Antonio Broto
Ginebra, 1 nov (EFE).- Suiza, país que sirvió de refugio o retiro a personas de todo el mundo, alberga un sorprendente número de tumbas de celebridades de otros países que vivieron allí sus últimos días, desde Borges a Chaplin o Audrey Hepburn, y que también reciben visitas de admiradores en esta época, aprovechando festividades como Todos los Santos o el Día de Difuntos.
La primera parada en un tour por los camposantos suizos debería ser el cementerio del centro de Ginebra, posiblemente el más famoso del país y uno de los más accesibles, ya que se encuentra en el centro de la ciudad, hasta el punto de que para los ginebrinos es también un parque por el que pasear o descansar.
Oficialmente se le denomina Cementerio de Plainpalais por el barrio en el que se encuentra, aunque es más conocido con el sobrenombre de "Cementerio de los Reyes", un apelativo algo engañoso porque no hay ningún monarca enterrado allí, y nunca nadie reinó en lo que ya desde época medieval fue una república.
Allí está enterrado precisamente el fundador de la República de Ginebra en el siglo XVI, el destacado teólogo reformista francés Juan Calvino, cuya tumba es tal vez la más conocida junto a la del escritor argentino Jorge Luis Borges, quien quiso pasar sus últimos meses de vida en la ciudad donde había pasado su adolescencia y murió en ella en 1986.
También reposa en este cementerio el brasileño Sérgio Vieira de Mello, quien fuera alto comisionado de Naciones Unidas para los derechos humanos, asesinado en un atentado suicida en Bagdad en 2003.
En la cercana ciudad de Lausana, otro cementerio, el de Bois-de-Vaux, es famoso por las celebridades que allí descansan, tales como la reina de la alta costura francesa Coco Chanel, quien diseñó la lápida bajo la que se encuentra.
La diseñadora pasó varios años en Suiza para alejarse de Francia tras la Segunda Guerra Mundial, ante las sospechas de que había colaborado con los alemanes durante la ocupación nazi de su país.
Otros franceses ilustres que descansan en el camposanto de Lausana son el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc, famoso y controvertido restaurador de edificios medievales como la Catedral de Notre Dame de París, o el barón Pierre de Coubertin, padre del movimiento olímpico.
No sólo hay visitantes que entran en el cementerio para poder rendir homenaje a éstas y otras personalidades, sino que incluso hay gente que paga para que al fallecer su cuerpo descanse, por ejemplo, junto al de Coco Chanel.
Aunque para los ciudadanos de Lausana ser enterrado allí es en principio gratuito, a los forasteros se les demandan precios que oscilan entre los 800 y los 8.000 euros.
Otras ciudades que como Ginebra o Lausana se encuentran a orillas del Lago Lemán fueron elegidas por famosos extranjeros para pasar los últimos periodos de sus vidas y sus restos descansan allí.
A veces fueron autoexilios como el de Charles Chaplin, quien se refugió en Suiza para huir de la persecución política en el Estados Unidos del macartismo.
Su cuerpo se encuentra en Corsier-sur-Vevey, el idílico pueblo de viñedos sobre el Lemán donde vivió casi un cuarto de siglo, aunque no siempre ha podido descansar en paz: a los pocos meses de ser enterrado allí, sus restos fueron robados por dos hombres que pidieron rescate a la viuda del actor, Oona Chaplin.
Se desplegó una gran operación policial para recuperar el cuerpo del cómico, algo que se logró al detener a los profanadores, y los restos volvieron a la tumba, aunque enterrados a mayor profundidad y protegidos dentro de una cámara de hormigón armado.
Entre Lausana y Ginebra, el cementerio del pequeño pueblo de Tolochenaz, donde vivió Audrey Hepburn entre 1963 y 1993, guarda los restos de la leyenda de Hollywood, cuya vida sin embargo siempre estuvo muy ligada a Suiza, donde se casó primero con el actor Mel Ferrer y años después con el empresario Andrea Dotti.
Muchos otros actores de la era dorada del cine se retiraron a Suiza y allí descansan, entre ellos Richard Burton, David Niven, James Mason o Peter Ustinov.
En el cementerio de Fluntern, en Zúrich, descansa el escritor irlandés James Joyce, quien había huido del París ocupado por los nazis en 1940 y murió en la ciudad suiza un año después, y en ese mismo camposanto le acompaña otro destacado literato, el premio Nobel Elias Canetti.
La lista de escritores de fama mundial que en el agitado siglo XX acabaron por una u otra razón en Suiza y allí fallecieron es en realidad muy larga: Herman Hesse, Patricia Highsmith, Thomas Mann, Vladimir Nabokov...
Sus tumbas se encuentran en distintos puntos del país centroeuropeo, y sus aficionados tienen estos días la excusa perfecta para visitarlos y dejarles unas flores como homenaje. EFE
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