Rosa Díaz
Barcelona, 18 oct (EFE).- A Mercè March le brillan los ojos cuando recorre con la mirada los artesonados de madera, los palcos y la gran lámpara dorada de la sala de baile La Paloma, la más antigua de Europa, que con más de 120 años de vida continúa abierta en Barcelona (España) gracias a su tesón.
La mujer que lleva al frente de la sala casi medio siglo se enamoró del lugar cuando entró por primera vez con 24 años de edad y, al descorrer las cortinas de terciopelo del vestíbulo, descubrió "un lugar mágico, que era como un decorado de Fellini, lleno de señores y señoras mayores muy arregladas, que bailaban llenos de vida al ritmo de la orquesta", cuenta en una entrevista con EFE.
La Paloma se inauguró en 1903 en el popular barrio barcelonés de El Raval, que en aquella época era conocido como el Barrio Chino.
"Es la más antigua de Europa porque el resto de salas de la época desaparecieron o se transformaron en teatros. Ésta es la única que se mantuvo siempre como lugar de baile", asegura March, que empezó a gestionar la sala cuando su marido era el propietario y ha seguido haciéndolo ahora que lo es su hijo.
La Paloma ha pasado por muchos periodos históricos y ha tenido que adaptarse, pero nunca ha perdido su esencia y, aunque ahora por las noches hay DJ, como corresponde a un club que quiere seguir vivo en el siglo XXI, en la sesión de tarde se mantiene la orquesta en directo que toca pasodobles, boleros, salsa, vals y rumba.
Los domingos por la tarde, tras las cortinas de terciopelo sigue escondiéndose un universo mágico y muchos se asoman a ese túnel del tiempo: los más jóvenes para descubrir otro mundo y los más mayores para no perder el que fue su mundo.
Entre estos últimos hay personajes carismáticos, como Pepita Bernat, que a sus 105 años se mantiene fiel al rincón de Barcelona que tantas alegrías le ha dado a lo largo de su vida y no falta a su cita de los domingos.
"Me sacan muchos hombres a bailar, parece que les hace gracias bailar con alguien de 105 años", dice burlona desde el palco que comparte con sus sobrina.
Tanto Pepita como Mercè se acuerdan de otros muchos asiduos de La Paloma ya desaparecidos, como el 'Sheriff' que entraba en la sala con gorro de vaquero, chapa de estrella y revolver de juguete; 'Tarzán', que con ochenta años seguía desabrochándose la camisa para mostrar pectorales, o 'Tigre', que siempre vestía de blanco.
Todos ellos, y muchos otros, formaban una gran familia que sabía apreciar la magia de La Paloma, una lugar que rebosa glamour desde que Ramón Daura (familiar de Mercè) viajó a París a principios del siglo XX, se enamoró de la decoración que estaba de moda en la capital francesa y encargó convertir la nave principal de la antigua fundición de hierro de la familia en un pequeño Versalles.
Durante la Guerra Civil española (1936-1939), La Paloma fue incautada y convertida en sala de tiro, pero logró resurgir de sus cenizas, tal como ocurrió hace dos años, después de permanecer cerrada desde 2007 porque incumplía con la normativa actual en lo referente a insonorización.
En esta última reapertura, que fue gradual y se culminó hace apenas un mes, tuvo un papel crucial Mercè March, que se enfrentó a todo tipo de obstáculos burocráticos y técnicos para conseguir adaptar la sala.
"Ha sido muy duro -confiesa- un verdadero vía crucis, pero he puesto en ello gran empeño porque La Paloma ha sido mi vida totalmente. Es una cuestión de sentimiento".EFE
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