La muerte del predicador turco Gülen abre una lucha por el control de su imperio religioso

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Ilya U. Topper y Dogan Tiliç

Estambul/Ankara, 22 oct (EFE).- La muerte el pasado domingo del predicador islamista turco Fethullah Gülen, a los 83 años, abre el interrogante de qué ocurrirá ahora con su cofradía, una inmensa red de simpatizantes que gestiona colegios, fundaciones, emisoras, revistas y cátedras universitarias.

Gülen construyó desde la década de 1970 una comunidad de simpatizantes que, tras la victoria electoral del partido islamista AKP en 2002, fue el principal aliado del fundador de esa formación y actual presidente, Recep Tayyip Erdogan.

Los seguidores del 'maestro' formaban redes semisecretas en la Administración, la Judicatura y la Policía, donde se ayudaban mutuamente a escalar puestos, inicialmente en sintonía con el AKP para erosionar el poder de los círculos laicos e impulsar la islamización de Turquía.

En la primera década del AKP en el poder fueron sobre todo los gülenistas, generalmente académicos con una buena formación, fluidos en inglés, quienes mejoraron la imagen de Erdogan en Europa y Estados Unidos y facilitaron la aceptación del Gobierno islamista como "moderado" y formado por "demócratas conservadores".

A partir de 2013, sin embargo, la comunidad gülenista y el partido de Erdogan se enfrentaron en una lucha por el poder que culminó en 2016 con la designación de la red como "terrorista", y en el fallido golpe militar del 15 de julio, que Ankara atribuye aún a grupos gülenistas en el Ejército, aunque el predicador siempre negó toda implicación.

La misma prensa turca progubernamental que hace poco más de una década homenajeaba a Gülen como mentor de un nuevo islam ilustrado con vocación mundial, comenta ahora su muerte con frases como 'Ha muerto del diablo', 'Fallece el traidor en jefe' o 'Muere el traidor del siglo'.

El movimiento está prohibido y perseguido en Turquía y sus bienes se han confiscado, pero aún gestiona numerosas entidades en varios continentes que, según algunas estimaciones, se valoran en miles de millones de dólares.

Solo los colegios privados que la cofradía maneja en Tejas producen beneficios anuales de 200 millones de dólares, estimaba la revista Forbes en 2015, y no está claro quién gestiona esos ingresos.

La red tiene una importante presencia en círculos académicos y políticos en Estados Unidos, a menudo mediante fundaciones destinadas a "fomentar el diálogo" y en cuyas juntas directivas hay tanto miembros turcos como norteamericanos, a menudo pertenecientes a instituciones católicas y evangélicas.

El diario turco Sabah, cercano a Erdogan, asegura que la lucha de poder entre los miembros de la red confrontará la rama europea y la estadounidense del movimiento y "podría llegar incluso a asesinatos".

El citado periódico asegura que la rama norteamericana está encabezada por Cevdet Türkyolu, un antiguo gerente de los conglomerados empresarios gülenistas en Turquía, mientras que la europea está dirigida por Abdullah Aymaz, autor de decenas de tratados religiosos, con nacionalidad y residencia en Alemania.

Si se produjera un cisma, las redes en África quedarían bajo control europeo y las de Asia bajo liderazgo de la rama estadounidense, estima Sabah.

El investigador Ismail Nacar asegura en el diario opositor turco Cumhuriyet que la comunidad gülenista siempre ha estado controlada por la CIA, los servicios secretos estadounidenses, y que esta institución podría incluso decidir sobre la sucesión.

Erdoganprometió hoy no cejar en su empeño de perseguir "hasta en el último rincón de La Tierra" a los miembros de la cofradía, a los que tildó de "diablos en cuerpo humano".

En el pasado, varios países balcánicos y africanos entregaron a Turquía extrajudicialmente a ciudadanos turcos con supuestos vínculos con la red de Gülen, pero en la Unión Europea y Estados Unidos las instituciones controlados por la comunidad mantienen en general una buena imagen como impulsoras de un diálogo interreligioso. EFE

(foto)

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