El Colegio Electoral, un sistema de elección vulnerable para la democracia estadounidense

La complejidad del sistema del Colegio Electoral en Estados Unidos plantea desafíos para la democracia, evidenciados por las elecciones de 2020, donde varias irregularidades pusieron a prueba su efectividad y legitimidad

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Albert Traver

Washington, 30 oct (EFE).- Las elecciones del próximo martes a la Casa Blanca son solo un primer paso del complejo sistema electoral estadounidense basado en un cuerpo de 538 compromisarios conocido como Colegio Electoral, que en 2020 mostró sus múltiples vulnerabilidades y puede llevar al poder a alguien que no tiene la mayoría del voto popular.

El Colegio Electoral está consagrado en el artículo segundo de la Constitución de Estados Unidos, representado por los estados en función de su población y formado y disuelto en el mismo día con el objetivo único de elegir al presidente.

El número de electores que corresponden a cada estado depende de su peso parlamentario, que a su vez depende de su población, y fluctúa cada década en función de los cambios demográficos que recoja el censo, algo que ha hecho que este año estados fuertemente republicanos tengan una ganancia neta de dos delegados y que los demócratas pierdan uno en sus feudos.

Por ejemplo, a California, el estado más poblado del país, le corresponden 54 electores, mientras que a las Dakotas, Alaska o Vermont tan solo tres cada uno.

En Estados Unidos, los estados son los encargados de organizar el proceso electoral, incluso el presidencial. Es por ello que cada estado fija unos horarios diferentes de votación, reglas distintas para el voto anticipado o requisitos disparejos para poder votar.

También son los estados los encargados de decidir cómo se distribuyen los electores.

En casi todos, el candidato ganador, aunque sea por un solo voto, se lleva todos sus electores en su objetivo de llegar al número mágico que le lleve a la Casa Blanca: 270.

La excepción son Nebraska y Maine, que dividen el reparto de sus electores por distritos.

No tiene por qué. Los demócratas han sido el partido más votado en siete de las últimas ocho elecciones presidenciales, pero dos de esas citas perdieron los comicios.

Hillary Clinton sacó casi 3 millones de votos más que Donald Trump en el 2016 y Al Gore obtuvo medio millón más que George W. Bush en el 2000, pero ambos perdieron las elecciones.

Es por eso que se suele considerar que el sistema de Colegio Electoral ha beneficiado a los republicanos.

Una vez los estados certifican sus resultados y los legislativos designan a los electores, el Colegio Electoral se reúne a mediados de diciembre -este año el 17- de forma descentralizada para votar por el presidente y vicepresidente. Luego se disuelve.

Pasado Año Nuevo, el 6 de enero, el Congreso de Estados Unidos es el encargado de contar los votos del Colegio Electoral, el último trámite antes de que el nuevo presidente pueda asumir su cargo el día 20 de ese mes.

Las elecciones del 2020 entre Donald Trump y Joe Biden pusieron a prueba este complejo sistema y fueron un ejemplo de todo lo que puede llegar a salir mal durante el camino.

Con la victoria de Biden proclamada pero no reconocida por gran parte de los republicanos, algunos de sus líderes a nivel estatal trataron de formar un cuerpo paralelo de electores que votara por Trump al Colegio Electoral, pese a haber sido derrotado.

Ninguno de esos cuerpos paralelos logró el objetivo final, ya que las máximas autoridades de esos estados -Arizona, Georgia o Míchigan- se negaron a firmar esas actas.

El sistema volvió a demostrar su fragilidad el 6 de enero, cuando decenas de congresistas republicanos trataron de impugnar los resultados de varios de esos estados en disputa en el momento en que una turba de seguidores de Trump asaltó el Capitolio para frenar el trámite.

Aunque todos estos intentos fracasaron, también podrían haber llevado a Estados Unidos a una crisis constitucional.

El candidato demócrata a vicepresidente, Tim Walz, defendió hace unos días que el Colegio Electoral debe desaparecer en favor del ganador del voto popular, pero después tuvo que desdecirse ante el revuelo causado.

Incluso para los líderes demócratas, claramente perjudicados por el sistema electoral, plantear cambios a lo escrito en la Constitución parece tabú.

Tras la derrota de Clinton en 2016, The New York Times publicó una editorial llamado "Es hora de poner fin al Colegio Electoral".

"El Colegio Electoral, que está escrito en la Constitución, es más que un vestigio de la era de la fundación; es un símbolo viviente del pecado original de Estados Unidos. Cuando la esclavitud era la ley del país, un voto popular directo habría perjudicado a los estados del sur, con sus grandes poblaciones en desventaja", apuntó el diario. EFE

(foto)(vídeo)

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