Rabia y resignación al tocar fondo, angustia ante la profundidad del subsuelo

Valencia enfrenta una crisis deportiva tras su derrota ante Las Palmas, con protestas de aficionados y preocupaciones por la deuda mientras Rufén Baraja busca unión para la permanencia

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Nacho Herrero

Valencia, 22 oct (EFE).- Entre la rabia y la resignación, el Valencia ha tocado el duro fondo de la clasificación de LaLiga al caer este lunes ante Las Palmas y, angustiado, se asoma ahora al dramático subsuelo deportivo, social y económico que supondría descender a Segunda división y lo hace en el décimo aniversario de su venta a Peter Lim.

No es la primera vez que se asoma a este abismo en los últimos años, pero ahora lo hace con un panorama aún más complicado y la sensación de que ya rozó la tragedia cuando su situación objetiva era mejor que la actual.

El club afronta este trago con una plantilla esquilmada con la excusa y el objetivo de reducir costes. Entre los veranos de 2020 y 2021 se deshizo de casi todos los pesos pesados de la plantilla que alzaron la Copa de 2019 y se clasificó por última vez para la Liga de Campeones. Desde entonces apenas ha invertido y ha sobrevivido subiendo jugadores de Paterna y explotando algunos aciertos de bajo coste como Giorgi Mamardashvili, Pepelu o Hugo Duro.

Además, este nuevo 'paseo' por el abismo llega tras haber gastado (o quemado, está por ver) la bala de una leyenda, Rubén Baraja, que vuelve al rescate; y en un clima de absoluta división social entre la mayoría de la masa social y Lim.

Antes del choque, ya dos mil quinientos aficionados se concentraron ante el estadio para protestar contra la gestión de Lim, al que también acusan de estar detrás de la retirada durante unos días de los pasaportes de dos seguidores valencianistas, que mostraron su oposición a su gestión en Singapur.

Tras la derrota del lunes y con el clima subiendo de temperatura, Baraja hizo un llamamiento a la unión como camino más seguro a la permanencia. "Ahora no es momento de incendiar, es momento de sumar ", afirmó. “Lo importante es estar unidos al club, a la situación que tenemos. ¿Por qué tenemos que convivir con esta situación? Me niego a pensar que nuestra afición no es lo suficientemente inteligente para apoyar al equipo”, se preguntó.

La petición del técnico, que dijo entender el enfado y la frustración de los seguidores, no fue escuchada. Frente a la tribuna, cerca de mil seguidores protestaban contra los directivos y amenazaban con no dejarles salir. La noche acabó con un detenido y un contenedor quemado.

Para completar el panorama, el club está a punto de meterse en una complicada refinanciación de su deuda para, entre otras cosas, acabar el Nou Mestalla, un esqueleto de setenta mil asientos (veinte mil más que el actual) que lleva más de quince años parado y al que el club quiere fiar buena parte de sus futuros ingresos.

De manera paralela crecen las voces que abogan por quedarse y reformar el actual Mestalla, bien por razones sentimentales, bien por el riesgo estructural que le ven a embarcarse en ese cambio de casa en este escenario; o bien por las sucesivas rebajas que ha sufrido el proyecto de estadio. O por las tres.

Hay serias dudas de si el equipo logrará salir de esta complicada espiral. Entre los argumentos a favor de la esperanza, el influjo del regreso del capitán José Luis Gayà; la fidelidad y el embrujo de Mestalla, al que con este panorama acudieron el lunes cuarenta y dos mil seguidores; y la certeza de que hay varias plantillas de presupuesto mucho menor. Pero el riesgo está ahí. EFE

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