo son los votantes indecisos o los republicanos que no están totalmente convencidos de votar a Trump. Con los que ya saben que irán a votar por Harris el trabajo ya está hecho", asegura.
Normalmente se reúnen los fines de semana, pero ante el duelo tan ajustado que advierten las encuestas, los voluntarios también hacen campaña durante las horas previas a las elecciones.
Que no abran la puerta es una cosa habitual al tratarse de días laborables. Cuando pasa, dejan la información en el pomo de la puerta y avisan al resto de voluntarios a través de la aplicación para volver en otro momento. Cosa que también se hace cuando dentro de la casa hay un perro ladrando.
"El fin de semana fue una locura. Vinieron más de cien voluntarios", explica emocionada la profesora mientras enseña desde su móvil la foto que se hicieron para el recuerdo. En el grupo se observa mucha gente joven, mayoritariamente mujeres.
El tiempo que suelen pasar con cada vecino varía dependiendo de quién abre la puerta: "Lo normal es estar unos minutos, pero no siempre es así, el otro día una voluntaria estuvo 40 minutos debatiendo con un republicano", afirma Chris.
El norte de Virginia, donde se encuentra la ciudad, es una región mayoritariamente demócrata que alberga a muchos de los trabajadores de Washington, lo que le hace tener una experiencia "muy positiva" a los voluntarios.
Virginia, que fue considerado un estado bisagra a principios de la década de los 2000, ha votado por el candidato demócrata desde 2008. Esta vez, Kamala Harris se presenta con una ventaja de seis puntos sobre Donald Trump, según la media de encuestas del portal FiveThirtyEight.
Esta forma de hacer campaña, que practican tanto demócratas como republicanos, está muy extendida a lo largo del país. Durante el final de la campaña, las bases han focalizado sus esfuerzos en los estados claves, dirigiendo voluntarios hasta allí.
Es el caso de Pensilvania, considerado el estado decisivo de estas elecciones, donde las encuestas advierten un empate entre ambos candidatos.
Elijah, un joven demócrata que reside en Washington, viajó el sábado a York (Pensilvania) en uno de los nueve autobuses que salieron desde la capital estadounidense para pedir el voto puerta a puerta.
Su percepción fue totalmente diferente a la de los voluntarios en Virginia: los vecinos de Pensilvania están cansados de ser el centro de la diana electoral y las entradas de algunas casas están llenas de propaganda electoral de ambos partidos que nadie recoge.
Dado que en el país no existe la jornada de reflexión, los voluntarios pueden estar haciendo campaña puerta a puerta hasta prácticamente minutos antes de que cierren los centros de votación en cada estado y luchar así hasta el último voto. EFE
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