Alberto Masegosa
Redacción Internacional, 20 oct (EFE).- "El eclipse de la sociedad israelí" es el título de un libro escrito en clave de crónica por el historiador Meir Margalit sobre lo que el autor define como "el proceso de degradación moral" que atenaza a Israel y que a su juicio amenaza en último término la existencia del propio Estado judío.
Nacido en Argentina y emigrado a Israel con el ideal sionista como guía, Margalit ejerce en la actualidad de activista en la defensa de los derechos humanos tras haber sido concejal por el partido pacifista Meretz en la alcaldia de Jerusalén, una ciudad en la que confiesa que se siente "avergonzado de lo que me rodea".
"Resido en Jerusalén, la ciudad en la que vivo desde hace más de 50 años. Sin embargo, ahora me siento por primera vez un exiliado en mi propio país", admite en el prólogo del libro, publicado por La Catarata y donde afirma que "esta incompatibilidad emocional no es reciente, desde hace mucho tiempo este país me asfixia".
Escrito tras el feroz ataque terrorista de Hamas del 7 de octubre de 2023, Margalit subraya en el texto algo de lo que no siempre es consciente quien no conoce Israel; recuerda que pese a que "hay acciones que son injustificables, no importan sus razones ni motivos", la atrocidad de esa incursión "no surge de la nada".
El autor subraya que el creciente predominio social del sector religioso y la deriva militarista que ha conllevado la ocupación desde hace décadas de los territorios palestinos han desvirtuado el tradicional "humanismo judío".
Y han convertido la democracia en un etnocracia de visos teocráticos con ciudadanos de dos categorías: los judíos y los palestinos, que son discriminados en unos territorios de los que son sus "legítimos dueños".
Margalit destaca la paradoja de que esas coordenadas hayan generado una espiral de violencia que hacen del Estado de Israel "uno de los únicos lugares del planeta en el que los judíos no tienen garantizada la supervivencia y nadie está seguro, cuando su objetivo original era crear un refugio donde el pueblo judío pudiera vivir en paz".
En entrevista con EFE, el historiador israelí se muestra pesimista sobre la pervivencia de Israel como Estado si no pone fin a la ocupación de unas tierras en la que se libra el considerado conflicto más antiguo del mundo.
R.- En el libro sostengo que comenzó el 6 de junio de 1967. Esa es la fecha en que se inició la guerra de los seis días, en la que hemos conquistado los territorios palestinos. La degradación moral empezó con la ocupación de Cisjordania. Pocos sospechaban adonde nos llevaba la degradación moral y ética de la conquista de Cisjordania. A partir de ese momento hemos perdido la brújula. Hemos entrado en un terreno que nos lleva a un precipicio.
-Sí, efectivamente. La respuesta debía ser fuerte, no cabía otro tipo de respuesta ante el asesinato de cientos de personas. Pero una vez que el duende ha salido de la botella ya no ha habido forma de volver a meterlo dentro. La cantidad de muertos en Gaza es la muestra de cuán bajo hemos llegado.
- Lo ha definido bien. Los líderes israelíes quieren firmar la paz pero no pagar ningún precio. El precio es devolver todos los territorios que hemos arrebatado a los palestinos. Pero el Gobierno no quiere devolver Cisjordania. Piensa que esas tierras se las entregó Dios al pueblo hebreo y por lo tanto nos pertenece.
- A pesar de todo, considero que la fórmula de dos estados es la única que puede llevar a una convivencia entre los dos pueblos de forma pacífica. La fórmula de un estado binacional es una utopía que espero que en algún momento se concrete. Es lo mejor para la región. Pero ahora no es realista.
- No creo que ni Netanyahu mismo lo sepa. En estos momentos no está claro lo que Israel pretende. El lema de derrotar a Hamás o derrotar a Hizbulá es un objetivo muy difuso. No está claro si hay posibilidad de que estos movimientos puedan ser derrotados militarmente. Dudo mucho de que el Gobierno sepa lo que quiere.
Lo digo con dolor y quiero esta palabra figure con claridad. Si la ocupación continúa, el Estado de Israel no tiene futuro. La gente acabará abandonando el país. El país no va a durar. EFE
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