Dos años sin presidente en el Líbano, ahora bajo presión para elegir uno cuanto antes

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Beirut, 31 oct (EFE).- Hace hoy justo dos años que Michel Aoun dejó vacante la presidencia del Líbano y abrió una carrera llena de obstáculos con hasta doce intentos fracasados de votaciones para encontrar un sucesor. Ahora, la comunidad internacional presiona para que el país decida por fin quién será el jefe de Estado bajo los bombardeos y la ofensiva militar de Israel.

Pese a que para parte de la población libanesa tener un presidente en el contexto actual no es una de sus mayores preocupaciones, sí lo es para las potencias que buscan una solución al conflicto y necesitan un interlocutor legítimo que hable en nombre del pueblo libanés.

El puesto, reservado constitucionalmente para un cristiano maronita, ha contado con algunos candidatos, pero la falta de mayorías absolutas en el Legislativo del país mediterráneo que elige el cargo -y también la falta de alianzas políticas en una fragmentada cámara- hizo que el año pasado se optara por el impás.

Pero, ¿cuáles son los escenarios abiertos ahora en la elección de un presidente? ¿Por qué la comunidad internacional, en concreto Francia y Estados Unidos, insisten tanto en que el Líbano tenga esa figura?.

Francia, que administró el Líbano a principios del siglo XX, es uno de los países que más reitera la necesidad de elegir un presidente para que sea la figura que represente a la nación de los cedros en unas posibles negociaciones para acabar con la guerra, en la que en un año han muerto más de 2.700 personas por los ataques israelíes, la gran mayoría en el último mes.

Durante la conferencia de donantes celebrada el pasado 24 de octubre en París, el presidente francés, Emmanuel Macron, señaló que tanto su país como Estados Unidos, Arabia Saudí y Egipto están trabajando para que el Líbano pueda tener pronto un nuevo presidente.

Prácticamente cada figura política que ha pasado por el Líbano, sobre todo desde que se inició la escalada israelí, ha insistido en esta elección.

El primer ministro libanés en funciones, Najib Mikati, apuntó el pasado 30 de septiembre que convocará al Parlamento libanés para votar un presidente, pero sólo si hay un alto el fuego de Israel y el grupo chií libanés Hizbulá, ya que las autoridades del Líbano priorizan el fin de la guerra por encima de sus problemas políticos internos.

Pero el que era ministro de Exteriores francés, Stéphane Séjourné, dijo desde la capital libanesa el pasado abril que el Líbano no sería invitado a las negociaciones sobre la propuesta de acuerdo en marcha para contener la escalada bélica si no elige un jefe de Estado.

El Líbano no es nuevo en los vacíos presidenciales. De hecho, antes de Michel Aoun (2016-2022), hubo otros dos años con el puesto vacante.

La presidencia se decide por votación en el Parlamento, compuesto por 128 escaños, pero hasta el momento ninguna alianza política tiene los suficientes escaños para imponer su elección.

Por lo tanto, es necesario que exista un entendimiento entre los bloques rivales del Parlamento, segmentado por cuotas de las diferentes 18 comunidades religiosas del Líbano, para que se pueda garantizar la elección de un presidente.

Durante estos dos últimos años dos nombres son los que más han resonado, Jihad Azour y Suleiman Frangieh.

 Azour es un candidato independiente y fue ministro de Finanzas del Líbano de 2005 a 2008. Es el actual director del departamento de Oriente Medio y Asia Central del Fondo Monetario Internacional (FMI), y ya fue el más votado en la última ronda de votación parlamentaria con 60 papeletas a su favor, a tan sólo 5 votos de la mayoría necesaria.

 Frangieh es el líder del cristiano Movimiento Marada, y a quien la coalición de Hizbulá y Amal respaldaba en las anteriores votaciones. Obtuvo 51 votos en la última ronda de elección.

Estos bloqueos políticos se unen a la grave crisis económica que atraviesa el país iniciada a finales de 2019. A esta le siguió la global de la covid-19, la explosión en el puerto de Beirut que asoló parte de la capital mediterránea en 2020 y la actual guerra.

Muchas de las decisiones políticas, incluidas las negociaciones para el cese de hostilidades que actualmente están delegadas, sobre todo, al jefe del Parlamento Nabih Berri -líder de Amal, un partido chií que cuenta con la confianza de Hizbulá-, requieren la aprobación de un jefe de Estado.

También lo requieren las reformas económicas demandadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para resolver la crisis económica.

Sin embargo, no se espera que la cuestión de tener un jefe de Estado se resuelva en breve plazo. EFE

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