Madrid, 23 oct (EFE).- La odisea de un tren sin control que descarriló en un túnel crucial para el tráfico ferroviario en Madrid sembró el caos en la movilidad afectando a más de 50.000 personas y destapó la vulnerabilidad de la red de alta velocidad.
Una comisión de expertos investiga ahora el incidente para esclarecer sus causas y trabaja para despejar el túnel y normalizar el tráfico ferroviario.
Pocas veces se ha vivido el colapso que sufrió Madrid durante el fin de semana, con el descarrilamiento de un tren que paralizó el tráfico en el túnel que une las dos principales estaciones de la capital, Chamartín (en la zona norte) y Atocha (centro y sur de la ciudad), centros neurálgicos de la red.
El incidente comenzó el sábado, cuando un tren averiado que era remolcado hacia un taller se soltó de su unidad y, sin control ni ocupantes, se precipitó por el túnel en dirección a la estación de Atocha, una de las más concurridas del país, en especial durante el fin de semana.
El tren iba "en una especie de caída libre", en palabras del ministro de Transportes, Óscar Puente, que relató que, en vista del peligro, un trabajador del centro de control del gestor de la infraestructura ferroviaria (Adif) tomó "la decisión de desviarlo a una de las de las vías para provocar su descarrilamiento y evitar que acabe saliendo a la playa de vías que entra en Atocha y pudiendo eventualmente chocar con algún tren que viniera".
"Lo cierto es que la decisión de ese trabajador evita cualquier riesgo para las personas y para otros trenes que pudiera haber en el entorno de Atocha", aseguró Puente.
El descarrilamiento bloqueó el túnel que enlaza Chamartín y Atocha y colapsó el tráfico entre Madrid y buena parte de los destinos nacionales, en especial la costa mediterránea, afectando a más de 50.000 personas.
A ese descarrilamiento se sumó otro incidente en Atocha por la presencia de una persona en una zona no autorizada, que paralizó el tráfico ferroviario dos horas al activarse el protocolo de emergencia y el corte total de la tensión en la estación, lo que agravó aún más los problemas.
El túnel en el que ocurrió el descarrilamiento del tren une Atocha y Chamartín, tiene 7,3 kilómetros de longitud y es un nudo clave en las conexiones de alta velocidad del país.
Estos siete kilómetros conectan los dos grandes intercambiadores de Madrid con las líneas del norte, el este y el sur.
Inaugurado en julio de 2022, se consideró un hito para la infraestructura ferroviaria española tras un proyecto de años impulsado por gobiernos de distinto signo y una inversión superior a los mil millones de euros.
Los retrasos y cancelaciones en el servicio ferroviario se han multiplicado durante los últimos meses y han afectado especialmente a las dos grandes estaciones de la capital, que además de conectar la red de larga distancia son ejes de las conexiones con la zona metropolitana que utilizan a diario cientos de miles de personas para acceder a Madrid.
Uno de los incidentes más graves se produjo en agosto, cuando los viajeros de un tren detenido durante más de dos horas en Chamartin rompieron las ventanas de emergencia para soportar los más de 40 grados de temperatura del interior del convoy.
Muchas son las causas del aumento de este tipo de percances, desde la antigüedad de la red y la necesidad de nuevas inversiones, a la multiplicación de tráfico tras la autorización de operadores privados que, desde 2019, se suman a las públicas Renfe o Talgo, como Ouigo o Iryo.
En conjunto, según estimaciones oficiales, la oferta se ha disparado en los últimos cinco años y el número de plazas disponibles ha crecido en un 60%. EFE