Los candidatos a la Vicepresidencia de EEUU, Tim Walz y JD Vance, representan un esfuerzo de las respectivas campañas demócrata y republicana para reconectar con el 20 por ciento de la población estadounidense: los habitantes de la llamada "América rural", un estrato social inclinado desde hace casi medio siglo hacia posiciones conservadoras, cada vez más radicales conforme crecía la sensación de marginación de sus votantes respecto a los centros urbanos.
El candidato republicano, JD Vance, ha hecho de esta desafección la bandera de su vida pública. El senador por Ohio, de 40 años de edad, describió en 2016 una América desconectada en su libro personal y éxito de ventas 'Elegía campesina: una memoria de una familia y una cultura en crisis'. Vance solo llevaba un año en el Senado cuando aceptó la petición del candidato republicano y ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para ser su compañero de fórmula.
Por parte demócrata se encuentra el gobernador de Minnesotta, Tim Walz, quien ha enmarcado su campaña como un aplauso al "tradicional sentido común" de la América de pueblo -- Walz, de 60 años, y profesor de vocación, es natural de la minúscula localidad de West Point, en Nebraska -- como puente hacia la innovación y hacia valores más progresistas representados en la candidatura de Kamala Harris a la Presidencia de Estados Unidos.
Vance y Walz mantuvieron a principios de este mes un primer y único debate cuyo resultado no marcó de una forma significativa sus derroteros en las encuestas, paralelo al de sus posibles superiores: Walz ganaría a nivel nacional, pero Vance es más popular en estados clave e imprescindibles para la victoria final en el colegio electoral norteamericano, de acuerdo con la media de encuestas recogida por el portal estadounidense RealClearPolitics.
La campaña de Vance no ha estado exenta de sobresaltos. A diferencia de Mike Pence, candidato hace cuatro años, el senador por Ohio ha sido una decisión exclusiva del equipo de Trump y no goza de muchas simpatías por parte del ala más moderada y tradicionalista del Partido Republicano.
Entre otras cosas, a Vance le han afeado su inexperiencia electoral, su pasado vinculado a las mismas élites corporativas que denuncia, su inflexibilidad en cuestiones de sexo y género -- desde su tajante oposición al aborto hasta su caricatura de las votantes demócratas como "locas de los gatos sin hijos" -- y sus críticas pasadas al magnate, al que ahora parece dedicarle lealtad absoluta.
Vance, a pesar de todo ello, no ha tenido más que navegar con el viento a favor para preservar la ventaja de su partido entre los votantes rurales de EEUU, que comenzaron a convertirse durante la década de los 90 en los grandes pilares del conservadurismo norteamericano.
En 2016, Trump ganó el 59 por ciento de los votantes rurales. Cuatro años después, esa cifra subió al 65 por ciento, según Pew. Y en las elecciones de 2022, los republicanos obtuvieron el 69 por ciento del voto rural; porcentajes optimistas para los republicanos y que continúan con los resultados de una encuesta presentada esta semana por Forbes/HarrisX y publicada por Newsweek, que concede a Vance un 41 por ciento de intención de voto en estados considerados en disputa frente al 35 por ciento de Walz.
El gobernador por Minnesota, como Harris, sigue siendo incapaz de volcar las encuestas en los estados en disputa a pesar del impulso inicial de su aparición en escena -- parte del giro extraordinario en la campaña demócrata tras la decisión de Joe Biden de no perseguir la reelección --, cuando atacó el orgullo de los simpatizantes extremistas de Trump y Vance al describirlos como "raritos", una comentario que Harris incorporó a su campaña durante las primeras y más agresivas semanas.
PROGRESISMO RURAL
Walz representa una especie de "progresismo rural" que no ha terminado de desvincularse de conceptos conservadores: el gobernador ha promulgado decretos favorables a comunidades vulnerables como la LGBTIQ o los niños en riesgo de exclusión social, pero también ha coincidido en numerosas ocasiones con los republicanos, con quienes ha votado a favor de la financiación de las guerras de Irak y Afganistán o por el endurecimiento de las restricciones migratorias.
Ello le convierte en una figura afable pero difusa: más querido que Vance en las encuestas, pero incapaz de convencer a los votantes necesarios. De hecho, el gobernador ha ido sacando resultados cada vez más pobres en las elecciones locales (del 46 por ciento que ganó en los comicios al Legislativo estatal al 38,2 por ciento que obtuvo las últimas elecciones al cargo que desempeña, en 2022).
Para el profesor adjunto de Política de Gobierno del Colby College, Nicholas Jacobs, ambos candidatos son representantes de dos formas de entender la vida rural norteamericana y que se enfrentan a un problema fundamental: la incapacidad de esta población para verse reflejada en la clase política nacional.
"Si preguntas a gente del campo si se ve representada en estas descripciones, cualquiera de las dos, yo diría que no", indica Jacobs en comentarios recogidos por el 'New York Times'. "Y lo que veo aquí interesante es que estas imágenes tan estilizadas de lo que significa el campo pueden cambiar afiliaciones en un momento dado, pero no contribuyen a despejar la insatisfacción con el funcionamiento del sistema político".